25.8.14

Acta Polética 16/08/2014


El Capital, capítulo 4: “La transformación del dinero en capital”
“La fórmula general del capital”

El capital como sujeto (pp. 176-202)
El capítulo se estructura a partir de la oposición entre dos fórmulas: M-D-M y D-M-D. La primera se corresponde a la lógica de quien, poseyendo en primer lugar una mercancía, va al mercado, la intercambia por dinero, para a su vez obtener al final otra mercancía nueva. Se trata de vender para comprar, normalmente sin otro fin ulterior que el de satisfacer una necesidad determinada mediante la mercancía finalmente adquirida. En este proceso no se crea un valor adicional (la mercancía M inicial y la mercancia M final valen lo mismo). Lo que motiva el intercambio es, pues, las diferencias cualitativas ente las dos mercancías en cuanto valores de uso. Quien intercambia lo hace para satisfacer una necesidad que la mercancía original no le permitía satisfacer. El movimiento, a la vez, es finito por cuanto termina en el consumo de la mercancía adquirida.
La fórmula general del capital es D-M-D'. Esto significa que, partiendo de un monto dinerario original, el capitalista compra mercancías, para luego venderlas de nuevo y obtener finalmente un monto dinerario mayor. En la fórmula general el dinero funciona como capital o “se transforma” en capital. Esto significa que el capital es “dinero que incuba dinero” o valor que se auto-valoriza. A diferencia de lo que ocurre en el ciclo M-D-M, en la fórmula del capital se crea un valor adicional. Asimismo, no se intercambia para proveer al consumo o satisfacer una necesidad, sino para reproducir (e incrementar) el valor. El dinero como capital es indiferente al carácter cualitativo diverso de las mercancías, ya que su movimiento no está regido por la necesidad de satisfacer una o varias necesidades, sino por el de reproducir el valor abstracto como tal.
Acá aparece con mayor claridad el rol lógico del capital como sujeto de la totalidad social. Destacamos dos determinaciones centrales de lo que significa esto: el capital se auto-pone o auto-media (es su propio fin y presupuesto) y reduce todos los elementos dispares de su proceso vital a momentos de su propia identidad.

1) El capital se auto-pone. El capital es dinero en cuanto incuba dinero o valor que se auto-valoriza (p. 183). Tiene, pues, un movimiento recursivo que lo hace aparecer como su propio fundamento y fin. El capital realiza la misteriosa alquimia metafísica de la causa sui: partiendo de una suma de dinero, se lanza a la circulación y produce más dinero aun. Es, pues, el fundamento, principio y fin de su propio movimiento, o se auto-media lógicamente.
2) El capital reduce todas las instancias disímiles en las que discurre a momentos de su propia identidad. En el ciclo D-M-D' asistimos una triple transformación del capital, que parte de su constitución como dinero, se convierte en mercancía (no-dinero) y luego vuelve, incrementado, a aparecer como dinero. El capital es a la vez cada una de las instancias de este ciclo y la totalidad de la fórmula, o es cada uno de esos elementos en cuanto son reducidos (por el movimiento que recorren) a momentos de la misma identidad. El capital (p. 188) es el sujeto de todo este proceso, que se pluraliza en esos tres momentos disímiles, pero mantiene su identidad a lo largo de ellos.

Un corolario de lo anterior es la reducción de la diferencia a la identidad en el ciclo del capital.El capital es valor en proceso, dinero que se incuba a sí mismo. Las múltiples de mercancías que pululan por el mercado aparecen, bajo esta luz, como instancias diversas de esa misma identidad-dinero (p. 189). En este punto discutimos, empero, si el capital es sólo agente de subordinación de una “diferencia” (pluralidad de valores de uso, por caso) preexistente o si por el contrario también produce esa misma diferencia (en tanto debe instanciarse en mercancías disímiles para reproducirse como tal).

La explotación (203-214)
El otro gran emergente del capítulo es la explotación. La fórmula D-M-D' supone que alguna de las mercancías adquiridas tenga la propiedad o capacidad de crear un valor adicional. Tiene que aparecer una mercancía cuyo valor de uso o consumo efectivo cree valor (p. 203). Esa mercancía es la fuerza de trabajo (“conjunto de capacidades físicas y mentales que existen en la persona humana viva). La compra y venta de fuerza de trabajo es, pues, indispensable para el funcionamiento de la fórmula general del capital y, por lo tanto, para la acumulación. Existen dos condiciones históricas para la compra-venta de fueza de trabajo generalizada: el desplazamiento de las relaciones de dependencia personal y la desposesión de la masa proletaria.
1) Desplazamiento de relaciones de dependencia personal (p. 204). El trabajador debe ser propietario libre de su fuerza de trabajo y, por lo tanto, de sí mismo. La igualdad jurídica entre quien vende y quien compra fuerza de trabajo debe presuponerse y mantenerse para que opere la fórmula del capital. Esto implica, de paso, que sólo puede venderse fuerza de trabajo por un tiempo limitado (no de por vida). Explotador y explotado deben ser y permanecer jurídicamente libres e iguales, lo que supone que los lazos de dependencia personal que en formaciones no-capitalistas “atan” al trabajador (sea a un amo o a una comunidad de pares), deben haber sido desplazados como mediadores sociales.
2) El trabajador debe ser un desposeído (p. 205). Para que se entregue a la explotación o venda su fuerza de trabajo, es necesario que el trabajador no posea otros medios de subsistencia. Debe poseer libremente su capacidad de trabajar, y sólo su capacidad de trabajar. Marx sintetiza acá su irónica fórmula de “obrero libre”: libre para contratar en el mercado pero también liberado de toda propiedad, pobre, desposeído de medios de producción.

Estas dos precondiciones para la venta de fuerza de trabajo (y para el funcionamiento de la fórmula general) son un resultado histórico. No se trata de relaciones comunes a todo período (p. 206). Para que exista el capitalismo debe existir el trabajador libre como vendedor de su fuerza de trabajo y la circulación mercantil dineraria libre (p. 207). Esto significa, también, que el capitalismo sólo puede emerger en un contexto donde no se produce como medio directo de subsistencia, sino para ir al mercado. Esto, a la vez, exige que haya una división social del trabajo altamente desarrollada.

Finalmente (pp. 207-214), Marx se pregunta cómo se determina el valor de la fuerza de trabajo. Responde que como el valor de cualquier otra mercancía: conforme el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Esto significa que el valor de la fuerza de trabajo equivale a los costos de la subsistencia del trabajador. Este valor no está dado naturalmente, sino atravesado por un elemento “histórico-moral” (p. 208). Tanto el volumen como la índole de las necesidades del trabajador son resultados históricos (dependen de la lucha de clases y de peculiaridades culturales y climáticas de las diferentes naciones).
Finalmente, adelantamos, aunque obviamente no desarrolla esto en el capítulo, que la plusvalía surge de la diferencia entre el valor creado por la fuerza de trabajo y el valor que la propia fuerza de trabajo “cuesta”. El trabajador “paga” su día de trabajo con una fracción de la jornada laboral (en la que crea un valor equivalente al de sus medios de subsistencia), de modo que todo el tiempo adicional es valor para el capitalista. Pero para comprender esto en detalle deberíamos adentrarnos en el tenebroso mundo de la producción, donde van a curtirle el pellejo al pobre trabajador.

Plan de trabajo polético
¿Es posibole una génesis de la diferencia?

Marco
En los últimos años asistimos a una eclosión sin precedentes de las “políticas de la diferencia” o “políticas de la identidad”. Han cobrado inusitado protagonismo nuevos movimientos sociales centrados en “demandas” que no pueden reducirse a la lucha del trabajo asalariado contra la explotación. Se trata de movimientos orientados en torno a la subjetividad, la cultura, la etnia, el deseo, las relaciones con nuestros cuerpos y la naturaleza, entre otros. El movimiento LGBTQ, el indigenismo, el ambientalismo, entre otros, se han instalado en el centro de las reflexiones sobre las políticas de la diferencia. El derecho a ser particular o diferente, el reclamo por un modo de vida o de existencia propio y diverso, parece entonces cobrar especial importancia en el dinamismo de la sociedad contemporánea.
Con el horizonte de las políticas de la identidad como emergente histórico que motiva el pensamiento, pretendemos formular una interrogación crítico-histórica sobre la génesis de la diferencia y su (posible) relación con la crítica del capital. ¿Es posible trazar una génesis histórica de la diferencia? ¿O ésta constitiuye un “dato ontológico” que no puede ser reducido a una narrativa genética? Finalmente, si ha de formularse una historia de la diferencia, ¿qué relación guarda con la crítica del capital? ¿Es el capital un mero agente de subordinación y persecución de diferencias preexistentes? ¿O crea, también, sus propias diferencias? El capital, ¿homogeneiza o pluraliza los vínculos sociales?

Con esas preguntas como disparadores, sugerimos algunos autores y textos para tramitar un recorrido reflexivo:
Postone, Federici, Butler, Scholz, D'Emilio, Chakrabarty, Derrida (Espolones), Deleuze y Guattarri (Rizoma), Mazzeo (sobre Mariátegui), Zizek, Acha. También sugerimos debatir producciones propias, como la monografía de Andrea sobre Deleuze y Gombrowicz o algún capítulo de mi librito.


 Próxima reuniön: sábado 30/8 a las 18 hs. en casa de Facu. Discutiremos un capítulo de Marx reloaded de M. Postone