9.12.09

Encuentro del 09-12-09

En esta reunión decidimos no retomar la lectura propuesta (hubo varios ausentes y la lectura previa fue uno de ellos), así que nos dedicamos a las cuestiones operativas con relación al cierre del año en curso y el inminente 2010.


- La cena de festejo de fin de año será el jueves 17/12 a las 20 hrs. en Casa Camarones. Hay que llevar cubiertos y una bebida. Por favor, confirmar su presencia así se compra el asado con anticipación.

- El verano será para descansar, así que la próxima reunión la pautamos para el sábado 13 de Marzo de 2010 a las 18 hrs., en principio en la casa de Nati. La fecha tuvo en cuenta la semana necesaria para la lectura previa y la fecha de finalización de los finales. Por otro lado, recordamos que la reunión de comienzos de Febrero de este año no tuvo una buena asistencia, por motivos más que comprensibles.

- La frecuencia de nuestras reuniones será en principio cada 3 semanas. Lo que se alternará según disponibilidad será el día (sábado o domingo).

- A modo de contextualización para aquellos que estábamos un poco desconectados de nuestras reuniones (ahorremos la primera persona del plural, digamos Sebastián directamente), se recordó la propuesta de trabajo que surgió después de la reunión sobre Carta abierta. La idea es transitar tres ejes: el primero sería el de la relación entre política y democracia (Nancy, Derrida, Rancière), el segundo el del pensamiento situado (Acha, Quijano, Dussel, Wallerstein) y el tercero consistiría en trabajar nuestras producciones. Vale mencionar que Rancière está pensado también como lectura previa al texto de Acha que se había sugerido.
Entonces, el plan de trabajo para el 2010 sería comenzar con el texto de Rancière y luego continuar con los ejes propuestos. Algunas lecturas sugeridas fueron: "Filosofía de la deserción", de Pelbart, "20 tesis de política" de Dussel y un artículo del mismo autor publicado en Dialéktica donde discute con Negri y Hardt, lo que nos invitaría a leer algunos pasajes de "Imperio".
Por otro lado, se sugirió la preparación para cada reunión de una breve contextualización y biografía del autor a abordar, para así reponer el lugar desde el cual está pensando. La idea es que la designación del encargado de esto se autorregule como las actas.

- Con respecto al PRI, en la página de la facultad habrá un link hacia nuestro blog. También se nos informó que para Mayo del 2010 habrá unas jornadas o una presentación de informes. La secretaría se comunicará con nosotros para mantenernos al tanto.

- Por el proyecto de extensión, el segundo llamado para la presentación de los cursos es del 1 al 26 de Febrero. Los que estemos interesados pronunciémonos por mail así armamos una lista aparte y vamos discutiendo por ese medio todo lo relacionado con este tema. La idea es poner en juego desde este espacio las inquietudes que compartimos sobre las muchas problemáticas pedagógicas existentes y a su vez buscar un lugar desde el cual proyectar lo trabajado en Polética. A partir de aquí queda todo por construir.

- En cuanto a la convocatoria, después de discutir sobre las incorporaciones que se fueron dando a lo largo del año y su repercusión hacia el interior del grupo, acordamos invitar a una reunión previa el 08/03 a las 19 hrs. en el aula 233 en la cual haremos una presentación del grupo para todos los interesados. La idea es ser lo más claro posible a la hora de comentar nuestra modalidad de trabajo, para así evitar el impacto que puede producir la asistencia a una de nuestras reuniones sin preámbulos ni introducciones, lo que quizá sea una de las causas para que muchos hayan "pasado" por Polética sin pena ni gloria. El mail lo redactará Juan Pablo, y también se mencionará allí algo sobre nuestra forma de trabajar. Por otro lado, para las incorporaciones que se den a lo largo del año intentaremos reponer esa reunión previa ya sea por mail o en algún encuentro con el interesado.

- Se comentó sobre las jornadas que se están planificando desde el Nodo para mitad de 2010 (un espacio que entiendo comparten Juan Pablo y Maia donde se reúnen distintos colectivos de trabajo). También recordamos lo de las jornadas de Tatián en Córdoba, que suelen realizarse a comienzos de año.

- Cerramos la reunión con un balance del 2009, esperando que aquellos que no estuvieron puedan hacer su aporte por mail (reconocimos que el jueves será imposible hacer esto junto al asado y compañía).
Aparecieron algunas autocríticas entre aquellos que no pudieron asistir como habrían querido a nuestras reuniones. Sin embargo, se reconoció que las intermitencias no perjudicaron al grupo ni a las particularidades y que además podían interpretarse como señal de una potencia, en cuanto implican una proyección del espacio hacia otras esferas. En este sentido, esta dispersión significaría también una proliferación de espacios que tal vez podrían ser incorporados a nuestras discusiones en Polética (pensamos, por ejemplo, en el mayor compromiso con la carrera y la participación en proyectos afines a nuestro trabajo).
También se señaló una doble lectura del buen funcionamiento que tenemos como grupo. Por un lado es una virtud la capacidad de debate y reflexión que tenemos, por el otro puede muchas veces disimular la falta de lectura. Comentamos que este año muchos textos funcionaron como disparadores virtuales del debate, lo cual puede ser bueno, pero en este caso sería recomendable explicitarlo para el año que viene como metodología de trabajo. Sin embargo, como la idea es seguir con las lecturas programadas, tal vez se puedan buscar objetivos no tan ambiciosos y que tomen en cuenta la disponibilidad de lectura que tenemos. De todos modos, cierta "cancha problemática" que tenemos, que hace viables nuestras reuniones incluso sin lecturas previas, se destacó como una de las más valiosas cualidades de Polética.
Marcamos como algo a tener en cuenta cierta monopolización de la palabra que algunas veces potencia nuestras discusiones pero otras las clausura. Desde ya que aquí entra en juego lo planteado anteriormente y no se espera nada más que mayor compromiso con las lecturas. Tal vez el mecanismo de apertura de las reuniones con la contextualización del autor permita también otra circulación de la palabra.
En cuanto a las incorporaciones fugaces que tuvimos, algunos las sintieron como perjudiciales para el grupo. Por ejemplo, en un momento se planificó un año de trabajo con casi 20 integrantes (lo cual influyó principalmente en las fechas y periodicidad de nuestras reuniones), cuando en realidad terminamos siendo poco más de la mitad. Aquí se señaló la diferencia entre estas visitas y las asistencias intermitentes, que mientras se mantenga el contacto siempre serán respetadas. Por otro lado, se recordó también que muchas incorporaciones han sumado efectivamente al grupo (al punto tal que casi olvidamos que no están con nosotros desde nuestros comienzos, hace ya 3 años y medio).
Se mencionó como algo a tener en cuenta para el 2010 nuestras producciones, que tal vez en este año fueron dejadas un poco de lado. A su vez, la posibilidad de programar unos jornadas desde el PRI o buscar espacios de visibilización sería también algo a discutir.
Resaltamos la pertinencia de reunirnos cada 3 semanas, período suficiente como para no saturar ni tampoco dispersar nuestros debates.

27.11.09

POLICIAS Y POETAS EN LA POLIS, por Ezequiel Pinacchio

Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras
Seminario de la carrera de filosofía.
Dr. Ralfh Buchenhorst
Primer cuatrimestre de 2006

La escritura del afuera: El lugar de la literatura en el discurso filosófico del siglo XX.

POLICIAS Y POETAS EN LA POLIS
La relación entre filosofía y poesía como instancia de lo político


Los poetas se mueren de vergüenza,
ningún decreto los prohíbe,
ninguna radio los calumnia,
los poetas se mueren de vergüenza
Juan Gelman

En el Siglo IV A.C., Platón expulsa a Homero de La República. Ahora bien: ¿Qué sentido tiene tal expulsión en el marco de la polis griega? ¿Qué connotación política (o anti-política) podemos hallar en dicha decisión por parte del padre de la filosofía ? Y, por último: ¿Qué cuestiones nos permiten pensar, aquí y ahora, este modo de concebir la relación entre filosofía, poesía y política?
Es en torno a estas preguntas que girará nuestro trabajo; serán ellas las que estructuren y orienten todo nuestro estudio y nuestra reflexión venideros. Conviene, sin embargo, precisar un poco más qué temas nos proponemos desarrollar en las páginas que siguen.
En nuestro trabajo, fijaremos un esquema desde el que será pensada la poesía en tanto que discurso, para así poder contraponerla a otra modalidad discursiva, la filosofía. Recurriremos también a un texto del filósofo francés Jacques Ranciere, El Desacuerdo, con el fin de aclarar algunos conceptos claves. Nos detendremos, sobre todo, en lo que hace a su distinción entre política y policía . Estos dos momentos del trabajo otorgan las coordenadas dentro de las cuales habremos de pensar la célebre expulsión llevada adelante por Platón.
Ahora bien, para pensar esta expulsión nos serviremos, no sólo del texto, sino también del con-texto del ateniense. El surgimiento de la democracia en Atenas habrá de jugar un rol crucial dentro de nuestro análisis. La importancia de Homero, de su obra, en la paideia y por lo tanto en el ethos griego, es otro de los elementos a destacar al pensar dicho contexto. Pretendemos en nuestro trabajo, señalar modos en las cuales poesía, filosofía y política pueden ser pensadas; para, luego, esbozar un encuadre conceptual desde el cual intentar las preguntas que cierran (abren) nuestro trabajo. Precisado el itinerario, comencemos.

Nuestro tema es, insistimos, la expulsión de los poetas y lo que esto implica en relación al pensamiento de la polis. Pero ya mismo deberíamos ponernos un poco más precisos. Pues en verdad, en el caso de Platón, no se acierta con repetir una y otra vez que ha echado a los poetas de la polis; esto es sólo parcialmente cierto.
En rigor, no es cierto que todos los poetas hayan sido expulsados. Lo fueron sólo aquellos que, con sus obras, no contribuían a la fundación y sostenimiento de l proyecto político de La República. Y quienes, en cambio, ajustasen sus palabras a la configuración político estatal promovida por el padre de la filosofía; aquellos que, por caso, representan debidamente a los dioses, rindiendo homenaje propicio a los héroes, aquellos que infunden con sus palabras y sus historias valor en los guerreros… aquellos poetas funcionales, en suma, a la constitución del estado platónico no tendrían porqué abandonar la polis.
Podrá objetársenos, por supuesto, que aquél que decide ser funcional a una política de Estado, sea ésta cual sea, ya no merece el título de poeta. Ergo, absolutamente todos los (verdaderos) poetas fueron expulsados de la polis y quienes se quedan en ella tan sólo usurpan, indebidamente, dicho nombre.
Tal manera de «resolver» este conflicto, sin embargo, en tanto termina centrando la cuestión en la respuesta a quién es un verdadero poeta, topa a su vez con no pocos inconvenientes, debido a los fuertes supuestos de los cuales debe hacerse cargo. Enunciaremos tan sólo el principal, ya que con él habrá de bastarnos para abordar las cuestiones que aquí nos interesan: al parecer, un rasgo innegociable a la hora de caracterizar al (verdadero) poeta reside en la autonomía de su discurso.
De ser esto así, se entiende fácilmente porqué todo aquél que acceda a cumplir un determinado rol asignado por una instancia no poética, (filosófico – política en el caso de La República), deja ipso facto de ser un (verdadero) poeta.
Así llegamos al nudo de nuestra cuestión, nudo que podemos cifrar en una pregunta: ¿Con qué derechos la filosofía sería la encargada de regular el quehacer poético? Lo cual, naturalmente, es nada más y nada menos que una sub-pregunta dentro otra mayor, y quizá la esencial que se le debe realizar a La República: ¿Por qué un filósofo gobernante? Adelantemos aquí, antes de continuar nuestro recorrido, nuestro supuesto básico: es en la posible competencia que un discurso autónomo, como el de la poesía, puede entablar con el de la filosofía a la hora de pensar y postular la política en donde se juega el núcleo de la preocupación platónica.

Para analizar la confrontación entre dos modalidades discursivas diferentes, como lo son - al menos para Platón - filosofía y poesía, conviene fijar, al menos esquemáticamente, algunas pautas. Para ello rescataremos el siguiente fragmento de la obra de Castagnino, Fenomenología de lo Poético.

El poeta realiza su mensaje en un discurso destinado a cumplir el circuito de la comunicación y como tal presenta un enunciado sígnico donde las palabras comunican verbalmente y valen como productoras de efectos; una enunciación en la cual cuentan el emisor. – es decir, el poeta que realiza lo vivenciado en su yo profundo, que plasma contenidos subjetivos actualizados -, el mensaje – cuerpo poético, envoltura realizada de acuerdo con ciertos principios estéticos, elemento material transferido de lo inmaterial -; el receptor – lector u oyente cercano o distante, en quien el emisor quiere que se reproduzcan, reactualizados, los estremecimientos por él vivenciados una vez y sobre quien aspira a que operen los efectos por él potenciados en el mensaje; y la referencialidad, apelación a la existencia vital codificada por el receptor (…)

Antes de seguir, debemos realizar una aclaración.
Sabemos bien que la poesía puede ser pensada por fuera del circuito de la comunicación y desligada de algunas de las características que se le asignan en este fragmento. Sin embargo, a los fines específicos de la confrontación entre poetas y filósofos, partiendo del supuesto ya explicitado según el cual son dos modalidades discursivas diferentes; creemos que este marco (el comunicacional) es el más apropiado. Por eso, será de acuerdo a estos elementos que ordenaremos nuestro análisis de la obra de Platón. Reformulémonos entonces: se trata de emisor, receptor, mensaje y referencialidad.
Hecha la aclaración, retomemos nuevamente el hilo de nuestras reflexiones.

Contra la sugerencia de Manuel Vázquez, según la cual se habría dado algo así como un fracaso como poeta trágico por parte de Platón ; Gadamer asegura que es falso suponer “que Platón hubiese reconocido que no habría podido ser un gran poeta” sino que, en realidad, “no quería serlo, pues con Sócrates se habría dado cuenta de que en vistas de la aparición de la filosofía ya no valía la pena ser poeta” . ¿Por qué no la valía? Veamos.
Sin duda, si hay un terreno que han de disputarse filósofos y poetas ése es el de la palabra, el logoi, en lo que hace a su sentido y en lo que hace a su uso. Leyendo el libro IV de la República encontramos muchas indicaciones que confirman esta disputa. La principal acusación contra Homero, y otros poetas, estriba en que no dicen lo que debe ser dicho. O sea, en que usan nombres que no refieren a lo que dicen que refieren. Así, por caso, se dice de un Dios que se lamenta, o miente, o que cambia de forma. Acciones estas que no pertenecen al ser y hacer de un Dios, y por tanto que no han de estar incluidas en su definición.
Formulemos el problema que Platón denuncia: el poeta imitativo describe al Dios, y también al héroe, tomando como parámetro el accionar y el modo de ser de los hombres comunes, terrenales, con todas sus imperfecciones propias del mundo sensible, en sus reiterados pasajes del ser al no ser, en suma de acuerdo con las apariencias. Eso mismo que hoy muchos elogiarían como «realista».
En cambio, el poeta que sí pueda quedarse en la polis, es decir aquél que no será expulsado de la misma, «aquél tutelado por la filosofía», deberá proponer un modelo según el cual el hombre común, terrenal, atienda a seres que actúan según su definición (eterna e inamovible) y las implicaciones que de ella, racionalmente, se siguen.
La referencialidad, en uno y otro caso está, como vemos, en franca contraposición. Mientras una remite a lo que debería ser como parámetro para juzgar las palabras, el otro a remite lo que es o puede ser como validación de las mismas. De aquí que Platón se permita proponer un argumento como el que sigue: “En general todo lo que es perfecto, ya nazca su perfección de la naturaleza, ya del arte o de ambos, está muy poco expuesto a cambios por efecto de una causa extraña (…) el Dios es perfecto (…) Luego considerado el dios bajo este punto de vista, de ninguna manera es susceptible de adoptar muchas formas (…) es imposible que el Dios quiera cambiar”. De aquí se sigue, racionalmente, la censura a que Homero diga: “Los dioses disfrazados bajo formas extrañas andan por todas partes, de ciudad en ciudad.”
Esta impropiedad a la hora de presentar a los dioses, debe resaltarse, no es menor; ya que incita en el pueblo, gente incapaz de comprender el carácter alegórico de las palabras, pasiones inconducentes al recto funcionamiento de la polis .
Las palabras del poeta, que no dan a cada cual lo que corresponde, o sea que no ofrecen la definición correcta de lo que es, conducen, sobre todo si son bellas, a un encantamiento poco provechoso para la felicidad de la pólis. Este es el motivo principal para su merecido exilio.
Pero podríamos preguntarnos si es tan sólo esta relación con las imágenes, la alegoría engañosa, la apariencia funesta, y todo ello debido al mínimo grado de realidad de estas obras del arte poseen, lo que determina la condena de Platón. Podríamos preguntarnos al respecto, es cierto.
Sin embargo, no deberíamos ser del todo ingenuos en este sentido: no es únicamente por su relación con la imagen, sino por el tipo de imagen que se propone, donde ancla el rechazo. Pues el mismo Platón suele servirse a su modo y para sus fines de las imágenes. Por otra parte, y aunque las imágenes están emparentadas con la apariencia y con la mentira, es el mismo Platón el que asegura que mentir sí les es permitido a los gobernantes . Nuevamente, todo se reduce a delimitar quiénes pueden y quiénes no realizar tal o cual actividad; que será, ni más ni menos, la que por esencia les corresponde. La veta política de la expulsión comienza a tornarse más clara.
Además, sucede que estas imágenes no deben ser tomadas de manera aislada, analizándolas una por una, como si realmente importaran ellas de por sí; sino que deben pensarse como elementos que hacen a la configuración de todo un mundo, es decir al establecimiento de un mito; y, más propiamente, un mito de origen. Ya no sólo origen como «comienzo», sino, y sobre todo, como instancia determinante de todo el ser de lo real; y así, por lo tanto, de un ethos comunitario.

Se ha señalado en reiteradas ocasiones que la expulsión de Homero es la muestra más potente que encontramos de la radicalidad que entraña el proyecto platónico. En palabras de Gadamer: “(…) Hay que comprender la crítica a los poetas sólo en conexión con esa fundación global del estado y con motivo del rechazo radical del estado existente (…)” Por eso aquí no se trata de atacar a un poeta, sino de confrontar con el poeta: aquél que con sus palabras da forma, con-forma, a esa sociedad que Platón quiere combatir, a la cual desea revolucionar. En las líneas que siguen intentaremos mostrar, aunque sucintamente, ciertas particularidades de la obra de Homero que hacen al sentido cabal de su expulsión.
Eduardo Maggiolo - siguiendo muy de cerca a Castoriadis -, sostiene la hipótesis de que el surgimiento de la democracia y el de la filosofía están estrechamente ligados al ser del corpus homérico. De aquí que a la pregunta “¿Por qué solamente los griegos crearon la democracia y la filosofía?”, responda: porque el texto fundacional de los griegos - a diferencia de las culturas judías, cristianas y musulmanas, todas ellas monoteístas – es obra no de un profeta, sino de un poeta. Y éste, como tal, no profetiza, ni entrega ninguna ley divina,- trascendente e inamovible -, ni signa de antemano desde una instancia heterónoma a la sociedad cuál debe ser el comportamiento de sus integrantes. El monoteísmo revelado sería así el antónimo de la democracia. Y a lo heterónomo de la primera se opondría de raíz a lo autónomo de la segunda.
Por otra parte, cabe aclarar que, aunque ciertamente tienen cabida los dioses en la obra de Homero, estos se alejan tremendamente del Dios de las culturas monoteístas recién mencionadas. En pocas palabras: los dioses del olimpo homérico no son garantía de nada para el hombre y éste siempre está expuesto a ser favorecido o no por ellos, independientemente de las acciones que se realicen. De aquí que la hybris sea tanto un concepto vertebrador como inasible de la obra homérica. Nadie sabe bien dónde comienza y dónde termina la jurisdicción divina y dónde la humana. Esto se hace patente sobre todo cuando, por caso, mortales y eternos pueden mantener relaciones de toda índole, incluso sexuales; o cuando un mortal puede dejar de serlo por gracia de un inmortal. Puede decirse que, la acción de los hombres está, en gran medida, libertada. Una trágica autonomía humana, un rasgo incluso de abandono divino, palpita en cada línea de La Odisea. Ejemplos hay varios. El más excelente hombre de la Illiada, Hector domador de caballos, es traicionado por una diosa, Atenea. Otro ejemplo. Un favorito de Zeus, Zarpedón, muere ante la contemplación dolida e impotente del más poderoso de los dioses.
Ahora bien, tras este brevísimo repaso, podemos confirmar que nada hay de inocente en la expulsión llevada a término por Platón. Si creemos las palabras de Maggiolo, que son a su vez eco de las de Catoriadis: el ethos de la polis griega se sostiene en esta obra poética. Homero es, ni más ni menos, el pedagogo de varias generaciones atenienses. Y Platón se enfrenta a todo esto.
Por eso aquí se juegan varias cosas, primero y fundamental, quien será el emisor del discurso que rija la ciudad, su autentico gobernante. Y, por tanto, qué se dice y a quién se le dice.
Recién veíamos cómo aquello que dice Homero lo tornaría el acreedor predilecto de la expulsión platónica. Sucede que sus palabras (su mensaje) configuran un ethos dañino a la polis. Ethos que hizo posible, entre otras cosas, la democracia por Platón denostada. Y aquí ya tenemos el segundo elemento a considerar, o sea el receptor, que es ni más ni menos que el demos ateniense. Ahondar este tema nos obliga a revisar el contexto histórico social en la Atenas del siglo V A.C.

“Desde principios del siglo VI, con las reformas instauradas por Solón, se había iniciado en Atenas un proceso de democratización progresiva impulsada por la creciente fuerza que fueron asumiendo los sectores populares” . El fortalecimiento de dichos sectores, y así de la democracia ateniense, estaba íntimamente ligada, mas bien directamente posibilitada por el carácter belicoso e imperialista de de dicha nación. Las guerras y el consiguiente dominio del mar, sumado a los tributos que recibía, la enriquecieron notablemente. Esto posibilitó diversas decisiones políticas que tenderían a ampliar la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas. Rentar las funciones públicas es quizá la medida más relevante en este sentido; pues, de otro modo, sólo quienes tenían su subsistencia asegurada podían acceder a ellas. “Así se fue ampliando la base democrática al punto de admitir el derecho de participación de aquellos que, aún siendo libres, se dedicaron a tareas manuales tradicionalmente identificadas con la esclavitud” . También el sorteo de las magistraturas resultó ser decisiva.
Sabemos bien que Platón tuvo un compromiso directo e inquebrantable con la política de su época. “Los desgraciados acontecimientos que habían conmovido a su patria y se habían abatido en forma irreversible sobre su maestro, movieron a Platón a la redacción de un tratado sobre la mejor forma de gobierno, así como sobre la justicia, que compuso entre el 384 y el 377 A.C.” ” Se trata, por supuesto, de La República.
A propósito, Deleuze y Guattari en su libro Qué es la filosofía señalan que Platón creía urgente el establecimiento de ciertos parámetros que hicieran posible la fundación, o mejor dicho la re-fundación, del Estado ateniense. Las Ideas (pretendido parámetro) y el privilegio de los filósofos para dar con ellas, muy lejos de ser una extravagancia gnoseológica; conformaban entonces “el pharmakon”, el remedio al mal de una democracia desbocada.
Ahora bien, las desventuras en la guerra del Peloponeso, guerra que promovió y sostuvo a la democracia, terminarían por socavarla.

“Hacia finales de la guerra en el 404, Atenas emprendió un cuestionamiento a las prácticas ligadas a la democracia imperante en los años de la guerra” . Y es en ese año precisamente, con la toma de Atenas por Lisandro, en connivencia con los aristócratas vernáculos que se harían luego del poder; que Platón es llamado a ejercer funciones públicas (Carta VII).
Sin embargo, es oportuno aclarar que “la desilusión fue rápida. No era así como había concebido el gobierno de los mejores” y que “Rompe, sin duda, con el partido antes de la revolución que en 401 restaura la democracia” . Pero, preguntémonos: ¿qué es lo que tanto molestaba a Platón del régimen democrático?
El artículo que venimos siguiendo para esta exposición, nos da la pauta cuando señala que “sólo eventualmente y ante problemas puntuales se solicitaba la competencia de especialistas en terrenos no referidos directamente a la decisión política” Así: “La actividad pública (…) no exigía ningún saber específico” Platón bien comprendía entonces que “se había roto, pues, la limitación que equiparaba los derechos políticos no sólo con la posesión de tierra y la nobleza, sino también a ciertas cualificaciones intelectuales” .
Cuando todos los hombres tienen derecho sobre aquello que desean, y dándose el caso que cada cual tenga permiso para expresar e intentar imponer su verdad (Democracia); no otra cosa que el Caos puede resultar allí. Y se torna urgente entonces, a fin de constituir la pólis, proponer un marco de inteligibilidad que regule las voluntades individuales, que las torne algo así como partes de un todo orgánico, donde la pretensión de cada uno no se halle inevitable, e incontrolablemente, en puja con las otras voluntades.

Es debido a todo esto que conviene pensar el sentido general de la República como la propuesta de un modelo de Estado en el cual la idea de justicia sirve de principio fundador y regulador de la distribución y articulación de los integrantes, es decir de las partes de la polis. Y así es, precisamente, como lo interpretará Ranciere.
La definición de justicia que Platón propone en su obra viene a oponerse ante todo a la polypragmosyne, y por eso puede entenderse en términos de cada cual a lo que le es propio. Así se evita que cada uno haga “demasiado”, o más bien “cualquier cosa”.
Se trata de ordenar los elementos de la polis, cada parte en su lugar, definiendo debidamente el ser y, de acuerdo con ello, el modo de comportarse de cada cual.

La organización de La República es una persecución interminable de esa polygramosyne, esa confusión de las actividades apta para destruir toda repartición ordenada de las funciones de la ciudad y hacer entrar las clases unas dentro de otras. El libro IV de la República, en el momento de definir la justicia, - la verdadera justicia, la que excluye la distorsión -, nos advierte solemnemente: esta confusión “causaría a la ciudad el mayor prejuicio y con justa razón se la consideraría el crimen capital” .

Es dentro de este panorama socio histórico y de acuerdo a estas preocupaciones filosófico-políticas que debemos seguir pensando la expulsión de los poetas llevada a cabo por Platón de su República.

Ya hemos expuesto todo aquello que nos parecía pertinente en lo que hace a la expulsión de los poetas. Presentaremos a continuación algunos conceptos que, creemos, nos permitirán pensarla desde otra óptica, y debido a ello ampliar las posibilidades para la reflexión de la confrontación entre filósofo y poeta.

Nos ha interesado especialmente la distinción y contraposición entre policía, por un lado, y política, por el otro, que realiza Ranciere en su libro El Desacuerdo; y a esta distinción dedicaremos las líneas que siguen. Conviene aclarar, sin embargo, que no será exhaustiva nuestra exposición del libro ni detallado el análisis de su desarrollo, puesto que nuestro principal interés sigue siendo el de abordar las preguntas que nos hiciéramos al comienzo.

Según Ranciere, lo que suele denominarse política, se corresponde en realidad con otra actividad, que, siguiendo a Foucault, denominará policía. Aunque no debemos confundir a esta “policía” de la que nos hablan los filósofos franceses con la que, en realidad, no es más que la “baja policía” (la del patrullero, la comisaría y su gritos de “manos contra la pared”); pues ésta última, en verdad, es tan sólo un corolario de una lógica sistemática más amplia que la cobija, promueve y dota de sentido. Lógica que define Ranciere en los términos que siguen.

La policía es, en su esencia, la ley, generalmente implícita, que define la parte o la ausencia de parte de las partes. Pero para definir esto hace falta en primer lugar definir la configuración de lo sensible en que se inscriben unas y otras. De este modo, la policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos de hacer, los modos de ser y los modos de decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y de lo decible (…)

La policía es entonces la actividad de clasificar, dando a cada cual su merecido, ejecutando, como quería Platón, una distribución justiciera de las partes, sosteniendo el orden social en el principio de la armonía. Por todo esto, Ranciere dice:

Propongo reservar el nombre de política a una actividad bien determinada, antagónica (…): la que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por la definición no tienen lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte. Esta ruptura se manifiesta por una serie de actos que vuelven a representar el espacio donde se definían las partes, sus partes y la ausencia de partes. La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar, hace ver lo que tenía razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde un ruido tenía lugar (…)

Así vemos que la política, a diferencia de la policía, trata de la ruptura (o distorsión o Desacuerdo) que atraviesa una determinada sociedad y desarma toda clasificación, desclasificando; promoviendo la reclasificación, al tornar visibles partes que antes no eran visibles, y sobre todo forjando el pasaje del mero ruido a la palabra inteligible. Ahora bien, a la base de cualquier actividad propiamente política, subyace un supuesto que, como insiste Ranciere, no es propiamente político: la igualdad. Y es de acuerdo con esto que podemos precisar un poco más su noción de política y afirmar que:

Hay política cuando hay un lugar y unas formas para el encuentro entre dos procesos heterogéneos. El primero es el proceso policial en el sentido que se intentó definir. El segundo es el proceso de la igualdad. Con este término entendamos provisoriamente el conjunto abierto de las prácticas guiadas por la suposición de la igualdad de cualquier ser parlante con cualquier ser parlante y por la preocupación de verificar esa igualdad.

Esta aclaración es importante porque nos permite salir del mal entendido según el cual en un extremo estaría lo policial y en el otro, separado, lo político. Lo cierto es que éste último siempre opera en el primero, ya que no tiene sentido sin él: sólo se puede desarmar lo armado, des-clasar las clases. La política siempre irrumpe en lo policial, en el sistema instituido. Es ese encuentro de lo heterogéneo que corroe lo homogéneo. Y es la igualdad lo que motoriza dicha corrosión. Ahora bien:

O bien la igualdad política no provoca ningún efecto en el orden social, o bien provoca en la forma específica de la distorsión. La libertad vacía hace de los pobres de Atenas el sujeto político del demos no es otra cosa que la coincidencia de dos lógicas.

Aquí ya obtenemos el pie para volver y re-significar la embestida de Platón contra Homero, de la filosofía de aquél contra la poesía de este.


Resumen y consideraciones (no tan) finales.

En nuestro trabajo pretendimos dar cuenta de dos modalidades discursivas en pugna. Establecimos para ello un marco de análisis que permitía aclarar y definir los elementos de nuestro interés. Asignamos al discurso cuatro características básicas: emisor, receptor, mensaje y referencialidad. Desde ellas, analizamos la célebre expulsión de los poetas perpetrada por Platón en su República. Creímos necesario, además, salirnos del texto y dirigir nuestra reflexión también al con-texto de este filósofo. Pues se nos presentaba como un elemento particularmente significativo la polis griega y sus abatares democráticos en lo que hace a dicha expulsión. Creímos que la política era el concepto central sobre el cual debía girar nuestro trabajo, que en miras de este se tornaba realmente significativa la confrontación poeta-filósofo. Mas para dar cuenta de tamaña confrontación, nos vimos obligados a repensar el concepto mismo de política. Ranciere y su distinción entre policía y política sirvieron a tal fin. Así comprendimos que, en verdad, el tipo de resolución que Platón propone al litigio entre la poesía y la filosofía (que consiste en subordinar a esta la producción de aquella), lejos de ser calificable como una medida política, debe pensarse como una policial; en tanto anula el encuentro entre dos lógicas heterogéneas, y lo hace siempre en miras de restituir o postular un determinado orden. Ahondemos en esto.
A criterio de Ranciere, Platón con su propuesta sólo reponía la distribución de las partes de la sociedad, sobre el principio de la justicia, a fin de alcanzar la armonía de la polis. Con su discurso reconducía al demos emergente, que estaba propiciando la des-ubicación de las partes en el todo de la polis, a ese lugar del cual, a su parecer, nunca debía haber salido: el del mero trabajador. Nosotros intentamos mostrar cómo la democracia, re-significada por Platón como títere de la oligarquía, y también como antecedente inevitable de la tiranía, se enlazaba sin más con la expulsión de los poetas. Nuestro hincapié en el receptor de la poesía y nuestro comentario de la influencia de Homero en el ethos ateniense, fueron desarrollados con tal fin. La legitimación del discurso filosófico, haciendo pie en la razón, en contra de la poesía imitativa, también apuntaba en dicha dirección. El demos interpelado y posibilitado por el discurso homérico había llevado a la polis ateniense a la condición en la que Platón la hallaba. Condición de la cual quería arrancarla, por tornársele funesta. La regulación de la poesía por la filosofía, el tutelaje del poeta por el filósofo, creemos nosotros, encuadran significativamente en este esquema.
Hagamos ahora una pausa.

Con todo este análisis, hemos intentado dar cuenta de tan sólo una de las maneras en que filosofía y poesía han sido relacionadas a lo largo de la historia. Sabemos de muchas otras propuestas para pensar la relación entre filosofía y poesía que se han acontecido en la historia y muchas de ellas las hemos analizado en nuestro seminario. Hemos visto que Parménides, aún conciente de la distancia entre el discurso del ser, el único verdadero, y cualquier otro, creé estratégica la aprensión y dominio de la doxa, a fin de no ser superado en la confrontación. Así, la filosofía se distingue de su otro primordial, pero no se deshace de él: el discurso poético no es eliminado, sino utilizado. Más aún, como todos sabemos, son las musas aquellas que conducen al joven iniciado a la casa de la verdad. De Platón ya hemos dicho bastante: el discurso filosófico ha de regular cualquier otro discurso, y en particular la poesía. Heidegger, a diferencia de este, que los expulsaba, decide convocar nuevamente a los poetas. Sostiene el alemán que es hora de que el pensamiento vuelva a su fuente originaria, el poetizar; ubicado justo detrás de Platón, por fuera de la metafísica que este ha inaugurado. La filosofía habrá de fundirse en la poesía, habrá de justificarse en ella, pues sólo ella es realmente la que dice. Algo más contemporáneamente, esta pretensión es atacada, pero también, de algún modo, continuada. Badiu, entre los que la atacan, sostiene la especificidad de la filosofía y del mathema (razonamiento desacralizante) que la caracteriza, que la autonomiza. Derrida, en el otro extremo, acercándose de curioso modo a Heidegger, también disuelve la diferencia entre los discursos. Sostiene que la pretendida conceptualidad del discurso filosófico, nunca logra deshacerse de su impronta metafórica, confundiéndose entonces en la gran trama de un texto en lo que todo es, que es todo. Todo concepto es, esencialmente, metafórico. Habermas, en cambio, brega por conservar las distinciones entre los ámbitos de los discursos. Una cosa es la ficción y otra muy distinta la realidad. La filosofía, por su parte, operaría como “puente” entre los saberes especiales y la sociedad.
Como se ve, el espectro de posibilidades es amplio a la hora de pensar y proponer la relación entre filosofía y poesía. Ahora bien: ¿Cuál de estas filosofías, o cuáles, servirán para dar respuesta a los interrogantes con los que cerraremos nuestro trabajo? He aquí la cuestión.

Al inicio de nuestro trabajo nos preguntábamos: ¿Qué sentido tiene tal expulsión en el marco de la polis griega?, y también, ¿Qué connotación política (o anti-política) podemos hallar en dicha decisión por parte del padre de la filosofía?
Y consideramos que hemos otorgado valiosos elementos para seguir pensando en torno a ellas.
Pasemos ahora al abordaje de la última pregunta que nos hacíamos en el comienzo: ¿Qué cuestiones nos permiten pensar, aquí y ahora, este modo de concebir la relación entre filosofía, poesía y política?


nunca se sabe si el remedio
era como lobos hambrientos
Juan Gelman

Argentina, 1976. También entonces el caos debía ser suprimido y cada cosa debía retomar su lugar, su propia parte en el reparto de las partes de lo que hay (policía). El auto denominado “proceso de reorganización nacional”, que puso alto durante siete años a la democracia en nuestro país, se endilgó dicha función. Y aunque no corresponde a este breve trabajo detenerse en el análisis de dicho período histórico, vasto cruel y demasiado complejo, convendría no perder de vista las palabras de Rodolfo Walsh, en su Carta Abierta a la Junta Militar (ver ANEXO), donde denuncia y describe, a tan sólo un año del golpe de estado y muy pocos días antes de ser asesinado, los tristes logros de los Agentes del Orden en cuestión.
En nuestro trabajo hemos visto que Platón renegaba de la democracia de sus días, y ofreció como alternativa a ella su famoso modelo de República. Este modelo era fuertemente aristocrático en su dirección y totalitario en su planeamiento. Atender a esto es importante, ya que es en dicho contexto ideológico que expulsaba a los agentes del caos, es decir los poetas (no alineados). Esto era muy comprensible, en verdad: su pretensión de regir el Estado con acuerdo a las normas de razón, ese anhelo furioso de ajustarse a las Ideas, de que los hombres se amolden a ellas, y sobre todo de que las palabras, digan lo que es, o sea no digan lo que no es; no le dejaba otra alternativa. Al cabo, quien cree que el conocimiento de la verdad es privilegio o potestad de unos pocos y, además, que es en base a ese saber debe ser gobernado un Estado, se tornará inevitablemente aristocrático; y si, sumado a esto, posee la suficiente dosis de “filantropía” como para no permitirse dejar a nadie por fuera de dicha verdad, redundará, pues, en un total totalitarismo.
Nuestro país, Argentina, fue claramente atravesado por este espíritu platónico, en lo que suele denominarse “la última dictadura militar”; al menos en lo que hace a la censura y el marcado signo antidemocrático. Pero con el siniestro agregado de que la obra ya no se limitó al papel, a la hoja impresa, a la elucubración teórica, sino que se encarnó en la historia efectiva, redundando en muerte, en exilio, y sobre todo, en un profunda y persistente fragmentación social, fruto del miedo en aquellos días y de un profundo descreimiento en estos, de nuestra polis.
A veinticinco años del final de aquél oscuro proceso dictatorial, las preguntas que nos permite formular la expulsión platónica conservan una vitalidad y urgencia alarmantes.
Ya sabemos cómo es una posición filosófica que obtura el cruce de su discurso con el de la poesía. Y si compartimos los términos expresados por Ranciere, esa manera, que es la de Platón, es no política, sino mas bien la mismísima anulación de la política. Por todo lo dicho, nos cabe preguntarnos, aquí y ahora, al modo de un cierre (que es una apertura, en verdad):
¿Qué elementos habría de tener una posición filosófica a la hora de concebir su relación con la poesía para tornarse actividad política y no, en cambio, una clausura de tipo policial? ¿Cómo abordar el principio de igualdad, que a criterio de Ranciere es el principio no político de la política, desde la filosofía para entablar una relación fructífera, proclive a una verdadera democracia, con su otra primordial, la poesía ?
¿O será acaso que un pensamiento impelido por la voluntad de igualdad no se deja clasificar tan fácilmente, ya sea como filosofía ya sea como poesía? ¿Qué disciplina (o indisciplina) surge de asir y profundizar el principio de la igualdad? ¿Quién sería entonces el emisor privilegiado del discurso que de forma a nuestra polis? ¿Podrían, aunque con distintas modalidades, filosofía y poesía, expresar un mismo mensaje? Y respecto al receptor, ¿cómo tornar al pueblo, al demos - siempre desplazado, u objetivado (lo que es quizá peor), por el pensamiento tradicional de los filósofos - en instancia crucial de nuestro pensamiento, en su verdadero y único sujeto?


ANEXO

CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH
A LA JUNTA MILITAR
1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivtas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.1
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.2
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.3
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.4
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.5
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.6
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces dc atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea 7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.8
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay.9
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".10
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisioncs internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subtérráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortutunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideologia que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán dcsaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

NOTAS

1 Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de "liberados" que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas.
2 El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en Ios brazos, las manos, los muslos, cerca de Ia boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba".
3 "Cadena Informativa", mensaje Nro. 4, febrero de 1977.
4 Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba, monseñor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Angel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este úItimo había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga".
5 En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000.
6 Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.
7 "Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27.
8 El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por "La Opinión" el 3-10-76 admitió que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo".
9 El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2-5-76. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2-6-76, después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo acusó de "simular" su secuestro.
10 Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según "La Razón" del 12-6-76. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.
11 Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más.
12 Diario "Clarín".
13 Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales.
14 Prensa Libre, 16-12-76.

Encuentro del 22-11-09

Comienzo recordando que la próxima reunión será el 8 de diciembre en la casa de Lucía y de Marcos, a las 6 de la tarde. Intentaremos abarcar la totalidad del libro de Rancière. En la reunión que en breve pasaré a comentar conversamos las palabras preliminares y los apartados 1 y 2. Pero antes de detenerme en esto, hago hincapié en cuestiones más bien burocráticas y/o programáticas.

CUESTIONES.

PLAN DE TRABAJO. Estuvimos diciendo que quizá sería bueno establecer el curso de problemas y lecturas que querríamos hacer el año próximo. La vez pasada esto lo había hecho, por motus propio, Juan Pablo. Quizá esta vez podamos meterle mano entre todos.
HORARIO. El recién mentado JP sugirió que sería bueno establecer expresamente los parámetros desde los cuales decidiremos la periodicidad de nuestros encuentros. De todos modos, creo que ya está establecido que en cada reunión fijamos la fecha de la siguiente, y que por lo general tratamos que sea cada 3 o a lo sumo 4 semanas el intervalo. Aunque, en esto tiene razón JP, habría que puntualizar si nos sigue pareciendo una opción viable el juntarnos el domingo, a fin de que las dificultades que muchos tenemos los sábados puedan salvarse. Y también si haremos un receso en las vacaciones. Acerca de estos dos últimos ítems, el domingo y el receso, sería bueno que nos pronunciemos vía mail.
EXTENSIÓN. Resta programar una reunión para discutir si queremos presentar alguna actividad en el marco de la secretaría de extensión, y en consecuencia quiénes podrían sumarse y qué sería esa cosa a presentar.
PRI. Pregunta: ¿Hay que presentar un informe anual o sólo al final del plazo requerido, que en nuestro caso es de dos años, hace falta presentarlo? Calculo que Seba debe tener más idea de esto.

RANCIÈRE, EL DESACUERDO.

En primer lugar, se recordó cómo habíamos llegado a este texto. En pocas palabras, tras la lectura del libro de Nancy se habían abierto dos frentes: el de la política y el de la democracia. Este último motivó la lectura de Derrida (en la reunión pasada), quien a su manera también planteaba algo así como una “democracia nietzscheana”, que era lo mismo que estaba presente en Nancy. Rancière, a su vez, tiene una interesante manera de presentar lo político, y es eso lo que lo liga al segundo frente abierto. Pero no sólo eso: además Rancière iba a servirnos de puente para arribar a nuestras futuras lecturas, que tendrán como interés fundamental el pensamiento situado en Latinoamérica. ¿Por qué? Porque el texto de Omar Acha (propuesto para incursionar en este problema) lo cuenta como una de sus principales bases teóricas, según se dijo. Pero pasemos de una vez a qué dice, o entendimos que dice, o entendí yo que entendimos que dice, El Desacuerdo .
El inicio de la reunión fue bastante trunco, nos costó bastante agarrar la dinámica de conversación y problematización que suelen tener nuestros encuentros. Sin embargo, poco a poco, y haciendo bastantes paradas en la literalidad del libro, la cosa se fue armando.
En las “palabra preliminares”, Rancière propone la pregunta en torno a si existe la filosofía política. A su entender, aunque se proclame tanto y por todos lados “el retorno” de la filosofía política, en verdad lo que se hace en nombre de ella no pasa de ser un comentario a textos de la tradición que queda estrechamente restringido a la concepción de administración estatal, a la pura gestión de lo permitido por el mercado; o sea en el marco de una visión según la cual política es el ámbito de acción posible de los representantes políticos entendidos éstos como meros gestores. Y todo esto, como veremos más adelante, lejos de ser caracterizado como “política” por Rancière, será lo nominado como “policía”.
Rancière se preocupa por dejar en claro en qué términos tiene sentido plantear la filosofía política, intenta definir cuál es el objeto propio de esa pretendida disciplina del pensar. En este sentido, nos dice que la filosofía se torna política en el momento en que se hace cargo de la aporía constitutiva de lo político. Ahora bien, cuál es la aporía de lo político se preguntarán. Para esto es necesario remontarse a Aristóteles, a “El comienzo de la política”.
En su Política, el estagirita distingue entre quienes tienen “voz” y quienes “palabra” (o logos). A su modo de ver, lo primero que es la mera capacidad de emitir sonidos iguala al hombre y los animales en general. Por eso es en la capacidad de logos en donde se instancia la diferencia específica de lo humano. Y esto se debe a que la voz sirve para indicar placer y dolor, mientras que la palabra manifiesta lo útil y lo nocivo, y en consecuencia (dice Aristóteles), lo justo y lo injusto. La vida en familia y en comunidad, el terreno político, sólo es posible entre quienes manejan estas últimas categorías.
Ahora bien, Rancière se detiene especialmente en analizar ese “en consecuencia” que une “lo útil y lo nocivo” por un lado, con “lo justo y lo injusto” por el otro, como si de una limpia deducción se tratase. ¿Por qué? Porque para el franchute es precisamente allí, en ese falaz pasaje, donde surge la aporía de lo político; es decir aquello que la filosofía debe acoger para tornarse filosofía política.
La naturalidad con que Aristóteles resuelve el pasaje de “lo útil” a “lo justo”, así como quien no quiere la cosa, da cuenta de la manera en que habitualmente la filosofía suele acoger la aporía de la política; pues sucede que la filosofía siempre se apropia la aporía tan sólo para suprimirla. Y esto equivale, dirá Rancière, a la mismísima supresión de lo político: la filosofía apuntala a la policía. ¿Cómo? Trataré de seguir el argumento, con el mayor detenimiento posible.
Aunque trabaje con los conceptos en griego, en líneas generales lo que dice Rancière es que mientras el primero de los términos (“útil”) implica un beneficio con perjuicio del otro, el otro (“justo”) supone beneficio sin perjuicio. Más detalladamente: la utilidad de uno implica el perjuicio de algún otro, es decir no sólo presupone la relación con otro, sino de algún modo su perjuicio . La justicia, en cambio, mienta la idea de un beneficio que no trae aparejada ni relación ni perjuicio alguno. Por eso en La República de Platón con la justicia se resolvería todo: cada cual en lo suyo, recibiendo un beneficio que a nadie perjudica. Es el justo reparto de la partes. El sujeto allí es la comunidad y nada ni nadie queda por fuera, todos tienen “su parte”, que sería ni más ni menos la que les corresponde.
Bueno, la idea de Rancière es que en ese pasaje entre “falsos opuestos”, la filosofía ya liquidó la cuenta errónea propia de toda distribución comunitaria. Con eso de que se pueden distribuir las funciones, es decir las partes de la sociedad sin que nadie sea perjudicado, lo que en realidad se está haciendo es suprimir la “cuenta errónea” que es el motor de la política. Por eso la política, para Rancière, es la actividad que basándose en el principio de la igualdad, repone aquella cuenta errónea en la cual se hace patente que cualquier sistema, cualquier parámetro de repartición de las partes deja algo afuera, excluye. La igualdad nos recuerda lo contingente de cualquier ordenamiento social, y por tanto desnaturaliza, des-identifica las partes dentro de lo establecido. Y en ese sentido es motor, desde ella se concibe la transformación de lo dado.
Por eso, no alcanza con que haya relaciones de poder para hablar de política, no alcanza con que los pobres se opongan a los ricos. Lo que debe acontecer para que haya política es la escenificación de una situación de habla en la cual los mismos términos del diálogo son puestos en cuestión, apunta a un cambio de paradigma comunicacional, podríamos decir. Y al hacerlo, lo que se pone en cuestión es el universal desde el cual se distribuían y pensaban las partes y su lugar en la comunidad. Justicia no es realizar un reparto justo, sino la imposición de una medida desde la cual se juzga qué reparto es y qué no es justo. Es decir, otra vez lo dicho: se singulariza lo universal, mostrando la contingencia de todo sistema dado.
Pero, claro, esto no se da en el aire: la política solo emerge “en” lo policial. Refiere a un encuentro de dos lógicas. ¿Y qué es lo policial? Bueno, lo que habitualmente se entiende por política. Cito:

Generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y sistemas de legitimación de esta distribución.

Entonces, “encuentro de dos lógicas” quiere decir encuentro de una lógica que se sostiene en el principio de la igualdad y de otra (la policial) que vela por el mantenimiento de las diferencias tal como han sido establecidas y justificadas en la sociedad. En la reunión hicimos bastante hincapié en que debe tratarse de un encuentro y que no hay política aislada de lo social establecido. Una alternativa igualitaria de tipo insular no es política, porque no establece ninguna confrontación crítica con lo instituido al interior de lo instituido. En este sentido, nos pareció que la analogía con Revocables era pertinente de ser intentada.
Para entablar la relación, debimos dejar en claro que, para Rancière, en la política
(1) no son partes (sujetos) preexistentes las que impulsan el proceso;
(2) el principio de igualdad efectúa algo en la realidad y
(3) eso que se efectúa es, básicamente, una desidentificación subjetivante, que quiere decir la puesta en crisis de las identidades pre-establecidas, siempre en miras de una experiencia subjetivizante (que produce sujetos, y no que parte de tal o cual sujeto) que ya no puede pensarse en los términos antes establecidos.
En este sentido, podaríamos decir que Revocables no se piensa desde una lógica de claustros, con lo cual encajaría en el item (1), que las asambleas invocan ese principio de igualdad (item 2), y que, aunque se consideró que esto no es tan claro aún, promueve nuevas formas de subjetividad.
Podríamos decir, entonces, que Revocables es una experiencia política en los términos que lo entiende Rancière. ¿Y Polética? En líneas generales, nos pareció que no, que Polética no lo es. ¿Por qué? Porque no provoca ese encuentro con lo instituido, porque al desarrollarse en un ámbito privado su potencial confrontativo queda anulado. No parece dar lugar a una nueva situación de habla, que ponga en cuestión ninguna institucionalización de algo universal. Hablamos distinto quizá, pero entre nosotros. Cierto que el PRI podría plantearse como un espacio de confrontación, pero me parece ( ya a título personal) que en todo caso estamos usufructuando las conquistas políticas de otros ; que nos insertamos cómodamente en un espacio ya abierto y legitimado, y con un funcionamiento que habilitaba nuestra inserción en los modos que lo hacemos. Pero entiendo que esto es discutible. Quizá la experiencia del congreso sea más política en estos términos, pero también habría que pensarlo.
Por último, el lugar del Estado en los planteos de Rancière es también cuestión abierta, a retomar. Pero podríamos afirmar que una supresión lisa y llana del estado sería imposible en tanto no se trata de nada homogéneo, sino más bien de un espacio en que se encuentran lo policial y lo político. Si esto es lo mismo que decir que el Estado es una herramienta neutra que pueden utilizar unos y otros para el franchute, yo diría que no.
Bueno, hasta acá me acuerdo yo. La vez que viene seguimos con los capítulos que siguen. Y lo de siempre, si les parece, metan mano.
Abrazo.

Encuentro pendiente

Próximamente 01/11

6.11.09

Encuentro pendiente

31/10 Próximamente

8.10.09

Encuentro pendiente

19/09 Próximamente

Encuentro pendiente

22/08 Próximamente

3.10.09

GRUPO DE PENSAMIENTO POLETICA

Lo común en litigio. Espolones poléticos

A modo de presentación

No es como libro como podría responder al deseo, sino más bien en función de lo que hay a su alrededor. Un libro no vale nada por sí mismo (…) De todos modos, si un libro responde a un deseo lo hace en la medida en que haya ya mucha gente que esté harta de cierto tipo de discurso ordinario, y por lo tanto en la medida en que participe en un cierto reagrupamiento de los trabajos, con resonancias entre trabajos y deseos.

- G. Deleuze

Todo libro es una multiplicidad de fuerzas. Un entramado de líneas que conforman, no sin conflictos, derivas, choques y contramarchas, un cierto punto de solidificación, un diagrama frágil siempre presto a quebrarse a sí mismo y rehacerse a partir de una línea, de una fuerza que rechaza esa solidificación y se resiste al diagrama. A la vez actualización de la necesidad imperiosa e inevitable muchas veces de darse a la escritura, pero también, y por ese mismo gesto, de encontrarse totalmente desarmado, en fuga, perdido. Las palabras se agolpan, se traicionan, resuenan entre ellas de manera tal que nunca escribimos lo que queremos decir. De ahí la desesperación y la obsesión frenética por corregir, releer y re-hacer lo escrito. Comenzar siempre otra vez de nuevo nos lanza a, como diría Borges, publicar para dejar de corregir. Es decir, un libro, una publicación, es también una instancia de finitud que nos muestra que nunca figurará lo que queremos que aparezca, tal como nos lo representamos. Es el mínimo de representación alcanzado en un juego cuyas cifras y razones de ser le escapan por completo. En ese sentido, la publicación, el libro, es un resultado escueto de un proceso que lo excede y que es mucho más amplio. Y si es así, se publica entonces para multiplicar los posibles encuentros de ese proceso, para hacerlo extender y potenciarlo bajo líneas de heterogeneidad novedosas y –esperamos- insospechadas, que continúen a su manera las fuerzas no representativas que cargan y hacen posible al libro. Bajo esta perspectiva, escribir deja de ser la antesala de la publicación para transformarse en la promesa de una continuidad errante y de un encuentro con otra fuerza, que responderá –y nuevamente, esperamos- de la única manera en que puede hacerlo: fuera del libro. En las resonancias de problemas comunes, de obsesiones compartidas, de entusiasmos prácticos. Es decir, aquella respuesta no puede brotar sino del elemento común del que surge la publicación misma: los problemas sociales, políticos y de pensamiento que asedian la vida y la vuelven deseo de escritura.

Y si todo libro es proceso de pensamiento y escritura, en nuestro caso esto repercute doblemente. Porque quienes lanzamos esta publicación nos conocimos mucho antes de producir estos escritos. Y bajo circunstancias que no implicaban bajo ningún aspecto el objetivo explícito de la publicación. De acuerdo a nuestro proceso de trabajo y producción, no escribimos para publicar exclusivamente. Todo el libro no es sino el punto de detenimiento parcial de las líneas de pensamiento y escritura que fuimos tejiendo en el marco del Grupo de Pensamiento sobre la Ética y la Política que dimos en llamar Polética. De aquí que este libro no se entienda sin el plexo referencial de la experiencia compartida en el grupo y del proceso de trabajo específico que fraguamos a lo largo de más de cuatro años y medio. Por eso, antes de comentarles cuáles fueron los motivos que nos llevaron a realizar esta publicación –más allá del genérico que les mencionamos antes-, nos queremos detener un poco en explicitar las condiciones de emergencia del grupo y algunas estaciones precisas de nuestro recorrido.

1. Polética

Somos estudiantes y egresados de la carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es cierto que podemos dejar de serlo sin mucho remordimiento. Sin embargo, nuestro origen está signado por ello. Es decir, nuestro encuentro está condicionado por el tránsito por las instituciones vigentes, en este caso la universitaria, condición y encuentro que para nosotros no es menor. Pero vamos de a poco.

Cuando finalizaba el primer cuatrimestre de 2006, un grupo de compañeros/as propuso leer y pensar las monografías que habíamos realizado en vistas de, en principio, el mezquino interés de aprobar una materia de filosofía, Problemas Especiales de Ética. La idea de socializar los trabajos de compañeros y compañeras, cosa poco habitual en la academia, hizo que esa fuera nuestra primera actividad en común. Así las monografías por una vez eran comienzo de algo y no un punto y aparte. Y esto ya es mucho decir.

Si ya juntarnos a discutir trabajos de otras compañeras y no solamente los trabajos de los “grandes” e “ilustres filósofos” es raro, más raro fue aun ir a la casa de la que había sido nuestra profesora del práctico a ver y discutir “Notre Music”, para ese entonces la última película dirigida por Godard, entre chicitos, papas fritas y demás condimentos. Sin menospreciar el cine de autor y de las veladas culinarias –más bien al contrario, somos fervorosos cinéfilos y amantes del buen vino y del Fernet- lo cierto es que con esa película pretendíamos darle continuidad a las problemáticas éticas y políticas que habíamos transitado durante la cursada. De alguna manera, el intento por activar la socialización y la valorización de nuestra propia producción se intensificaba con la ruptura de la “cuatrimestralización” del filosofar que impone la academia. Por lo general, nos suele pasar que una buena cursada –las hay pocas, es cierto- termina transformándose, en el mejor de los casos, en una experiencia potente que colgamos en el perchero nostálgico del recuerdo que queda luego de nuestro frenético avance –si es que no abandonamos en el camino o nos demoramos toda la vida- de un parcial a otro, de un final a otro, de una materia a otra; y más tarde, de un informe a otro, de una ponencia a otra, de un congreso a otro y así-. De alguna manera, aquella socialización de los trabajos y esta ocasión cinéfila se presentaron como la oportunidad de salir de la bitácora del recuerdo melancólico y de la bufa paralizante para actualizar en la práctica otra manera de producir pensamiento. En ese encuentro y en esa conjura del anhelo y la demanda es que Polética empezó a conformarse como tal. Nos olvidábamos: lo que parecía convocarnos era el amplio y pretencioso eje de la relación entre Ética y Política. De aquí nuestro nombre.

2. Cómo nos organizamos

Los encuentros los fuimos organizando a partir de diferentes problemas. De ahí que no trabajamos tal o cual autor sino que vemos qué es lo que los diferentes autores aportan (o no) al problema que estamos pensando. Tratamos entonces de hacer una inversión del trayecto filosófico de los claustros universitarios: en vez de ir desde los autores a los problemas, consideramos que lo que primerea y hace posible el pensamiento es la producción de un problema filosófico. Y es que hay una necesidad del pensamiento. El pensamiento no funciona solo, en la placidez del gesto solitario tal como nos la presenta la imagen hegemónica de la actividad intelectual. Pensamos porque nos vemos forzados a hacerlo, porque hay algo en la realidad social, política y filosófica de la que somos parte que violenta nuestro pensamiento, que problematiza nuestras prácticas cotidianas. Violencia que se presenta como problemática porque no goza de una respuesta única y precisa sino que nos golpea con la insistencia plena de aquello que no sabemos cómo afrontarlo, que nos obliga a decidir y producir una respuesta posible. Es más, muchas veces, sobre esos problemas, sobre esas violencias que activan al pensar, no sabemos siquiera si tendrán respuesta alguna. Nos permitiremos citar tal vez por única vez en este prólogo:

“La aparición de la pregunta ilimitada (...) ¿son buenas nuestras leyes? ¿Son justas? ¿Qué leyes debemos hacer? Y en un plano individual: ¿es verdad lo que pienso? ¿Cómo puedo saber si es verdad en el caso de que lo sea? El momento del nacimiento de la filosofía no es el de la aparición de la ‘pregunta por el ser’, sino el de la aparición de la pregunta: ¿qué debemos pensar? (...) El momento del nacimiento de la democracia y de la política no es el reino de la ley o del derecho, ni el de los «derechos del hombre», ni siquiera el de la igualdad como tal de los ciudadanos: sino el de la aparición en el hacer efectivo de la colectividad, en su puesta en tela de juicio de la ley. ¿Qué leyes debemos hacer? Es en este momento cuando nace la política y la libertad como social-históricamente efectiva. Nacimiento indisociable del de la filosofía (...)[1]”.

Son preguntas-problema como estas las que siempre hay guiado nuestro trabajo. Y es a partir de allí que recurrimos a todos los materiales que nos ayudaran a desplegar estos verdaderos tensores de nuestras habitualidades. Esos materiales pueden ser un film, Violencia Rivas, correspondencias, La sexta Declaración de la Selva Lacandona, entrevistas a compañeros de militancia, documentales, revistas varias con las que nos formamos teórica y políticamente y, claro, textos de los tradicionalmente llamados “filosóficos”. Textos de los que no renegamos y que nos han ayudado tanto como los otros materiales a afrontar la impronta etérea e insistente de las preguntas. Incluso muchas veces nos dedicamos a profundizar en líneas específicas de ciertos autores, muchos y muchas de nosotros trabajamos también autores, pensamos y practicamos desde allí. Pero es justamente porque esa recurrencia en el modo de plantear y desarrollar los problemas que presentan esas lecturas, a veces más pormenorizadas, otras más laterales y por rodeo, nos permiten ir más allá de nuestras propias certezas y calibrar la intensidad de una pregunta filosófica. Es ese trabajo del pensar íntimamente ligado a los problemas socio-históricos, vivos, inclaudicables el que nos interesa, sea el autor que fuera, de la latitud y el momento histórico que fuere.

A lo largo de nuestros más de cuatro años de trabajo fuimos delimitando una serie de problemas que fraguaron nuestras líneas de pensamiento. En este momento estamos embarcados/as en la búsqueda de una forma de hacer política que se piense más allá o más acá de la forma vigente o actual del Estado en la sociedad capitalista. Y decimos bien, compartimos el problema y no así sus parciales y particulares respuestas. Porque consideramos que si bien siempre es deseable arribar a mayores líneas de convergencia y diálogo, no anteponemos por sobre la práctica y el proceso de construcción las líneas ideológicas o las camisetas políticas. Polética es un espacio convergente pero diferencial. Es decir, recusamos la práctica liberal que asume las diferencias pero que jamás las pone en discusión, armando circuitos paralelos que conviven a la distancia y siempre y cuando una no le rompa las pelotas a la otra; tal como se hace en la facultad, que cuando aparecen líneas ideológicas divergentes, se arma una cátedra paralela, y se defiende la libertad de cátedra, que no es otra cosa que cada uno/a haga rancho aparte y la discusión de posiciones diferentes no aparezca sino allí donde las paralelas se cruzan, es decir, en el infinito…Pero tampoco congeniamos con aquellos que consideran que solamente se puede pensar con el que se posiciona exactamente en la misma vereda que una, en la misma organización política, en la misma trinchera filosófica y política. Nos une el gesto fraternal y belicoso a la vez de la afirmación de la diferencia y de la confrontación real en vistas al problema que nos guía (algunas nos reivindicamos anti-capitalistas, otros también pero no es lo que necesariamente rige nuestras reflexiones o no se entiende el capitalismo de la misma manera, otros consideramos inevitable construir pensamiento desde una posición que cifre su horizonte desde la mirada latinoamericana, otras ponderamos la necesidad inevitable de la apertura a la otredad como plafón para cualquier posicionamiento ético y político defendible, y así…) No decimos que esta sea la mejor ni la única manera de trabajar y mucho menos que esta sea la forma de zanjar el problema de la organización y la diferencia política –estamos muy lejos de eso- pero sí es la manera que nos ha permitido potenciar el auto-cuestionamiento constante y conjurar lo más que podamos nuestras propias cerrazones y auto-referencias claudicantes.

Y, hay que decirlo, también nos une una apuesta, porque nuestro derrotero no ha sido meramente crítico. Hemos estado experimentando una obsesión que nos asedia una y otra vez: la democracia. Entendemos que aquella crítica y nuestra propia experiencia como grupo son parte del ejercicio incesante de esta obsesión. Una democracia abierta constantemente a su auto y hetero deconstrucción, como práctica permanente, y no como un sistema de gobierno que nos esperaría como el paraíso terrenal cual advenimiento saturnino para resolvernos todas las contradicciones. Es decir, afirmamos la democracia como problema.

3. Academia y academicismo

Retomamos lo que habíamos anunciado más arriba y que habíamos desplazado. Tal vez recuerden, si no dejaron el libro desde el mismísimo prólogo, que por ahí decíamos que éramos estudiantes y egresadas de la carrera de Filosofía de la UBA y que podíamos dejar de serlo sin mayores problemas. Hemos ido demasiado rápido, lo reconocemos. Nuestro tránsito por la academia y por las instituciones establecidas no es de mero rechazo. Si hay algo sobre lo que hemos transitado por la propia experiencia como grupo es la mesura a nuestro propio impulso por rechazar de cuajo toda institución establecida. Deploramos la actitud que ve en todo lo establecido el asco por lo existente y que reacciona invocando un afuera prístino y ayuno de las maneras de trabajar que criticamos. Y tampoco acordamos con aquella posición que dice que en la academia no se puede hacer nada y que todo es una mierda. Por el contrario, muchos y muchas de nosotras trabajamos en la academia, otros seguimos cursando, otros estamos encarando proyectos de investigación, otras estudiamos en terciarios. Recordamos que nuestro propio tránsito surgió de un práctico de una materia de la carrera –atípico es cierto, pero ínsito en la academia sin duda. Como grupo también hemos participado –y en muchos casos sufrido- de congresos académicos, presentamos proyectos de reconocimiento institucional en la UBA (ya presentamos dos) y no rechazamos de cuajo la formación universitaria. También reconocemos que allí nos hemos formado y que esa pertenencia a la facultad nos ha generado condiciones de posibilidad positivas –junto con otras yerbas menos destacables-. Es decir, no nos presentamos como diferentes en tanto seres excéntricos ni originales en su modo de actuar y pensar, simplemente intentamos pensar algo distinto al orden hegemónico para movernos de un modo distinto en dicho orden.

Está claro que no tenemos definido cómo hacer para llevar adelante esta relación tensa con las formas establecidas de producir conocimiento. Pero sí hay algo en lo que no nos reconocemos de la manera de trabajar hegemónica de la carrera y la universidad: lo que nosotras llamamos “academicismo”. Nosotras hacemos una distinción entre lo académico y lo academicista. Lo académico tiene que ver con sujetos o /y textos con cierto nivel de complejidad, lenguaje técnico, formas de acercarse a la reflexión y la necesidad de forjar la mayor precisión conceptual posible. Entendemos que esto no se genera solamente en la academia, pero también se genera allí. La academia produce, es cierto, sujetos formados de determinada manera, con cierto recorrido intelectual, con ciertas preocupaciones político- filosóficas, etc. Incluso en este mismo prólogo y en este mismo libro, digamos, nosotros escribimos textos de tipo relativamente académico. No deploramos que así sea. En ese sentido, de esa formación o formateo, como se quiera decir, tenemos que hacernos cargo, sobre todo si queremos problematizarla en profundidad y no pretender que la práctica de un grupo de estudio nos sacará mágicamente de las estrías universitarias, así por decreto. Somos académicos en tanto pensamos ciertas cosas que no todos, quizás, se pregunten de la misma manera. Y las expresamos en un lenguaje y con unos conceptos que, quizás, no todos utilicen. De hecho el trabajo profundo con los textos y materiales de reflexión teórica es preciso, sea en la universidad o en cualquier práctica intelectual.

Ser academicista, por el otro lado y en cambio, es algo distinto. El academicismo como forma hegemónica de trabajar y producir conocimiento en la facultad implica una serie de operaciones específicas. En primer lugar, la práctica academicista tiene que ver con una mala elección del objeto de estudio. Como decíamos antes, consiste en no trabajar problemas sino que su objeto suele ser un determinado concepto en un autor –o como mucho una serie de conceptos- aislado de toda práctica que no sea la mera repetición de la tradición establecida o legitimada por la misma academia. De manera tal que esa investigación y ese trabajo, aislado de toda práctica y sentido social pregnante, no tiene más sentido que para aquel que está investigando. Y en ocasiones, esto último hasta es dudoso, considerando la soledad y el desamparo en la que se enmarca, por ejemplo, el trabajo de un becario. En segundo lugar, en las cursadas, que se organizan por materias, se suelen abordar contenidos que nada tienen que ver con el interés profundo y vital de los estudiantes (en algunas ocasiones no entra ni siquiera en el interés del propio docente…), sino que los programas se reducen a dictar una serie de conceptos sobre los que los estudiantes jamás podemos preguntarnos, colectivamente, por el sentido y la importancia de estudiar lo que estudiamos y, por sobre todo, cómo estudiamos y para qué. En tercer lugar, el resultado de la formación durante la cursada redunda exclusivamente y se materializa en la resolución de exámenes parciales y finales. Es decir, la única instancia de evaluación de lo que hacemos consiste en la repetición exhaustiva de lo que un filósofo dijo –en realidad, lo que algún filósofo dijo en una parte de su obra y hasta en ocasiones, en el capítulo de un libro. No hay lugar para ningún tipo de apropiación genuina y activa por parte de quienes pretendemos formarnos. El individualismo cunde por doquier: un examen implica una instancia de evaluación que analiza la capacidad de rendimiento de un cuerpo ante el contenido “transmitido”. Si no terminás a tiempo y con buen promedio, prácticamente quedás fuera de lugar. Los graduados se matan por un cargo y los profesores, muchos hastiados ya de la reproducción de lo mismo sin diferencia, repiten una y otra vez el mismo teórico año tras año…

Esto es lo que nosotros cuestionamos: la existencia de la academia como mero academicismo, el creciente verticalismo universitario como única forma de organización política y la amputación de toda apropiación renovadora y activa por parte de quienes nos estamos formando e incluso trabajando en la facultad. En este sentido, Polética no es una práctica de mera negación, de resentimiento furibundo a lo existente, de vituperio externalista y adolescente que no entiende de las necesidades de organización y mediaciones institucionales. Es, al contrario, emergente de un montón de prácticas alternativas deudoras del creciente ahogo para producir conocimiento que no sea exclusivamente el que sanciona la universidad. Polética no es el único grupo que trabaja así. Últimamente proliferan cada vez más grupos, talleres, revistas, incluso materias y seminarios organizados por los propios estudiantes, graduados y docentes que quieren practicar una manera distinta de relacionarse, que rompa lo más que pueda con el individualismo, la competencia y la verticalidad propias de la academia. Para nosotras entonces, el debate no es fugarse o no fugarse de la universidad –independientemente de que algunos de nosotros queramos hacerlo, hartos ya o que por el contrario, estemos intentando trabajar de otra manera a su interior. Nuestro intento es forjar, en la medida de lo posible, una práctica que afirme otra manera de producir y que potencie nuestra capacidad, creativa y cuestionadora a la vez, de las formas establecidas de concebir la actividad teórica, dentro o fuera de la facultad.

Polética, creemos, intenta afirmar una práctica, de lectura, de interpretación, de producción de ideas y de relaciones, distinta al modo hegemónico en que suele producirse conocimiento. Es un grupo que intenta establecer relaciones igualitarias a su interior. Participamos de este grupo tanto graduados como estudiantes en distintos tramos de la carrera e incluso de otras carreras. En este sentido, buscamos hacer de las diferencias de experiencias, conocimientos y afinidades teóricas un insumo para un aprendizaje colectivo. Digamos que, en el grupo, tratamos de hacer colectivamente lo que suele quedar en el plano individual. Esta práctica que en un principio podría entenderse sólo como una práctica textual (Polética es grupo de pensamiento) cifra también una práctica extra-textual que se evidencia en su mismo modo de organizarse. En fin, Polética es un grupo que desde su afirmación, magra, pequeña y acotada –lo reconocemos-, realiza una crítica práctica a la producción de conocimiento dominante.

4. ¿Para qué entonces una publicación?

Nos gustan los rodeos, no hay manera de negarlo a esta altura. Pero es en el marco de este rodeo que podemos explicitar los objetivos de este libro. Y es que luego de varios años de trabajo, también hemos llegado a ciertos posicionamientos respecto del problema mencionado antes. La obsesión por el problema de la democracia, la organización política, el intento por forjar una manera de hacer política que ponga en cuestión la organización típicamente moderna y capitalista de la sociedad, el problema de la diferencia, tanto política como cultural, social y ontológica, ha generado una serie de escritos que recorren y profundizan nuestros desvelos. Lamentamos decirlo: ninguno de ellos resuelve semejantes problemas. Y tampoco es que arribamos a posiciones unitarias, prolijas y armónicas, ni ideológica ni filosóficamente. Más bien los textos chirrían, chocan, resuenan entre sí, reflejan cercanías inevitables a la vez que muestran distancias insalvables. ¿Acaso era de esperarse algo distinto cuando de lo que se trata es de la pregunta por cómo debemos organizarnos políticamente y bajo qué perspectiva teórica y práctica abordarlo? El primer objetivo de la publicación consiste en tomar algunos de los elementos de nuestro recorrido como grupo y darnos la tarea y el desafío de ponerlos por escrito para socializar nuestros debates. Consideramos que solamente en la circulación y el debate con otras y otros podremos potenciar las líneas hasta aquí recorridas. Los textos que presentamos son, también, producto de la discusión colectiva en nuestras propias reuniones. Si desde que empezamos a reunirnos intentamos, en la práctica diaria de nuestras reuniones de discusión, generar cierto dislocamiento con respecto al academicismo; la elaboración de estos textos también estuvo atravesada por ese dislocamiento. Cada texto fue pulido y macerado en una larga serie de reuniones en las que, a partir de algunos bocetos escritos individual o subgrupalmente, sometimos las diversas escrituras a una elaboración común. Con esta elaboración colectiva, empero, no pretendimos agotar, superar o alisar diferencias. Cada texto, por lo tanto, fue retocado cada vez y terminado al fin por sus autoras, pero a partir del enriquecimiento colectivo en las reuniones. Intentamos, así, habilitar una instancia de escritura común, pero no de escritura de lo mismo. Intentamos, así, ser fieles a nuestra apuesta inquisitiva: construir lo común en litigio.

Sin duda, lo que publicamos es una deriva. Pero consideramos que es una deriva emergente de sendos problemas políticos y filosóficos que nos exceden y que, creemos, se presentan también en otros espacios y experiencias que se preguntan por la posibilidad de otra manera de hacer política y de otra manera de producir conocimiento. Muchos de quienes participamos del grupo, también militamos o hemos militado en otros espacios, no necesariamente afines a Polética y con muy diversos sentidos tácticos y estratégicos: ya lo hemos dicho, no pensamos lo mismo. Pero Polética nos ha dado la ocasión de profundizar esos sentidos, de pensar los alcances y limitaciones de esos espacios con una temporalidad y una pluralidad de voces que a veces, la temporalidad militante furibunda y los peligros de la exacerbada repetición de certezas hace difíciles de abordar. ¿Hasta dónde ciertos proyectos de emancipación radical no trasuntan claros sentidos utopistas y religiosos? ¿Cómo mantener una perspectiva de transformación radical de la sociedad sin caer en el postulado moderno de la identidad y la propiedad? ¿Cómo fomentar las condiciones de posibilidad de una autonomía que ya no se piense desde la exclusión de toda otredad? ¿Cómo concebir un pensamiento de la diferencia y de la apertura política radical que ya no dicotomice entre un adentro y un afuera? ¿Qué alcances y qué limitaciones encontramos en las nuevas formas de hacer política que se abrieron a partir del 2001? ¿Se puede hablar de práctica política a distancia total del Estado? Y por último, ya que hablamos de la formación heredada que aún permea en nosotros más o menos oscuramente: ¿no será que aún seguimos pensando demasiado cerca de ciertas categorías de la filosofía heredada, típicas del occidentalismo? A grandes rasgos todas estas preguntas vertebran los textos de la presente publicación. La puesta en discusión de estos problemas a la luz de otras experiencias también es otro de nuestros objetivos al momento de publicar. Es decir, no solamente socializar sino también poner a consideración ciertas preguntas en el horizonte crítico de algunos haceres políticos, propios y ajenos. Nuestro segundo objetivo consiste entonces en tratar de plantear un problema.

Tercer objetivo y quizá el más importante: luego de más de cuatro años de trabajo y si bien hemos hecho convocatorias permanentes a la participación del grupo, convocatorias que nos relacionó con un montón de compañeros y compañeros que participaron y participan hoy del grupo (en la actualidad cerca de la mitad de los integrantes de Polética participan a partir de esas convocatorias), la práctica cotidiana, una manera de trabajo muy aceitada, ciertos manierismos propios de la confianza y el tiempo, y ciertas necesidades de poner a consideración de otros y otras nuestra trabajo; nos hacen imperioso abrir el juego y buscar otras voces. Y es propiamente allí, en esas otras voces venideras y lejanas, que confiamos la potenciación de la singularidad diferencial y jovial del grupo. Sed de exterioridad que multiplique nuestros devenires. He ahí donde se halla nuestro principal objetivo.

Oh amigos no hay amigos

Se suele decir que en la activación política no hay amigos. La amistad viene a ser siempre asunto de otro orden. Si bien es muy posible que así sea y que desconocemos –sinceramente y sin sorna-, cuál es el alcance político de una experiencia como la de Polética -¿Es acaso la experiencia de un grupo de estudio autogestado una activación política? Y si es así, ¿En qué sentido?-, sin embargo, nuestra experiencia nos hace dudar un poco de aquel buen sentido.

Porque a la par que íbamos descubriendo qué problemas en común nos interesaba trabajar, cómo nos podíamos organizar para discutir, etc., descubrimos que todos teníamos algo en común: nos encantaba comer y tomar. De ahí que nuestros encuentros tengan siempre por epílogo una cena. Y esto no es menor. Polética es también un grupo de amigos, no porque lo hayamos sido antes de conocernos sino porque nos fuimos conformando como tal, con todos los que fueron incluyéndose a lo largo de estos cuatro años. Comer y tomar juntos después de las reuniones nos permitió conocernos más e incluso muchas de las discusiones que manteníamos en el marco de la reunión, se hacían más interesantes entre vinos y cervezas. Ninguna referencia a una tradición báquica o de simposio. Puros borrachos nomás. Y ninguna referencia tampoco hacia aquella tradición de amigos fieles y condescendientes porque en el tránsito vaporoso de la noche, la palabra y la copa no son sino la mueca cómplice de un grito sordo: oh, amigos, no hay ningún amigo…

Fragmentos de una deriva común

Los textos que presentamos a continuación son, como ya se hace evidente, resultados parciales y fragmentarios de nuestra experiencia en común. Como las ruinas, los textos son cifras fragmentarias de una historia habida. A la vez, cada texto introduce a esa historia habida desde una perspectiva peculiar, sin que haya de antemano garantías de reunir todas esas perspectivas en una visión sinóptica habilitada desde un presunto punto arquimédico. En primer lugar presentamos “Fragmentos de una investigación polética”, ensayo que reconstruye la vinculación histórica y lógica entre la subjetividad moderna y la génesis del Estado; para abrir, más allá del Estado y el predominio del sujeto, la promesa de otra autonomía. En segundo lugar, en “Usos del pesimismo” intentamos una interpretación radical del pesimismo antropológico adorniano, intentando repensar la apuesta política emancipatoria como apuesta por el conflicto. En tercer lugar, en el texto “Sobre la apertura en política” intentamos relacionar una lectura del eterno retorno nietzscheano con una apuesta por la deconstrucción de la dicotomía irreconciliable entre lo mismo y lo otro, fundacional de la metafísica occidental y la lógica de la soberanía que le va asociada. Presentamos, también, una serie de cartas apócrifas entre Derrida y Schmitt, en las que el humor, la ficción literaria y la producción filosófica se confunden de manera original. Asimismo, alternamos entre todos estos textos una serie de discusiones epistolares habidas entre nosotros a lo largo de estos años de trabajo. Somos entusiastas del género epistolar, porque socava desde el comienzo toda ficción de origen: en las cartas el pensamiento se expone conforme se va montando, retomando hilos dispersos y juntándolos acá o allá para volverlos a separara más adelante. Una carta nunca comienza por sí misma, siempre remite a otra cosa: a otra carta o a un afuera de las cartas. No puede haber epistología primera porque las cartas abandonan desde el comienzo la mitología de la causa sui, absurdo secreto de toda filosofía primera.

Dicen que los libros son largas cartas para los amigos, como si una amistad distante recorriera la historia de la escritura. Pero la comunidad de los que se leen y se escriben, a veces con siglos de distancia, es cualquier cosa menos armónica. Si hay algo como una historia del pensamiento, para nosotros se parece a un compendio de cartas: no tiene un origen que habilite la ficción de un sistema, pues cada texto remite siempre-ya a otra cosa, a otros textos o a un más allá de los textos. Sobre todo, la comunidad de los que leen y escriben está desde siempre en litigio: retomar, interpretar, articular un texto es también impugnarlo, debatirlo y asimilarlo. Presentar un libro significa para nosotros no sólo exteriorizar una trama de discusiones habitadas grupalmente, sino también arrojarlo a la incertidumbre de las lecturas imprevisibles, las resonancias inesperadas y las amistades lejanas.

Grupo de Pensamiento Polética

Invierno de 2011



[1] Castoriadis, Cornelius, “Poder, política, autonomía”, en El lenguaje libertario (Christian Ferrer comp.), G.E.A., Bs. As., 1999.