6.6.08

Encuentro del 31-05-08

Comenzamos la reunión hablando sobre el futuro polético. Se dio el ok a la presentación del proyecto de reconocimiento institucional. Pablo hablará con Eva para ver si le interesa firmarlo y Seba mandará el formulario de inscripción por mail como para ir viendo qué nos piden.
Además acordamos ir pensando cada uno qué le gustaría laburar en vistas a volcarlo en un trabajo para la segunda mitad del año. Juan Pablo propuso escribir un recorrido conceptual de lo que se vino trabajando en estos casi dos años tomando en cuenta los ejes democracia, subjetividad y alienación. Retomaría la problemática del Estado, ya sea considerado como la imposición de lo universal (abstracto) por sobre lo singular o de la identidad por sobre la diferencia. También se metería con este tercer modo de la democracia, más allá de una absolutización a lo Schmitt o una pura diferencia (a lo Bataille). De este modo se podría pensar en una autonomía también más allá de la alienación o de la transparencia absoluta.
Seba propuso hacer una relectura de Derrida a partir de todo lo discutido, ya que Políticas de la amistad puede ser fructífero ahora que el recorrido nos ha llevado a considerar esta posible alternativa media. Derrida de algún modo la transita, mostrando las aporías que el camino guarda para todo aquel que quiera abordarlo.

Arrancamos con la polémica Castoriadis - Pannekoek. Después del punteo de la discusión, que tomó los ejes del partido, la interpretación de la Rusia del momento y el papel de la vanguardia intelectual, la primera impresión que surgió fue la de estar ante un lenguaje ya caduco. Pensando en la capacidad de estos textos para ayudar a pensar el presente, nos enfrentamos a conceptos como el de "clase obrera" que ahora parece difícilmente aplicable.
Por otro lado, la noción de "partido" por momentos nos resonó a Rousseau, con esa idea de que debemos obligar a ser libres. Claro que Castoriadis parece coincidir con Pannekoek en la crítica al partido burocratizado y la reafirmación del rol de los "soviets" no sólo a la hora de tomar el poder, sino también a la hora de asumir la dirección de la post-revolución. Sin embargo, afirma que es necesario que durante el período revolucionario exista un centro de organización, ya que la lucha de clases se incorpora a las distintas organizaciones obreras. El partido correspondería entonces a un momento del período revolucionario, precisamente aquel en que es necesario actuar (volvió Schmitt!). Por lo tanto, el rol de la vanguardia será el de luchar y colaborar con la organización de las clases obreras, y no sólo del de indicar el mejor camino para la acción. Acá nos surgió la duda sobre la diferencia entre enseñar y mostrar, es decir, entre conducir bajando línea o abrir la reflexión y el espíritu crítico hacia el plano político. A esto Pannekoek responde que el partido siempre se traduce en opresión, y de ese modo reproduce los métodos del enemigo a combatir. El verdadero método será entonces el diálogo horizontal, que garantizaría así la autonomía de las decisiones.
Castoriadis agrega al final que es necesario considerar la posibilidad de otros modos de organización no stalinistas. Esto está en paralelo con lo discutido la reunión anterior: no toda institución implica alienación, ya que ésta se da en el modo de relación con esa institución.
Para resumir, las coincidencias entre ambos serían la ruptura con el stalinismo, la concepción de su propio lugar como externo a la clase obrera, y finalmente la consideración de la autonomía de la clase obrera como esencial al socialismo. Sin embargo, en este último punto surge la gran diferencia. Para Pannekoek la autonomía se obtendría dejando de lado todo partido u otra forma de organización externa a la clase obrera misma. Para Castoriadis el partido es necesario para efectivizar la revolución, a pesar de que pueda conducir a una posterior alienación. Es necesario asumir el riesgo antes que padecer por la inacción. Además es posible pensar otro tipo de organización más allá del partido burocratizado. Pannekoek parece hacer un análisis estático de la revolución y por ello padece de idealismo, mientras que Castoriadis la piensa como un proceso, y al no separar un dentro de un fuera, es decir, una empresa ajena a la sociedad en la que se inserta, reconoce que la clase obrera terminaría reproduciendo las contradicciones que atraviesan a la totalidad del cuerpo social.
Aquí surgieron dos comentarios: primero, parece artificial y anacrónica la separación entre la vanguardia intelectual y el obrero (pensemos en el modo de producción de bienes inmateriales en el que lamentablemente estamos todos insertos, desde que damos clases particulares hasta que presentamos un proyecto en la facultad); en segundo lugar quizá se pueda dar vuelta la crítica de Castoriadis y pensar si no es posible otro modo de actuar que no implique necesariamente una organización del tipo partido, aunque éste tenga las mediaciones que pretende Castoriadis.

Pasamos a la polémica Castoriadis (que se ve que era muy busca roña!) y Lefort.
Para el segundo habría que romper con la idea leninista del partido, ya que este proporciona una unidad artificial a partir de un programa y culmina en algo opuesto a la democracia. La institución del proletariado sería la revolución misma. Sí reconoce el lugar del militante-intelectual, que conformaría una especia de "comunidad sin comunidad" bastante "desobrada" (traducción: un tipo de organización sin una unidad que garantice la homogeneidad y el vínculo, sin un "común" compartido que traicione las diferencias y singularidades; y también sin una acción o tarea pre-configurada con un programa establecido para llevarla a cabo). Nuestro ya conocido Castoriadis responde que la organización debe distinguirse de la burocracia (al igual que la institución de la alienación). Es necesario un programa si queremos pensar en una actividad, aunque éste y su modo de organización sean transitorios. Se opone a la idea de la cooperación espontánea, que en realidad parecería anular la necesidad misma de la política (otra vez Schmitt!).
Para Lefort en las bases se tejen redes que permitirían generalizar la autoorganización, pero para Castoriadis es necesaria una centralización que permita esta universalización.
La cuestión que está en juego es la de la necesidad o no de que la sociedad a crearse esté pre-configurada en la forma de organización previa. Para Lefort sí es necesario, y por eso está en contra de toda forma de unidad externa a la propia clase obrera, mientras que para Castoriadis la unidad estará siempre dada a partir de una instancia centralizadora. Otra punta de esta cuestión sería la pregunta por el tipo de subjetividad que forma cada una de estas posiciones. Distinguir entre mandar y obedecer parece necesariamente conducir a la alienación para Lefort, aunque Castoriadis le reprocha que sostener la distinción entre autonomía y Estado sigue siendo burgués. Para éste la centralización es una coordinación de distintas experiencias con un mínimo de representación inevitable, aunque señala que a partir de cierto número es necesario regirse por la lógica de las mayorías y minorías. Esto nos produjo un cierto malestar, aunque es muy difícil pensar en una alternativa cuando estamos ante cuestiones urgentes y somos un número considerable.
La crítica de Castoriadis a Lefort también se puede volver en su contra, ya que el primero no deja de ser idealista a la hora de pensar en una posible representación más allá de la alienación.
Pensamos aquí en el ejemplo de Bolivia, y así surgió la idea para nuestra próxima reunión.
Vimos que en todos estos autores funciona la idea de falta. La exterioridad del intelectual con relación al obrero presupone un sujeto carente de un saber que le permitiría iluminar su proceso revolucionario. Así, parten de una "verdad" que poseen los miembros de la vanguardia y la unidad y homogeneidad del "obrero".
Por otro lado, volvió reversionada la gran pregunta polética: si cada espacio está atravesado por infinidad de relaciones, ya es universal, por lo tanto la cuestión es ¿cómo se relaciona con otros espacios pero manteniendo la diferencia?
Finalmente, discutimos la posibilidad de pensar en la lógica de la mayoría-minoría como no alienante si sale de la coyuntura misma. Es decir, la autonomía estaría en el consenso espontáneo, incluso sobre el modo de resolución. Ante una organización sin principios para tomar decisiones y programas, Castoriadis critica a este espontaneismo la imposibilidad de actuar bajo determinadas circunstancias y la disolución latente que siempre lo acompaña. Si hay objetivos no puede haber espontaneismo, de ahí la condena a la "desobra" o "inoperancia".Como siempre, el problema es el del otro (que bien trabajó un autor injustamente criticado que todos conocemos). Es decir, la posibilidad o no de combinar ética y política. Lefort y Pannekoek parecen privilegiar a la primera, mientras que Castoriadis la segunda. Polética sigue buscando ese punto medio siempre por venir.

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