27.11.09

Encuentro del 22-11-09

Comienzo recordando que la próxima reunión será el 8 de diciembre en la casa de Lucía y de Marcos, a las 6 de la tarde. Intentaremos abarcar la totalidad del libro de Rancière. En la reunión que en breve pasaré a comentar conversamos las palabras preliminares y los apartados 1 y 2. Pero antes de detenerme en esto, hago hincapié en cuestiones más bien burocráticas y/o programáticas.

CUESTIONES.

PLAN DE TRABAJO. Estuvimos diciendo que quizá sería bueno establecer el curso de problemas y lecturas que querríamos hacer el año próximo. La vez pasada esto lo había hecho, por motus propio, Juan Pablo. Quizá esta vez podamos meterle mano entre todos.
HORARIO. El recién mentado JP sugirió que sería bueno establecer expresamente los parámetros desde los cuales decidiremos la periodicidad de nuestros encuentros. De todos modos, creo que ya está establecido que en cada reunión fijamos la fecha de la siguiente, y que por lo general tratamos que sea cada 3 o a lo sumo 4 semanas el intervalo. Aunque, en esto tiene razón JP, habría que puntualizar si nos sigue pareciendo una opción viable el juntarnos el domingo, a fin de que las dificultades que muchos tenemos los sábados puedan salvarse. Y también si haremos un receso en las vacaciones. Acerca de estos dos últimos ítems, el domingo y el receso, sería bueno que nos pronunciemos vía mail.
EXTENSIÓN. Resta programar una reunión para discutir si queremos presentar alguna actividad en el marco de la secretaría de extensión, y en consecuencia quiénes podrían sumarse y qué sería esa cosa a presentar.
PRI. Pregunta: ¿Hay que presentar un informe anual o sólo al final del plazo requerido, que en nuestro caso es de dos años, hace falta presentarlo? Calculo que Seba debe tener más idea de esto.

RANCIÈRE, EL DESACUERDO.

En primer lugar, se recordó cómo habíamos llegado a este texto. En pocas palabras, tras la lectura del libro de Nancy se habían abierto dos frentes: el de la política y el de la democracia. Este último motivó la lectura de Derrida (en la reunión pasada), quien a su manera también planteaba algo así como una “democracia nietzscheana”, que era lo mismo que estaba presente en Nancy. Rancière, a su vez, tiene una interesante manera de presentar lo político, y es eso lo que lo liga al segundo frente abierto. Pero no sólo eso: además Rancière iba a servirnos de puente para arribar a nuestras futuras lecturas, que tendrán como interés fundamental el pensamiento situado en Latinoamérica. ¿Por qué? Porque el texto de Omar Acha (propuesto para incursionar en este problema) lo cuenta como una de sus principales bases teóricas, según se dijo. Pero pasemos de una vez a qué dice, o entendimos que dice, o entendí yo que entendimos que dice, El Desacuerdo .
El inicio de la reunión fue bastante trunco, nos costó bastante agarrar la dinámica de conversación y problematización que suelen tener nuestros encuentros. Sin embargo, poco a poco, y haciendo bastantes paradas en la literalidad del libro, la cosa se fue armando.
En las “palabra preliminares”, Rancière propone la pregunta en torno a si existe la filosofía política. A su entender, aunque se proclame tanto y por todos lados “el retorno” de la filosofía política, en verdad lo que se hace en nombre de ella no pasa de ser un comentario a textos de la tradición que queda estrechamente restringido a la concepción de administración estatal, a la pura gestión de lo permitido por el mercado; o sea en el marco de una visión según la cual política es el ámbito de acción posible de los representantes políticos entendidos éstos como meros gestores. Y todo esto, como veremos más adelante, lejos de ser caracterizado como “política” por Rancière, será lo nominado como “policía”.
Rancière se preocupa por dejar en claro en qué términos tiene sentido plantear la filosofía política, intenta definir cuál es el objeto propio de esa pretendida disciplina del pensar. En este sentido, nos dice que la filosofía se torna política en el momento en que se hace cargo de la aporía constitutiva de lo político. Ahora bien, cuál es la aporía de lo político se preguntarán. Para esto es necesario remontarse a Aristóteles, a “El comienzo de la política”.
En su Política, el estagirita distingue entre quienes tienen “voz” y quienes “palabra” (o logos). A su modo de ver, lo primero que es la mera capacidad de emitir sonidos iguala al hombre y los animales en general. Por eso es en la capacidad de logos en donde se instancia la diferencia específica de lo humano. Y esto se debe a que la voz sirve para indicar placer y dolor, mientras que la palabra manifiesta lo útil y lo nocivo, y en consecuencia (dice Aristóteles), lo justo y lo injusto. La vida en familia y en comunidad, el terreno político, sólo es posible entre quienes manejan estas últimas categorías.
Ahora bien, Rancière se detiene especialmente en analizar ese “en consecuencia” que une “lo útil y lo nocivo” por un lado, con “lo justo y lo injusto” por el otro, como si de una limpia deducción se tratase. ¿Por qué? Porque para el franchute es precisamente allí, en ese falaz pasaje, donde surge la aporía de lo político; es decir aquello que la filosofía debe acoger para tornarse filosofía política.
La naturalidad con que Aristóteles resuelve el pasaje de “lo útil” a “lo justo”, así como quien no quiere la cosa, da cuenta de la manera en que habitualmente la filosofía suele acoger la aporía de la política; pues sucede que la filosofía siempre se apropia la aporía tan sólo para suprimirla. Y esto equivale, dirá Rancière, a la mismísima supresión de lo político: la filosofía apuntala a la policía. ¿Cómo? Trataré de seguir el argumento, con el mayor detenimiento posible.
Aunque trabaje con los conceptos en griego, en líneas generales lo que dice Rancière es que mientras el primero de los términos (“útil”) implica un beneficio con perjuicio del otro, el otro (“justo”) supone beneficio sin perjuicio. Más detalladamente: la utilidad de uno implica el perjuicio de algún otro, es decir no sólo presupone la relación con otro, sino de algún modo su perjuicio . La justicia, en cambio, mienta la idea de un beneficio que no trae aparejada ni relación ni perjuicio alguno. Por eso en La República de Platón con la justicia se resolvería todo: cada cual en lo suyo, recibiendo un beneficio que a nadie perjudica. Es el justo reparto de la partes. El sujeto allí es la comunidad y nada ni nadie queda por fuera, todos tienen “su parte”, que sería ni más ni menos la que les corresponde.
Bueno, la idea de Rancière es que en ese pasaje entre “falsos opuestos”, la filosofía ya liquidó la cuenta errónea propia de toda distribución comunitaria. Con eso de que se pueden distribuir las funciones, es decir las partes de la sociedad sin que nadie sea perjudicado, lo que en realidad se está haciendo es suprimir la “cuenta errónea” que es el motor de la política. Por eso la política, para Rancière, es la actividad que basándose en el principio de la igualdad, repone aquella cuenta errónea en la cual se hace patente que cualquier sistema, cualquier parámetro de repartición de las partes deja algo afuera, excluye. La igualdad nos recuerda lo contingente de cualquier ordenamiento social, y por tanto desnaturaliza, des-identifica las partes dentro de lo establecido. Y en ese sentido es motor, desde ella se concibe la transformación de lo dado.
Por eso, no alcanza con que haya relaciones de poder para hablar de política, no alcanza con que los pobres se opongan a los ricos. Lo que debe acontecer para que haya política es la escenificación de una situación de habla en la cual los mismos términos del diálogo son puestos en cuestión, apunta a un cambio de paradigma comunicacional, podríamos decir. Y al hacerlo, lo que se pone en cuestión es el universal desde el cual se distribuían y pensaban las partes y su lugar en la comunidad. Justicia no es realizar un reparto justo, sino la imposición de una medida desde la cual se juzga qué reparto es y qué no es justo. Es decir, otra vez lo dicho: se singulariza lo universal, mostrando la contingencia de todo sistema dado.
Pero, claro, esto no se da en el aire: la política solo emerge “en” lo policial. Refiere a un encuentro de dos lógicas. ¿Y qué es lo policial? Bueno, lo que habitualmente se entiende por política. Cito:

Generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y sistemas de legitimación de esta distribución.

Entonces, “encuentro de dos lógicas” quiere decir encuentro de una lógica que se sostiene en el principio de la igualdad y de otra (la policial) que vela por el mantenimiento de las diferencias tal como han sido establecidas y justificadas en la sociedad. En la reunión hicimos bastante hincapié en que debe tratarse de un encuentro y que no hay política aislada de lo social establecido. Una alternativa igualitaria de tipo insular no es política, porque no establece ninguna confrontación crítica con lo instituido al interior de lo instituido. En este sentido, nos pareció que la analogía con Revocables era pertinente de ser intentada.
Para entablar la relación, debimos dejar en claro que, para Rancière, en la política
(1) no son partes (sujetos) preexistentes las que impulsan el proceso;
(2) el principio de igualdad efectúa algo en la realidad y
(3) eso que se efectúa es, básicamente, una desidentificación subjetivante, que quiere decir la puesta en crisis de las identidades pre-establecidas, siempre en miras de una experiencia subjetivizante (que produce sujetos, y no que parte de tal o cual sujeto) que ya no puede pensarse en los términos antes establecidos.
En este sentido, podaríamos decir que Revocables no se piensa desde una lógica de claustros, con lo cual encajaría en el item (1), que las asambleas invocan ese principio de igualdad (item 2), y que, aunque se consideró que esto no es tan claro aún, promueve nuevas formas de subjetividad.
Podríamos decir, entonces, que Revocables es una experiencia política en los términos que lo entiende Rancière. ¿Y Polética? En líneas generales, nos pareció que no, que Polética no lo es. ¿Por qué? Porque no provoca ese encuentro con lo instituido, porque al desarrollarse en un ámbito privado su potencial confrontativo queda anulado. No parece dar lugar a una nueva situación de habla, que ponga en cuestión ninguna institucionalización de algo universal. Hablamos distinto quizá, pero entre nosotros. Cierto que el PRI podría plantearse como un espacio de confrontación, pero me parece ( ya a título personal) que en todo caso estamos usufructuando las conquistas políticas de otros ; que nos insertamos cómodamente en un espacio ya abierto y legitimado, y con un funcionamiento que habilitaba nuestra inserción en los modos que lo hacemos. Pero entiendo que esto es discutible. Quizá la experiencia del congreso sea más política en estos términos, pero también habría que pensarlo.
Por último, el lugar del Estado en los planteos de Rancière es también cuestión abierta, a retomar. Pero podríamos afirmar que una supresión lisa y llana del estado sería imposible en tanto no se trata de nada homogéneo, sino más bien de un espacio en que se encuentran lo policial y lo político. Si esto es lo mismo que decir que el Estado es una herramienta neutra que pueden utilizar unos y otros para el franchute, yo diría que no.
Bueno, hasta acá me acuerdo yo. La vez que viene seguimos con los capítulos que siguen. Y lo de siempre, si les parece, metan mano.
Abrazo.

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