6.4.12

Encuentro del 05-04-2012

Primero dejemos en claro la dirección, la fecha, el horario y la lectura para la próxima reunión: lunes 30/04 a las 18:00 en la casa de Maia, para trabajar la Ética: apéndice y libro II.

La ética de Benito.

Hubo dos propuestas relativas al modo de trabajo con los textos: (a) la primera tiene que ver con las decisiones acerca de qué y cuánto leemos; (b) la segunda, con implementar una nueva división del trabajo.

a) Nos pareció que atendiendo al momento del proceso de lectura y reflexión en el cual estamos sumado a la complejidad inmanente de algunos textos, sería conveniente auto-asignarnos un ritmo y cantidad de lectura menos altos que el de los últimos encuentros, en beneficio de un trabajo más detallado con los materiales.

b) Se propuso y aceptó que de ahora en más en cada encuentro alguien (o algunos) prepare un pequeño marco con hipótesis de lectura, que aporten cierta línea argumental que nos permita recorrer el texto y nuestros problemas de modo tal que podamos ir hilvanando las reflexiones en torno a ese aporte.

Para la próxima Juan Pablo se encargará de El Apéndice, y tanto Maia como yo del Libro II:

Ahora sí, el texto.

Para arrancar se leyeron algunas ideas de Tatián acerca de Spinoza. La intención era ver qué nos parecen a nosotros una vez trabajada la obra del judío errante.

En un diálogo con Oscar del Barco aquél asegura que:

- Dios es unidad pero no es totalidad porque es infinito, razón por la cual lleva inscripta en sí la diferencia.

- Dios es sustancia pero no sujeto.

- La imaginación es productora. Tiene una función política primordial.

Después establecimos, con tres preguntas, algo así como un pequeño plan de los momentos por los cuales debería pasar nuestra reflexión: ¿Porqué hablar de la ética iniciando el recorrido en la idea de un Dios que es causa sui, que es sustancial e infinito? ¿Cómo se relacionan los modos y la sustancia? ¿Cuál es la función del apéndice? Esta última pregunta no llegamos a trabajarla: quedó para la próxima.

En relación con lo primero, nos pareció que tener a Dios - y a ese tan particular - como punto de partida permite ir estableciendo las reglas del juego, por así decir, de la reflexión ética. Con su caracterización[1] Spinoza establece, entre otras cosas, que el dualismo ontológico no va a tener cabida y que el sujeto y la libertad entendidas en su acepción tradicional no son viables. Así, va elaborando las razones para afirmar la pertinencia, o no, de ciertos planteos y resoluciones. Por ejemplo: puesto que los atributos son infinitos y cada cual, en tanto que esencia de la sustancia, se concibe y explica por sí mismo; la interrelación causal entre distintos atributos es imposible. Esto es un lineamiento ontológico. Pero, siguiendo el ejemplo, se ve que tiene consecuencias éticas: de esta manera, se desarma la posibilidad de que el alma determine la acción del cuerpo, puesto que ambas son modificaciones de distintos atributos.

Este es uno de los sentidos por el cual la distinción entre natura natutans y natura naturata es capital: en pocas palabras, porque separa claramente los tantos. Nos hace entender que hay ciertos problemas que son absolutamente inconducentes en la medida en que mezclan estos dos planos. Por eso no tiene ningún sentido (a lo sumo metafórico) atribuirle voluntad a Dios (ya que la voluntad es un asunto de la n. Naturata, que implica transitividad y límites), ni libertad al hombre (porque es una propiedad exclusiva de Dios, lo único sin condicionamiento externo alguno, en tanto único e infinito).

Ahora bien, si es cierto que esta distinción de planos permite aclarar muchos problemas, también lo es que la relación entre ambos es sumamente problemática. Para tratar de aclararla un poco estuvimos recorriendo algunas proposiciones, desde la XVI en adelante.[2]

Una de las preguntas que nos hicimos entonces fue: ¿podrían no estar los atributos en el esquema spinoziano? ¿Qué realidad se obtiene si hubiese sólo sustancia y modos/afecciones de la misma?

Nos pareció que ahí estaba latente la posibilidad de pensar una realidad que, no sólo no se agota en sus partes, sino que no se agota en absoluto, porque es infinitamente expresiva. Por otro lado, el esquema del todo y las partes del cual parece querer escapar Benito tiende a marcar la divisibilidad del todo mientras que la sustancia que él concibe es indivisible en tanto tal: las distinciones no son reales - podríamos decir - sino modales.

Siguiendo esta pista, nos pareció que si bien Spinoza sostiene cierto dualismo con su distinción de planos (natura-naturata) ese dualismo no tiene proyecciones ontológicas, como para por ejemplo en Descartes con sus res extensa y res cogitans. Habría, se dijo, un “dualismo epistemológico” al mismo tiempo que un “monismo ontológico”.

Vislumbramos en esta manera de plantear las cosas un modo promisorio de encarar uno de los problemas centrales que hemos tomado como centrales este año: el modo en que políticamente se resuelve la relación multiplicidad-unidad. Como se dijo construyendo el lema de campaña notable, se trataría de “salir del dualismo (representación tradicional-jerárquica), pasando por el monismo (unidad de lo real), para tornar pensable el pluralismo, la multiplicidad. (diversidad de manifestaciones de esa realidad)”

La proposición XXVIII nos enfrentó a un problema también complejo, que no es sino otra manera de plantear aquél asunto de la relación entre natura y naturata: ¿Cómo se explica el paso de los modos infinitos a los finitos? ¿Porqué el modo infinito es distinto del mediato? ¿Cómo apareció la finitud en todo este entramado tan riguroso, necesario, eterno?

Otro problema que también nos inquietó: ¿qué es el entendimiento infinito absoluto? ¿Dónde está?... Esto tiene que ver con que, por un lado, Spinoza parece afirmar la idea de que puede haber ideas que existen más allá de algún entendimiento que las conciba, pero, en otros momentos, apela a figura como la de entendimiento infinito absoluto que desconciertan; desconciertan, sobre todo, porque parecen acercarnos a un dios omnisciente muy parecido a aquél que creímos que ya había quedado descartado.

En este punto fue valiosa la lectura de una nota al pie de Vidal Peña, en la cual se señalaba el carácter hipotético, es decir no tético, de la postulación de un intelecto divino.[3]



[1] Para ir armando dicha caracterización, leímos las definiciones de sustancia, atributo (naturans) y modo (naturata) y luego las proposiciones IV, V, XIV.

[2] Acordamos en leer la Carta XV en donde se trabaja esta cuestión.

[3] Se recomendaron algunas cosas para poder leer mejor a Spinoza, entre ellas los teóricos de Von Vilderling, la introducción y notas de Vidal Peña, y el Hegel o Spinoza de Macherey.