15.2.10

Devoluciones a Política Superstar

Devolución de Ezequiel Pinacchio

Sigamos charlando. Quiero resaltar dos cosas que me llamaron la atención y que hacen, tangencialmente en principio, al problema que desarrollamos. Uno tiene que ver con la formulación de dos equipos al final del artículo de Seba, otro al reconocimiento por parte de Facu de que su misma forma de preguntar parece estar anunciando la respuesta.
Seba presenta dos equipos: oficialismo y desestabilizadores. Y es raro, porque su articulo, a pesar de que hasta el último apartado parece encuadrarse en la filas del primero, termina aclarando que ni a palos se pone esa camiseta. Entonces, mi pregunta es: ¿qué tipo de relación establece el autor (para que vayamos generalizando el problema, ya que no es un asunto que sólo le quepa a Don Chun) con aquello que enuncia? O en otras palabras: ¿Desde qué lugar enunciamos?
Suguiendo la metafora futbolera, ya que no juega podríamos sospechar que es un espectador. Sin embargo, su intención de definir qué cosas son polìticas y qué cosas no, con la consiguiente evaluación acerca de quiénes juegan y quiénes no debidamente ese juego, parece ubicarlo en el lugar de un espectador privilegiado, el arbitro. El arbitro que sanciona qué vale y qué no vale para la polítca.
Claro que se trata de un arbitro raro, porque argumenta para emitir su fallo. Pero, a decir verdad, y a esto quería llegar: ¿cuál es el sentido de esgrimir un argumento que toma toda su fuerza de una definición de política previa que invalida como político todo aquello que juzga como inválido? (Me refiero a la distinción entre verdadera y falsa politización)
Lo que volviendo a la metáfora equivaldría a preguntar: ¿Juzgamos con las mismas reglas que usan los competidores? Yo diría que no. Y esto nos llevaría, me parece, a lo siguiente: resulta que tenemos unas meta reglas de funcionamiento (la política deconstructiva, digamos) que los participantes del cotejo ni siquiera observan, pero a nosotros nos sirven de horizonte teórico para explicar a y confrontar con ambos equipos a la vez.
¿Seríamos, por tanto, un tercer equipo?
¿Un equipo que propone disputar el «verdadero» partido, mientras los otros dos libran un espectacular pero no por eso menos «falsa» competencia?
Algo de todo esto parece asomar en la manera en que Facu pregunta por las posibilidades del estado, de una ley promovida por el gobierno podríamos agregar, para ejecutar las posibilidades más no sea de una verdadera politización. Su misma definición de lo que es el estado condiciona la respueta. ¿O no?
Confieso no tener la respuesta que Facu busca, pero creo aportar mínimamente a seguir pensando a este respecto al insistir en el desde dónde enunciamos nuestros planteos. Creo no equivocarme si digo que ninguno de los poleticos filiaría sin más, es decir de una vez y para siempre, a ninguno de los dos equipos. Sospecho no obstante una indisimulable cercanía de oarte de algunos de nosotros para con uno de los equipos mucho más que para con el otro. Y ese terreno de enuciación es interesante a mi parecer.
En suma: ¿Por qué nos parece menos malo (que es la manera pecho frío de decir más bueno) lo que esta proponiendo «políticamente» el gobierno que lo que está proponiendo la oposición?
Respondo con una difusa intuición que pretendo desarrollar en debate con ustedes, queridos poléticos: porque en el conflicto desatado entre el gobierno de turno y el grupo clarín, propiciado si se quiere más por el mismo grupo Clarín que por el gobierno (ya que es de pensar que si no se le hubiese puesto en contra con lo del campo, Cristina le hubiese renovado nuevamente la licencia tal como había hecho su marido), comienza a tornarse visible mucho de lo contingente que la politización debería hacer visible. Insisto en que es «en» el conflicto, y no en la intención de las partes, donde se comienza a hacer visible toda una serie de mecanismos que antes no eran observables. ¿Y porqué estaría yo del lado del gobierno? Porque en la dinámica desplegada, al que menos le conviene reinstalar los mecanismos habituales es el gobierno. Entonces, ¿puede el estado instalar la política? Yo creo que sí ¿Quiere? Lo más probable es que no. Pero es lo de menos. Ciertos procesos están mucho más allá de la sintenciones de los agentes visibles que lo represnetan.
En este sentido, sospecho que mientras los intereses del capital sean cada vez más tendientes a borrar limites porque no le hacen falta, cualquier demarcación puede tornarsele adversa. El estado es una demarcación que puede tornarse incómoda, y ese es parte de su potencial.
Claro que podría retrucarse, y quizá con razón - «che, infeliz: desde el comienzo el estado nación como territorio y jurisdicción que legaliza lo existente - sobre entendiendo que lo existente es una porquería - más que nada para reproducirlo, le ha sido funcional al capital» Pero yo sospecho que ese tipo de críticas son a veces anacrónicas, en el sentido que desconocen que lo que surge como una institución que beneficia exclusivamente determinadas necesidades puede volverse, con el correr del tiempo, obsoleta para esos mismos fines. La desmantelació n del estado en muchas de sus funciones sociales desarrollada en latinoamérica desde comienzos de los 70 tiene que ver con esto.
El texto de Maia, que podrán encontrar oportunamente en la última amartillazos, en relación a en qué sentido pensar la transformació n en el interior de las instituciones sirve para pensar esto. La contingencia de las instituciones las torna modifdicables. Sí. Aunque también es cierto que como no son neutras dichas instituciones, no pueden transformarse en cualquier sentido.
Por eso, concluyendo, creo que debemos pensar, tal como propone Facundo, cuáles son los límites del estado como herramienta de cambio, sabiendo que si es cierto que un martillo sirve tanto para romper como para clavar y quizá construtir, de todos modos no sirve para ajustar tuercas.
También tener conciencia de que un arbitro, por más parcial o acertado que sea en su planteo, simpre incide en al partido que se disputa. Sobre todo si en vez de juzgar los hechos a la luz de las reglas, cuestiona las mismas reglas.
Bueno, no jodo más. Me sigo maquinando pa mis adentros.

Devolución de Facundo Martin

Leí tanto el texto de Seba en torno a los medios como el de Feinmann (o como se escriba) en torno a Posse. Están muy bien los dos, y ambos tienen que ver con cosas que venimos pensando.
En torno al artículo de Seba: comparto la inquietud por pensar en filosofía a partir de la experiencia social en general y, en particular, a partir de ese ámbito privilegiado de circulación de sentidos que constituyen los medios masivos de comunicación. Además, me parece que Seba da en el clavo al distinguir una falsa politización (mera presencia de los problemas y personajes estatales en la opinión pública) de una politización genuina (como cuestionamiento del orden vigente). La pregunta que me deja abierta la lectura del texto, con todo (y es una pregunta que ya nos hemos hecho, directa o indirectamente) es: ¿la política, como cuestionamiento del orden vigente, puede ser reglamentada por el estado? O, en todo caso, ¿puede caer bajo su reglamentació n? ¿Puede el estado tomar la iniciativa en la generación de medidas politizadoras? Aceptando que el estado es una institución fundamentalmente heterónoma, esto es, que necesita impermeabilizarse a su propio auto-cuestionamient o, ¿es posible que una ley del estado contribuya a la politización? Es una importante pregunta para las implicancias más político-coyunturale s de nuestras inquietudes político-filosó ficas usuales (y quisiera dar una respuesta algo más rica y compleja que el taxativo "no" que parece desprenderse del modo como planteo la pregunta).
En torno a Feinmann, eso de la "verdad del partido" contra la verdad incondicional está muy bien (al menos para entender lo que es un partido).

Política Superstar

Sebastián Chun
Haciendo Cine - nº 100 - Enero/Febrero 2010 - pp. 26-27

En el 2009 fuimos testigos de un cisma que hizo temblar el tablero nacional: la nueva ley de medios audiovisuales. Alrededor de este acontecimiento se fueron tejiendo varias intrigas, algunas heredadas de años anteriores, que pusieron en el centro de atención la intrincada relación entre los medios masivos de comunicación y la política.

Para hacer un repaso del año que dejamos atrás decidimos partir de un supuesto: la célebre e indisociable relación poder-saber. Según ésta, el lugar que un actor ocupa en el entramado social está determinado por la luz que él mismo proyecta y que baña el todo de esa estructura. En otras palabras, el espacio habitado dentro de la telaraña de nuestra sociedad se encuentra atravesado por relaciones de poder, que no son más que interpretaciones que segmentan y estratifican ese mismo tejido. Así, todo discurso sobre lo real determinará el grado de visibilidad de los distintos sectores que conforman nuestro mundo, pero, a su vez, es la distribución y ubicación de éstos la que construye y reproduce dicha perspectiva. La política puede entenderse entonces como el conflicto entre distintas voces que pugnan por un lugar dentro del espectro lumínico, es decir, por hacer visibles diferentes instancias del todo social. La cuestión es netamente audiovisual, alzar la voz para hacer y hacerse ver, pero iluminar para así hacer audibles otras voces. Y aquí resulta fundamental pensar en la relación entre los medios masivos de comunicación y la política, relación que en el 2009 se explicitó por doquier, inaugurando quizá una etapa novedosa. Si bien nunca faltaron en nuestra historia los cruces entre los diarios, noticieros y programas especializados con el gobierno de turno, podemos afirmar que este año se han intensificado. También en esta oportunidad se dieron cita integrantes del así denominado "mundo del espectáculo", aportando a las diversas polémicas un condimento adicional que no debemos pasar por alto. Enumeremos, sin pretensión de exhaustividad, los distintos acontecimientos que pusieron esto en evidencia:
1) La herencia del "conflicto del campo" del 2008, momento quizá fundacional de esta nueva (des)politización mediática. Pensemos, por ejemplo, en el lugar que ocuparon en los medios las distintas apariciones del trío Biolcati, Llambías, Buzzi, por un lado, y la presencia de Alfredo de Angeli en el regreso de Gran Cuñado, por el otro.
2) Las elecciones de junio, que involucraron a Tinelli y Jorge Rial como los principales agentes de campaña de Francisco "Alica Alicate" de Narváez. El conductor de Intrusos no sólo abonó como invitados al imitado y su imitador, sino que midió el raiting de Gran Cuñado como un boca de urna anticipado. Recordemos el papel privilegiado que el doble de Narváez en particular (que terminó siendo imitado por el original) y el PRO en general tuvieron en este último programa.
3) El conflicto por el "Fútbol para todos", que afectó los intereses de TyC e involucró a actores tan disímiles como Maradona y Vila. Como consecuencia demorada el canal América acompañó el desfile de Toti Pasman a lo largo de toda su programación con un televoto para saber qué pensaba la "gente" sobre las declaraciones polémicas del DT de la selección después del partido contra Perú, orientando la respuesta hacia un sí o no sobre su continuidad en el cargo. Luego de escuchar las declaraciones de Vila, resulta evidente la intencionalidad de dicha encuesta, afín a ciertas palabras de Marcelo Bombau, presidente de TyC, que más adelante repasaremos. Por su parte, Maradona hizo su aparición pública en 6,7,8 denunciando los intereses de Vila y Bilardo por apropiarse de la AFA.
4) La ley de medios, contra la cual reaccionaron los principales grupos mediáticos del país. Aquí surgen como renombrados protagonistas, entre otros, los grupos Clarín y Uno, por un lado, la productora PPT (6,7,8 con su constante mirada crítica sobre la totalidad de los medios y el cambio radical de TVR con relación a otros años más light del ciclo) y Víctor Hugo Morales (con su ya histórica crítica a los grandes monopolios mediáticos, denunciando el negociado entre las AFJP y Clarín o la AFA y TyC), por el otro. Vale mencionar que este punto fue el más sensible, ya que contiene a todos los demás.
5) El fantasma de la inseguridad (concepto tan abstracto como el de "crisis", que también supo causar muertes), que involucró al trío estelar Susana, Mirtha y Marcelo. La primera con su pedido de pena de muerte, la señora criticando en todos sus almuerzos la catástrofe que atraviesa nuestro país y Tinelli haciendo un llamado a la paz y la solidaridad antes de "bailar por un sueño". Aquí entraron en discusión varias personalidades como D´Elía, Florencia Peña, Viviana Canosa (cuyos panelistas se permitieron hacer algún análisis socio-histórico de la actualidad del país y su relación con los ´90) y Pablo Rago. Éstos tuvieron, entre otros espacios, a los productos de PPT como principal caja de resonancia.
6) El conflicto por Papel Prensa, que interpela a La Nación y Clarín pero incumbe a todos los periódicos del país y nos regala los titulares más sorprendentes día a día, siempre teniendo como protagonista indiscutible a Guillermo Moreno.
7) La ley de obtención de ADN, que muchos medios quisieron mostrar como parte de un ataque contra el grupo Clarín, ya que de manera no muy oblicua podría contrariar a Ernestina de Noble. Así lograron anular el debate ético que atraviesa a dicha norma.
8) La fusión Cablevisión-Multicanal, que vuelve a poner en la mira al grupo Clarín y abre el interrogante sobre las verdaderas intenciones del gobierno. La pregunta inevitable es: ¿por qué se borra con el codo lo que dos años atrás se firmó con la mano?
9) La inefable "inseguridad jurídica", una de las últimas armas para criticar al gobierno. A diferencia de los ´90, ahora correríamos el riesgo de llevar al país a la ruina, ya que dejaríamos de contar con el apoyo de inversiones provenientes de países como los EEUU. Entre otros, uno de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Fayt, salió a responderle a Arturo Valenzuela (enviado de Barack "la guerra es necesaria para la paz" Obama) y sus férreos seguidores, desde Marcelo Longobardi hasta Mirtha Legrand.

Politización

Una mirada sobre la actualidad de esta relación entre los medios de comunicación y la política puede ser más que optimista. Al hacer un recuento de los diversos cruces antes enumerados se podría pensar en una politización a gran escala.
Por un lado, tenemos la espectacularización de la política. Si desde los principales programas se llama a una reflexión sobre el presente de nuestro país, esto promovería un debate masivo que interesaría a la gran parte de la población escondida detrás de los picos de raiting suntuosos. Cada almuerzo con Mirtha, cada "cámara solidaria" de ShowMatch, cada presencia de los políticos en los así llamados programas de "chimentos", apuntarían a un espíritu crítico del consumidor, que no podría dejar de mirar hacia el lugar que los medios le están iluminando. Ya no sería necesario involucrarse con un programa de contenido específicamente político, sino que alcanzaría con buscar nuestro entretenimiento cotidiano para que, como por arte de magia, se sumen a nuestro goce varios interrogantes sobre nuestra actualidad política.
Por otro lado, nos encontraríamos con la intensificación del debate desde los medios especializados. El bombardeo informativo sobre la relación entre el gobierno y los grandes grupos mediáticos en todas sus versiones también podría considerarse como un gesto de madurez política. Cada ciudadano tendría la capacidad de reflexionar y formar su propia mirada sobre lo acontecido, por lo que escuchar varias voces enriquecería esa lectura. La libertad de prensa existente garantizaría este cruce de espectros luminosos, cuando las cámaras de la televisión pública y las televisiones privadas hacen foco sobre un mismo acontecimiento, pero ven y muestran cosas distintas. Puesta en cuestión fundamental de lo que hay para ver y de los lugares desde los que ver. Y desde ya que en este punto se pone en juego el factor fundamental del debate: la nueva ley de medios audiovisuales. Si lo existente ya es una de las máximas expresiones de la democracia, todo cambio nos acercaría a la tan temida "mordaza".

Despolitización

Volvamos a nuestra definición de política: cuestionamiento del orden establecido de luces y sombras, puesta en crisis del entramado social visibilizando otros rostros y haciendo audibles otras voces. Si las relaciones de poder son también relaciones de saber, en tanto un lugar privilegiado dentro del reparto vigente de roles es causa y efecto de un discurso "más" verdadero, entonces, ante nuestro ingenuo optimista, debemos preguntarnos por la legitimidad con la que cuentan las distintas miradas sobre nuestra realidad. Aunque sea posible hacer un zapping voraz y minucioso, es desproporcionado el lugar que cada una de ellas ocupa en la vida cotidiana de la "caja boba". La violencia de Milagro Sala, la desastrosa inseguridad (criminal y jurídica), la futura censura mediática, la posible expropiación de la propiedad privada (por Papel Prensa), la derrota oficialista en el Congreso, entre otros, son algunos de los temas que se construyen desde determinada perspectiva, que no se reconoce como tal y logra imponerse como la "verdad objetiva" sobre el derrotero de nuestra sociedad. Si Mirtha Legrand y Susana se juntan a almorzar y sostienen que sus dichos son "lo que piensan todos", si TN se encarga de construir una mirada dominante sobre las diversas polémicas entre el grupo al que pertenece y el gobierno, si Tinelli deja la solidaridad y la búsqueda de paz de lado una vez comprobado que Ricky Ricón y su violenta ostentación "venden" más, entonces no estamos ante una mirada deconstructora de nuestra realidad, sino ante una voz monocorde que sólo repite lo ya escuchado. Eco infinito que garantiza la pasividad absoluta del espectador, confiado en que esa escucha automática se vuelve crítica cuando logra reproducir lo recibido. El sueño del ciudadano hiperpolitizado gracias a las intervenciones de las estrellas mediáticas o la intensificación del debate entre los medios y el gobierno se cae, y se desnuda a un raquítico individuo aislado cuyo pensamiento es construido por los grandes grupos mediáticos, que en más de un caso conforman una única voz monolítica. ¿No es un claro síntoma de lo expuesto el hecho de que se hable de los premios y el récord de audiencia que alcanzó El secreto de sus ojos pero no del cuestionamiento que bien podría haber despertado sobre la difícil relación entre el derecho y la justicia? El silencio que acompaña a las voces dominantes es una censura estructural, que deja de lado cuestiones fundamentales como la UCEP, el nombramiento de Posse (cuya renuncia no se debió a la presión que los medios bien podrían haber ejercido) o la muerte de Rubén Carballo, y condena a muchos al murmullo impotente. Si la política implica una ruptura, una puesta en cuestión, aquí nos encontramos en las antípodas: eterno retorno de lo mismo. Quizá dos símbolos por excelencia de este estado de las cosas: la Gripe A, con su fiebre del barbijo y Ariel Umpiérrez transitando por todos los medios, y Ricardo Fort encarnando al Che Guevara (lo cual puede parecer inocente, pero si pensamos en todos los productores que hay por detrás de tamaña decisión, debemos reconocer que como mínimo fue una broma de muy mal gusto). Dejemos entonces el término "político" para designar todo abordaje de algún contenido relacionado con la administración de lo público que no llega a ser político, es decir, cuestionador de la estructuración social vigente. Nuestro amigo optimista confiaría en la politización de la ciudadanía a partir del contenido "político" de gran parte de la industria mediática, pero en realidad sería ciego para la política propiamente dicha, que aquí se hace manifiesta por su ausencia. Político sería lo que los medios dejan de lado, lo que se esfuerzan por no hacer, abandonándolo en las sombras y el silencio de sus márgenes. Nuevamente se pone en el centro de la cuestión la ley de medios audiovisuales y la posible construcción de un espacio público, pero ahora sí desde una perspectiva política.

Espacio público

Siempre se corre el riesgo de parecer oficialista cuando no se reconoce que el Estado es el titular por excelencia de esta lógica monopolizadora del ejercicio del saber-poder, y que por eso mismo no es afín a la definición de política que venimos proponiendo. No podemos dejar de cuestionar los números que nos brinda el INDEC, la dudosa autonomía de Canal 7 o las relaciones entre el gobierno nacional y Daniel Hadad (por C5N y el lugar cedido en la grilla) o Canal 9 (a quien le cedieron una de las finales del campeonato de fútbol y en el cual aterrizará el nuevo TVR el próximo año). Y aquí se hace fundamental pensar lo público como distinto a lo estatal. En este sentido, la nueva ley de medios audiovisuales promete democratizar lo público, es decir, no sólo terminar con los monopolios privados sino también con el del gobierno de turno. Para que haya otros rostros que mirar y otras voces que escuchar, debe haber una "igualdad" no abstracta sino efectiva en el plano de la construcción del saber, para así replantear las relaciones de poder vigentes. A pesar del ideal de Bombau, para quién "lo más democrático es que quien quiera ver pague", debemos recordar que la democracia se opone tanto al dominio absoluto del mercado como al del Estado, y propone una verdadera politización, ya que se manifiesta como una constante puesta en cuestión del orden de cosas vigente. Así los conceptos "público" y "democracia" se muestran como otra pareja indisociable. Invitar a todos a filmar desde su lugar y luego abrirles un espacio donde mostrar su perspectiva, ese es el sueño democrático, sueño de una política por venir, sueño de cine infinito a cuya construcción tal vez podamos aspirar.

Ley de medios, cine y democracia

Sebastián Chun
Haciendo Cine - nº 97 - Octubre 2009 – p. 6

Cuando un candidato gana las elecciones imitando a su propia caricatura televisiva, cuando la inseguridad pasa de ser el único tema de interés a desaparecer casi por completo de nuestra cotidianidad tras esas mismas elecciones, cuando la Gripe A nos llena de pánico mientras que el Mal de Chagas no deja de ser un cuento fantástico, no es necesario leer a Umberto Eco o la escuela de Frankfurt para reconocer que discutir un nuevo proyecto de ley de medios audiovisuales es discutir sobre la construcción de nuestra realidad. En otras palabras, preguntarse por unos medios más democráticos es preguntarse por una democratización de lo real. Entonces, antes de toda polémica, debemos preguntarnos qué entendemos por democracia. Aquí podemos resumir diciendo que un sistema democrático es aquel en el que todos tienen voz, es decir, en el que el demos que gobierna resulta ilimitado e incondicional. Siguiendo esta fórmula, ideal e inalcanzable pero por eso mismo necesaria, entendemos por qué una ley de medios que aspire a una construcción democrática de nuestra realidad, en la cual más voces puedan participar de la misma, implica una lucha fundamental contra la mano invisible del mercado. Limitar a los distintos poderes económicos y su capacidad de monopolizar el discurso sobre lo real no responde a un capricho de turno, sino a una aspiración democrática insoslayable. Los medios son también fines en sí mismos y su relato sobre nuestro mundo es el único modo de acceso al mismo. Por lo tanto, el dueño de esta herramienta, si es el único, dispone de un arma de destrucción masiva cuando la utiliza para sus propios intereses. Así, un canal televisivo puede volcar toda su programación en función de una campaña política, llegando incluso a hacer del famoso "minuto a minuto" un boca de urna letal. De esta manera, la discusión por una ley de medios más democrática no debe implicar el sueño de un acceso más legítimo a nuestra realidad o de unos medios más verdaderos que los vigentes, sino que debe abogar por una pluralidad de interpretaciones que permitan a la audiencia ejercitar su propia lectura del mundo. Los medios nunca alcanzarán la "verdadera" realidad, pero si gracias a la diversidad de perspectivas podemos reconocer el carácter ficticio de cualquier discurso, surge de allí como por arte de magia un espíritu crítico en potencia.
Sin embargo, si nos preguntamos por la democracia debemos reconocer el límite fundamental que significa para ella la forma estatal que toma en la actualidad. Si bien la figura del Estado resulta vital para contener a los poderes económico-financieros que reclaman una cada vez mayor libertad de mercado, también es necesario reconocer un límite para el poder soberano. La totalización de lo real por parte de los poderes económicos resulta mortal, y lo mismo sucede con la correspondiente univocidad que implica la construcción de un Estado-nación. Homogeneidad y universalidad son dos anhelos de todo Estado a la hora de enfrentarse a lo diferente, por lo tanto, existe en su seno un carácter anti-democrático por excelencia. Y por esto las críticas al proyecto de ley que impulsó el ejecutivo (pero que no es "K", porque su origen está en otro lado y en el trabajo de otros) fueron de lo más importante. Desligarnos del monopolio comercial no implica caer en el monopolio estatal. Luego, la propuesta de Proyecto Sur, entre otros, de pensar los medios audiovisuales como de dominio público y su consecuente crítica hacia la conformación de la autoridad de aplicación de la ley se vuelven una apuesta más por la democracia, una que en última instancia trascendería la propia lógica estatal. Crítica y perfectibilidad infinita, he aquí las características vitales de una democracia digna de ese nombre.
Los otros críticos, opositores por profesión que reivindican la panacea del COMFER y se ocultan bajo la Fundación Valores o salen con los tapones de punta a inundar las pantallas de TN y América 24, olvidan los modos sutiles de la censura hoy en día vigente. En lo que nos concierne, para gran parte del cine nacional y para producciones extranjeras que proponen otro tipo de cine, las propias reglas del mercado resultan trágicas. Sospechar de la "mordaza" estatal se vuelve poco legítimo cuando no se reconoce la "mordaza" actual que opera día a día en los medios de nuestro país. Si Leonardo Favio levantó de manera anticipada su Aniceto (aunque después lo re-estrenara con un nuevo envión), si Lisandro Alonso o Pablo Fendrik estrenan sus films en una única sala, si otros realizadores silenciosos nunca podrán ver sus obras proyectadas en pantalla grande, esto quiere decir que algo no funciona bien para ciertas producciones locales. Y esto no es nacionalismo barato, sino una aspiración a una democracia prometida. Hay que comprender que no siempre la posibilidad de acceder a una obra depende de la calidad de esta última, sino que el factor económico determina su "valor". Qué es cine y qué no lo dictamina el mercado, y a los espectadores sólo nos queda el consuelo de las salas marginales o el DVD que pasa de mano en mano. Que el cine ahora tenga también una cuota de pantalla para televisión es alentador (recordemos que la cuota de pantalla para salas ya está vigente) y promete un salto cualitativo para la industria cinematográfica nacional, que muchas veces se ve derrotada de antemano ante los tanques de siempre. Según el proyecto de ley, toda señal de televisión deberá emitir por año 6 películas nacionales en estreno para su área de cobertura, de las cuales hasta 3 pueden ser telefilms. Éstas deben ser producidas mayoritariamente por productoras independientes nacionales y sus derechos de antena serán adquiridos antes del inicio del rodaje. Desde ya que hay aclaraciones puntuales para las señales con menor cobertura y las extranjeras, y aunque originalmente estaban excluidas de este beneficio las películas realizadas con el apoyo del INCAA, una de las modificaciones incluyó a estas últimas dentro del alcance de la ley. Ahora bien, ¿esto quiere decir que veremos otro cine por televisión? No necesariamente, pero al menos invita a ilusionarse, admitiendo que la puesta en práctica de la fría y formal ley promete no pocas dificultades. Una de ellas, no la menos importante, tendrá que ver con el imperio del raiting y su posible intromisión en la definición del próximo cine nacional.
A modo de conclusión más que provisoria, debemos utilizar una falacia muy efectiva en este punto y recordar que si en la nueva ley de medios cambiamos la expresión "Seguridad Nacional" por el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y si en lugar de estar ligada a nombres como Videla y Martínez de Hoz esta ley lo está a nombres como Pérez Esquivel y Estela de Carlotto, algo debe querer decir. Pero esto no significa que debamos aceptarla ciegamente, sino recordar que esto que tenemos ahora no es "la" democracia, y que si bien se está dando un paso fundamental, debemos acompañarlo con una pedagogía de lo audiovisual que vuelva innecesaria toda supervisión por parte del Estado. No alcanza con abrir la oferta, sino que es necesario brindar los medios para enfrentarse y apropiarse críticamente de los medios y romper con toda tutela. Es necesaria y urgente, para complementar esta nueva ley, una pedagogía de la libertad.