Acta Polética 16/08/2014
El Capital, capítulo 4: “La transformación del dinero en
capital”
“La fórmula general del capital”
El capital como sujeto (pp. 176-202)
El capítulo se estructura a partir de la oposición entre dos
fórmulas: M-D-M y D-M-D. La primera se corresponde a la lógica de
quien, poseyendo en primer lugar una mercancía, va al mercado, la
intercambia por dinero, para a su vez obtener al final otra mercancía
nueva. Se trata de vender para comprar, normalmente sin otro
fin ulterior que el de satisfacer una necesidad determinada mediante
la mercancía finalmente adquirida. En este proceso no se crea un
valor adicional (la mercancía M inicial y la mercancia M final valen
lo mismo). Lo que motiva el intercambio es, pues, las diferencias
cualitativas ente las dos mercancías en cuanto valores de
uso. Quien intercambia lo hace para satisfacer una necesidad que
la mercancía original no le permitía satisfacer. El movimiento, a
la vez, es finito por cuanto termina en el consumo de la mercancía
adquirida.
La fórmula general del capital es D-M-D'. Esto significa que,
partiendo de un monto dinerario original, el capitalista compra
mercancías, para luego venderlas de nuevo y obtener finalmente un
monto dinerario mayor. En la fórmula general el dinero funciona como
capital o “se transforma” en capital. Esto significa que el
capital es “dinero que incuba dinero” o valor que se
auto-valoriza. A diferencia de lo que ocurre en el ciclo M-D-M,
en la fórmula del capital se crea un valor adicional. Asimismo, no
se intercambia para proveer al consumo o satisfacer una necesidad,
sino para reproducir (e incrementar) el valor. El dinero como capital
es indiferente al carácter cualitativo diverso de las mercancías,
ya que su movimiento no está regido por la necesidad de satisfacer
una o varias necesidades, sino por el de reproducir el valor
abstracto como tal.
Acá aparece con mayor claridad el rol lógico del capital como
sujeto de la totalidad social. Destacamos dos determinaciones
centrales de lo que significa esto: el capital se auto-pone o
auto-media (es su propio fin y presupuesto) y reduce todos los
elementos dispares de su proceso vital a momentos de su propia
identidad.
1) El capital se auto-pone. El capital es dinero en cuanto incuba
dinero o valor que se auto-valoriza (p. 183). Tiene, pues, un
movimiento recursivo que lo hace aparecer como su propio fundamento y
fin. El capital realiza la misteriosa alquimia metafísica de la
causa sui: partiendo de una suma de dinero, se lanza a la
circulación y produce más dinero aun. Es, pues, el fundamento,
principio y fin de su propio movimiento, o se auto-media lógicamente.
2) El capital reduce todas las instancias disímiles en las que
discurre a momentos de su propia identidad. En el ciclo D-M-D'
asistimos una triple transformación del capital, que parte de su
constitución como dinero, se convierte en mercancía (no-dinero) y
luego vuelve, incrementado, a aparecer como dinero. El capital es a
la vez cada una de las instancias de este ciclo y la totalidad de la
fórmula, o es cada uno de esos elementos en cuanto son
reducidos (por el movimiento que recorren) a momentos de la
misma identidad. El capital (p. 188) es el sujeto de todo este
proceso, que se pluraliza en esos tres momentos disímiles, pero
mantiene su identidad a lo largo de ellos.
Un corolario de lo anterior es la reducción de la diferencia a la
identidad en el ciclo del capital.El capital es valor en
proceso, dinero que se incuba a sí mismo. Las múltiples de
mercancías que pululan por el mercado aparecen, bajo esta luz, como
instancias diversas de esa misma identidad-dinero (p. 189). En este
punto discutimos, empero, si el capital es sólo agente de
subordinación de una “diferencia” (pluralidad de valores de uso,
por caso) preexistente o si por el contrario también produce esa
misma diferencia (en tanto debe instanciarse en mercancías disímiles
para reproducirse como tal).
La explotación (203-214)
El otro gran emergente del capítulo es la explotación. La fórmula
D-M-D' supone que alguna de las mercancías adquiridas tenga la
propiedad o capacidad de crear un valor adicional. Tiene que aparecer
una mercancía cuyo valor de uso o consumo efectivo cree valor
(p. 203). Esa mercancía es la fuerza de trabajo (“conjunto de
capacidades físicas y mentales que existen en la persona humana
viva). La compra y venta de fuerza de trabajo es, pues, indispensable
para el funcionamiento de la fórmula general del capital y, por lo
tanto, para la acumulación. Existen dos condiciones históricas para
la compra-venta de fueza de trabajo generalizada: el desplazamiento
de las relaciones de dependencia personal y la desposesión de la
masa proletaria.
1) Desplazamiento de relaciones de dependencia personal (p. 204). El
trabajador debe ser propietario libre de su fuerza de trabajo y, por
lo tanto, de sí mismo. La igualdad jurídica entre quien vende y
quien compra fuerza de trabajo debe presuponerse y mantenerse para
que opere la fórmula del capital. Esto implica, de paso, que sólo
puede venderse fuerza de trabajo por un tiempo limitado (no de por
vida). Explotador y explotado deben ser y permanecer jurídicamente
libres e iguales, lo que supone que los lazos de dependencia personal
que en formaciones no-capitalistas “atan” al trabajador (sea a un
amo o a una comunidad de pares), deben haber sido desplazados como
mediadores sociales.
2) El trabajador debe ser un desposeído (p. 205). Para que se
entregue a la explotación o venda su fuerza de trabajo, es necesario
que el trabajador no posea otros medios de subsistencia. Debe poseer
libremente su capacidad de trabajar, y sólo su capacidad de
trabajar. Marx sintetiza acá su irónica fórmula de “obrero
libre”: libre para contratar en el mercado pero también liberado
de toda propiedad, pobre, desposeído de medios de producción.
Estas dos precondiciones para la venta de fuerza de trabajo (y para
el funcionamiento de la fórmula general) son un resultado
histórico. No se trata de relaciones comunes a todo período (p.
206). Para que exista el capitalismo debe existir el trabajador libre
como vendedor de su fuerza de trabajo y la circulación mercantil
dineraria libre (p. 207). Esto significa, también, que el
capitalismo sólo puede emerger en un contexto donde no se produce
como medio directo de subsistencia, sino para ir al mercado. Esto, a
la vez, exige que haya una división social del trabajo altamente
desarrollada.
Finalmente (pp. 207-214), Marx se pregunta cómo se determina el
valor de la fuerza de trabajo. Responde que como el valor de
cualquier otra mercancía: conforme el tiempo de trabajo socialmente
necesario para producirla. Esto significa que el valor de la fuerza
de trabajo equivale a los costos de la subsistencia del trabajador.
Este valor no está dado naturalmente, sino atravesado por un
elemento “histórico-moral” (p. 208). Tanto el volumen como la
índole de las necesidades del trabajador son resultados históricos
(dependen de la lucha de clases y de peculiaridades culturales y
climáticas de las diferentes naciones).
Finalmente, adelantamos, aunque obviamente no desarrolla esto en el
capítulo, que la plusvalía surge de la diferencia entre el valor
creado por la fuerza de trabajo y el valor que la propia fuerza de
trabajo “cuesta”. El trabajador “paga” su día de trabajo con
una fracción de la jornada laboral (en la que crea un valor
equivalente al de sus medios de subsistencia), de modo que todo el
tiempo adicional es valor para el capitalista. Pero para comprender
esto en detalle deberíamos adentrarnos en el tenebroso mundo de la
producción, donde van a curtirle el pellejo al pobre trabajador.
Plan de trabajo polético
¿Es posibole una génesis de la diferencia?
Marco
En los últimos años asistimos a una eclosión sin precedentes de
las “políticas de la diferencia” o “políticas de la
identidad”. Han cobrado inusitado protagonismo nuevos movimientos
sociales centrados en “demandas” que no pueden reducirse a la
lucha del trabajo asalariado contra la explotación. Se trata de
movimientos orientados en torno a la subjetividad, la cultura, la
etnia, el deseo, las relaciones con nuestros cuerpos y la naturaleza,
entre otros. El movimiento LGBTQ, el indigenismo, el ambientalismo,
entre otros, se han instalado en el centro de las reflexiones sobre
las políticas de la diferencia. El derecho a ser particular o
diferente, el reclamo por un modo de vida o de existencia propio y
diverso, parece entonces cobrar especial importancia en el dinamismo
de la sociedad contemporánea.
Con el horizonte de las políticas de la identidad como emergente
histórico que motiva el pensamiento, pretendemos formular una
interrogación crítico-histórica sobre la génesis de la diferencia
y su (posible) relación con la crítica del capital. ¿Es posible
trazar una génesis histórica de la diferencia? ¿O ésta
constitiuye un “dato ontológico” que no puede ser reducido a una
narrativa genética? Finalmente, si ha de formularse una historia de
la diferencia, ¿qué relación guarda con la crítica del capital?
¿Es el capital un mero agente de subordinación y persecución de
diferencias preexistentes? ¿O crea, también, sus propias
diferencias? El capital, ¿homogeneiza o pluraliza los vínculos
sociales?
Con esas preguntas como disparadores, sugerimos algunos autores y
textos para tramitar un recorrido reflexivo:
Postone, Federici, Butler, Scholz, D'Emilio, Chakrabarty, Derrida
(Espolones), Deleuze y Guattarri (Rizoma), Mazzeo (sobre Mariátegui),
Zizek, Acha. También sugerimos debatir producciones propias, como la
monografía de Andrea sobre Deleuze y Gombrowicz o algún capítulo
de mi librito.
Próxima reuniön: sábado 30/8 a las 18 hs. en casa de Facu. Discutiremos un capítulo de Marx
reloaded de M. Postone