27.9.11

Encuentro del 23-09-11

MULTITUD. CAPÍTULO 3: DEMOCRACIA.

Si bien la mayoría de los presentes había leído sólo la tercer parte del capítulo, hicimos una rápida incursión por las primeras dos. De dicha incursión resaltamos que la crisis a la que aluden los autores es tanto de las prácticas democráticas como del concepto mismo de democracia. Esto tiene que ver con el lugar central que las nuevas condiciones globales le imponen a la reflexión sobre el tema. Por eso antes de meterse con su propia postura, el libro se encarga de presentar 4 posturas en torno a la relación democracia-globalización.
A pesar de los matices, estarían los que entienden que la globalización favorece la posibilidad de la democracia y quienes, por el contrario, creen que la hace cada vez más difícil. Estas posturas atraviesan a la izquierda y a la derecha de modo parejo. Pero, independientemente de la postura que se toma en cada cual, el punto importante, dicen los autores, es que se sigue pensando la democracia en términos de representación moderna, y eso es un error.
La democracia moderna tiene dos dimensiones: por un lado, interpela un “todos” a que gobierne, por otro, resuelve el problema de cómo hacer para que ese “todos” gobierne en términos de representación. Toda representación, por otra parte, se sostiene en un doble y paradójico movimiento: une al mismo tiempo que separa. Une (desapareciéndola ipso facto) a la “multitud” al soberano, tornándola “pueblo”; al mismo tiempo que la/lo separa de la decisión, depositando en el “uno” tal atribución.
En relación con esto, nos pareció que todo el libro igualaba demasiado rápido centralización y mediación representactiva... A algunos nos parece apresurada, e incluso discutible, tal apreciación.
Ahora bien, los limites de esta concepción y de las prácticas a ella ligados atravesarían tanto a los liberales como a los socialistas. Estos últimos, asegura el texto, nunca lograron desarrollar un concepto propio de democracia.
Ahora bien, la apuesta fuerte del libro es que ese concepto de democracia, en que la representación soberana unifica, desapareciendo, a la multitud está caduco. Son, en suma, insostenibles. Y debemos, por lo tanto, reinventar las prácticas y las ideas en torno a la democracia, ahora que, por fin, las condiciones para su efectiva y absoluta realización están dadas, según los autores.
Que existe el deseo de que dicha democracia se haga carne recorriendo el mundo, intenta mostrarlo el libro en la segunda parte del tercer capítulo. Allí nos va presentando un “libro de quejas” que la multitud va construyendo gradual, aleatoria, descentrada pero no incoherentemente (como muestran Seattle y otras experiencias).
Los tres ejes comunes a todas las demandas de la multitud son las que hacen a la representación, a la pobreza y a la guerra.
Al tercer apartado, “La democracia de la multitud”, le dedicamos más tiempo. Creo que algunas de las ideas presentadas nos parecían bien, incluso bastante bien, pero no acordábamos demasiado con el diagnóstico a veces muy optimista, por unilateral, de los autores. Pero vamos por partes.
Nos pareció digno de atención el modo que se refuta la autonomía de la política, primero, y del soberano, después.
Si ya con Marx podía sostenerse que no hay tal autonomía de la política porque la dimensión económica es, cuanto menos, tan determinante como la política; en estos tiempos, teniendo en cuenta que la misma producción económica es, en sí, producción de relaciones sociales, la supuesta autonomía de lo político pasa por ser un disparate.
La analogía con la producción capitalista aclaraba el panorama: el capital no puede ser sino por que hay trabajo: su pretendida autonomía no pasa de recurso ideológico. Reformulado en términos posmodernos, podríamos decir que el biopoder necesita de la biopolítica, mientras que lo contrario es falso, y cada vez más falso.
Acá nos surgió otra duda: esto que dicen en relación a la dependencia del capital del trabajo ¿es así desde siempre y ahora adopta una nueva forma, sólo cuantitativamente diferente o se ha dado un salto cualitativo?
Además, a esto debemos sumarle que la (tan enfatizada por la tradición política moderna) autonomía del soberano (“el soberano no pacta”) es una imposibilidad conceptual y ontológica, porque siempre es la relación con el súbdito lo que sostiene la posibilidad de ser de aquél. Resaltamos que esta perspectiva permite reconsiderar el problema político, y en vez de llevarlo al terreno del soberano y su carácter de garante del orden, apuntar a la tensión constitutiva entre representado y representante.
Ahora bien, si bien la idea de hacer foco en la tensión y el conflicto, nos resulta más piola que la de reducir lo político a las prerrogativas del soberano y los modos en que este se despliega en un ámbito de excepcionalidad casi constante; lo cierto es que el modo en que los autores derivan de las actuales condiciones de producción las posibilidades de la emancipación de la multitud nos hacía bastante ruido. Entre las muchas preguntas que nos hicimos están: ¿Controla la multitud el proceso productivo? Si lo controla, ¿qué quiere decir eso? El posfordismo ¿es tan favorable a la autonomía de la multitud como sugieren los autores o , por el contrario, es un mecanismo mucho más complejo de dominación y heteronomía? ¿Qué implica controlar el proceso productivo: simplemente conocer cómo se ejecuta la producción? ¿No debe haber también la posibilidad de tomar decisiones en relación a esa producción y a los modos de producir? Y, si fuera esto último, ¿cómo decide la multitud y qué quiere decir que decide una multitud?
Debemos anotar que la parte más propositiva (no programática, porque los autores asumen que no se puede decir “qué hacer”) no nos dejó conformes. El conflicto parece situado sólo en la instancia de vinculaicón multitud-imperio, pero no se tematiza la conflictividad intra-multitud. Naturalemente, tratándose como se trata de abstracciones racionales (al modo de capital-trabajo) las determinaciones concretas vendrían después. Pero se hace difícil, agrego yo, racionalizar esas determinaciones una vez que se renunció a la dialéctica.
Es probable que definir la decisión en términos de expresión tenga que ver con esta renuncia a la dialéctica. La matriz spinoziana tiene sus costos. Como dicen los autores: la multitud puede también ser una multitud de fachos... ¿Qué se le va hacer?
Que la decisión surja del proceso, es decir que no haya sujeto que la pre-exista también se ajusta a este paradigma anti-hegeliano (¿anti-marxista?, me pregunto yo).
Y, por último, que el momento de la ruptura vaya a ad-venir (¿de modo inevitable, de acuerdo a las tendencias reinantes) de un evento remata el asunto, sin rematarlo... En fin, mucho para seguir pensando.

Cierro señalando que se abrieron dos líneas de trabajo a partir de esta lectura:
Estudiar los alcances de “lo común”, entendido como una instancia tanto a priori como posteriori, por un lado. Y las relaciones entre “lo uno y lo múltiple” que atraviesan muchas de las ideas que venimos trabajando, en la tradición de la filosofía política, por otro.

Encuentro del 11-09-11

Multitud.

A) Encaramos la lectura desde la articulación de tres elementos conceptuales que, a decir de los propios HyN, estructuran el libro. Estos elementos son: 1) El análisis de la especificidad u oportunidad histórica; 2) la propuesta de formas de organización; 3) el anhelo democratizante.

Sobre 1), señalamos la riqueza de este nivel de análisis. La oportunidad histórica en la que piensan HyN se instala al nivel de las categorías mediadoras, es decir, de las categorías que estarían entre la estructura fundamental de las relaciones capitalistas y los análisis de coyuntura más situados. Estas categorías mediadoras fueron estudiadas de diversas maneras en la tradición marxiana, en términos de modo de regulación, ciclos sistémicos, fases de acumulación, ciclos largos, etc. La postulación de estas categorías mediadoras supone que el capitalismo tiene una historia. Esto significa no sólo que el capitalismo llegó a ser en algún momento (y eventualmente podría dejar de ser), sino también que tiene una historia interna, que hay una historia de las formaciones sociales capitalistas. Esas formaciones sociales comparten todas una “determinación fundamental”, porque están organizadas a partir de la producción y extracción de plusvalía o a partir del trabajo asalariado. A la vez, empero, varían las peculiaridades históricas bajo las que se desarrollan, que asumen distintos rasgos en distintas oportunidades históricas. La oportunidad histórica, a la vez, es un concepto más amplio que el de “coyuntura”. Una coyuntura es de corta duración (unos cuantos años), está delimitada geográficamente (puede ser nacional o regional) y se refiere más que nada a las vinculaciones entre los actores políticos y sociales. Una oportunidad histórica (o un ciclo largo) tiene en principio una duración más larga (de varias décadas), tiene alcance mundial y no se limita al estado de las fuerzas político-sociales sino que abarca transformaciones en los patrones de acumulación y dominación, en el proceso de trabajo y en el rol estratégico de muchas instituciones sociales. Se trata, en suma, de un concepto más abarcador que el de coyuntura, pero más específico que el de capitalismo.

Recordamos un texto de Horkheimer, “Teoría tradicional y teoría crítica”, que dice (algo así como) que el capitalismo tiene un “núcleo duro” y un “cinturón protector”. El núcleo duro del capitalismo es la acumulación de capital, esto es, la creación y extracción de plusvalía mediante el trabajo asalariado. Este núcleo duro, a la vez, se actualiza mediante una sucesión de diferentes formas históricas, que fijan discontinuidades cualitativas importantes en el marco de la continuidad fundamental del sistema. Siguiendo este planteo y vinculándolo con Multitud, el paso del fordismo al postfordismo continuaría la acumulación de capital, pero bajo patrones diferentes: primacía del trabajo inmaterial, paso de la disciplina al control, aparición de formas de organización toyotista del proceso de trabajo, paso del imperialismo al imperio, emergencia de nuevas formas de soberanía global, etc. Nos pareció que, estemos o no de acuerdo con el contenido de los análisis de HyN sobre el postfordismo, el nivel de análisis en que trabajan sería adecuado.

Sobre 2), debatimos (sobre el final de la reunión) si es válido el “principio” autonomista que equipara las formas de la resistencia y las de la dominación (siempre atribuyendo primacía a las primeras). Señalamos que la organización debe atender (y adecuarse a) la “oportunidad histórica” para no caer en el utopismo. Sólo una organización capaz de dar cuenta del terreno histórico en que pisa (incluidas las formas de dominación) puede operar eficazmente. Sin embargo, señalamos también que la organización de los oprimidos y la de la dominación nunca son simétricas ni mucho menos paralelas. En este sentido, a veces HyN correrían el riesgo de confundir la adecuación estratégica entre dominación y resistencia con un simple paralelismo o analogía. Esto no permite, desde su planteo, dar cuenta de las prácticas de resistencia que precisamente se definen por ser antagónicas a la dominación. Por ejemplo, si el capitalismo postfordista se basa en el trabajo precario, los trabajadores muchas veces no aceptan eso como un dato, sino que lo resisten peleando por el pase a planta permanente y la estabilidad laboral. Ahí se ve que la organización de la resistencia y la organización de la dominación no son simplemente formas análogas pero de signo contrario, sino que son antagónicas, aunque cada vez en el marco de una coyuntura histórica determinada.

Sobre 3), este punto nos quedó bastante pendiente. Señalamos que el anhelo democratizador no es para HyN meramente histórico, sino que recorre como un “hilo rojo” toda la historia de las resistencias al capitalismo (y quizás es hasta más antiguo). Con todo, no llegamos a discutir mucho qué significaría este anhelo.

B) El concepto de multitud. Mencionamos que este concepto se dibuja entre la descripción y la prescripción. Por un lado, la multitud es una tendencia, no un dato o una realidad consumada. Así, formular la idea de multitud es colaborar con su desarrollo, es proponerla, como Marx proponía la lucha obrera. Por otro lado, esa propuesta no es arbitraria ni surge de la cabeza alucinada de algunos intelectuales, sino que ancla en tendencias efectivas en “lo real”, o mejor, no es un mero invento subjetivo sino un “invento” que se produce desde tendencias históricas.

C) El concepto de imperio. Discutimos mucho esto porque nos pareció que está relacionado con nuestras preocupaciones más viejas (el estado y la soberanía). Nos preguntamos: ¿qué significa la emergencia del imperio para el estado-nación? Vemos que en este libro HyN debilitan un poco sus tesis de Imperio, poniendo una serie de matices importantes que las hacen más sostenibles pero también más vagas. Por un lado, no afirman que haya surgido ya una nueva soberanía imperial o global, que dé por tierra con las pretensiones soberanas del estado nacional. En cambio, ven al imperio como una red de jerarquías globales en las que los estados nacionales ocupan algunos nodos de poder, disputándose su primacía global. Nos preguntamos si, o en qué medida, esto fija discontinuidades con el “viejo” imperialismo. Por ejemplo, mencionamos que en América Latina hubo procesos tempranos de independencia nacional formal, pero acompañados de una consolidación del imperialismo (que el estado argentino se consolidara con la campaña del desierto ilustra esto). Así, aún antes del postfordismo los estados funcionaban como nodos de una red de dominación capitalista global.

También señalamos que el argumento de HyN no iría necesariamente en contra de la recuperación de márgenes de acción para los estados nación. Ellos mismos dicen que puede haber imperio y estado fuerte, imperio nacionalizador, etc. En este sentido, así como el imperio se realiza a través de los estados, conlleva márgenes de acción para ellos. Esto no significa que la tesis de que hay un imperio global sea insostenible; significa que esta tesis se debilitó un poco porque de ella ya no se deriva la idea de una impotencia congénita de los estados. Lo que en todo caso cae es la idea de una soberanía económica y política autárquica. Hoy los estados, incluso los que pretenden desarrollar márgenes de soberanía, tienen que recurrir a alianzas regionales y supranacionales y no pueden actuar por su cuenta. Sin embargo, a la vez cualquier poder global tiene que contar con los estados soberanos y reconocerlos parcialmente, y no hay de momento una tendencia clara hacia algún tipo de “estado supranacional” mundial. Esto deja abierta la pregunta de cuánto pueden hacer los estados nación en el marco del capitalismo actual y, sobre todo, de si pueden albergar procesos de cambio histórico en sentido socialista (y no sólo favorecer la recomposición del dominio capitalista).

También hicimos una breve digresión sobre el significado de lo político. Algunos estamos pensando si la política no supone como momento la institución de una ficción representativa, es decir, la creación de espacios de poder que se arrogan el derecho de decidir por “todos” sus miembros (sea ese espacio estatal o no). En cuanto al estado, algunos pensamos en analizarlo en un triple nivel: como garante de la dominación de clase; como resultado de las relaciones de fuerza en la sociedad (es decir, como institución de dominación porosa a la resistencia); como agente con márgenes de actuación discrecional. Señalamos que las relaciones de fuerza en la sociedad (internas e internacionales) se expresan como “límite” al abanico de opciones que tienen los dirigentes políticos. En este sentido, ellos pueden operar desde lo estatal como representantes de “todos”, pero su acción está limitada porque ese “todos” está compuesto por diversos sectores sociales capaces de admitir ciertas directivas, pero que se rebelarán ante otras. Así, lo “social” y lo “político” se cruzarían para definir márgenes de acción estratégica posible. A lo mejor esta matriz de análisis permita enriquecer la comprensión del estado y su rol estratégico. Pensamos, asimismo, que esta matriz no sería necesariamente incompatible con lo propuesto por HyN.

D) La teoría del valor. Señalamos que HyN directamente abandonan los fundamentos de la teoría de Marx al afirmar que el tiempo de trabajo socialmente necesario no es ya la unidad del valor. Para ellos, en cambio, hoy el valor se produce “en común” y el capital en todo caso lucha por apropiárselo (por ejemplo, en la disputa por el copyright del conocimiento). A algunos esta idea nos parecía poco fecunda y directamente ajena al marxismo. Nos pareció preciso pensar por qué no habría que abandonar los fundamentos de la teoría marxista del valor (ya que no es válido sostener una línea teórica por mero prurito ortodoxo).

Reconstruyendo lo discutido, diría que preferimos la teoría del valor marxista y no la de HyN porque ésta última complica inútilmente las cosas, confundiendo la producción de valores de uso (la satisfacción de las necesidades sociales) con la producción para el intercambio. Efectivamente, las condiciones de posibilidad de la creación de valor siempre son sociales y “comunes”. Para que un trabajador produzca plusvalía y se someta a explotación, ese trabajador tiene que cumplir una serie de condiciones, desde ser un hablante competente del lenguaje hasta estar formado técnicamente (y ser ideológicamente dócil a la dominación de clase). Esas condiciones normalmente se garantizan en la socialización que se hace fuera del tiempo de trabajo asalariado, en la escuela, en la familia. Sin embargo, eso no obsta para que el valor se produzca en “lo común” social. Por el contrario, vemos que el capital sigue utilizando el tiempo de trabajo socialmente necesario como medida del valor, porque en última instancia sigue pagando salarios por tiempo de trabajo. Los ámbitos sociales que garantizan la socialización y educación de los trabajadores, lo mismo que la producción biopolítica de subjetividad y la creación de los “bienes comunes” inmateriales, no producen valor, sino que hacen posible que se produzca valor. Un ama de casa, por ejemplo, hace tareas indispensables para la reproducción de la sociedad (y de la sociedad capitalista), pero eso no significa que realice un trabajo productivo en términos capitalistas.

Perder de vista esa distinción, nos parece, obtura algunas construcciones prácticas, porque puede llevar a abandonar la lucha en los lugares de trabajo creyendo que el capitalismo ya no se juega allí. Además, conduce a errores de análisis porque no permite comprender la realidad capitalista como un todo diferenciado y sobredeterminado, donde todas las instancias están imbricadas pero no todas son análogas. Recuperamos la tesis de Althusser acá: la contradicción entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto, que es la base de la creación de valor, nunca se da en forma pura: no hay “contradicción bella”. En cambio, la contradicción está siempre sobredeterminada, esto es, coexiste con otros elementos concomitantes de la realidad que no se reducen a su lógica palmo a palmo. Así, la acumulación de capital es, por ejemplo, garantizada por el Estado; lo que no significa que el Estado acumule capital por sí mismo. Al difuminar la teoría del valor, nos parece a algunos, el análisis no gana nada en concreción y determinación (es decir, en comprensión de la totalidad social como global y diferenciada a la vez), sino que más bien lo sumerge todo en la noche en que todos los gatos son pardos.

E) Decidimos terminar de leer el libro porque hay dos puntos de la propuesta de HyN que se tocan con lo que venimos pensando y no llegamos a discutir. Primero, ellos apuestan a la democracia, concepto que ha estado circulando entre nosotros desde el comienzo. Segundo, su concepto de democracia (y de multitud) aspira a superar algunas de las “dicotomías” de la lógica “identitaria” de la soberanía: la democracia de la multitud habilitaría la afirmación simultánea de lo múltiple y lo común, evadiendo las suturas que hacen de lo común lo mismo. También señalamos que este es el nivel más general de discusión del texto de HyN (el de la aspiración democratizadora que excede el contexto histórico determinado). Como las discusiones de la reunión se centraron en los otros dos planos (la oportunidad histórica y las formas de organización), nos pareció importante dedicar algo de tiempo a este plano más “filosófico”.