21.2.11

Encuentro del 12-02-11

Nos reunimos en Sarandí, Maia, Lucía, Valeria, Sebastián, Juan Pablo, Facundo y yo.

La reunión giró en torno a dos ejes: publicación y lecturas para el año que comienza.

Lo relativo a la publicación tuvo a su vez dos momentos: uno en que comentamos los materiales que estuvieron circulando y otro en que tratamos de pensar el sentido y alcance de la misma.

Empiezo por lo más breve: quedamos en leer una publicación de Dialektica para la próxima, el 13 de marzo a las 18 en lo de Facundo. El texto estará disponible en El Arca y también habrá una copia disponible por Villa Crespo.

Con esto daríamos inicio a nuestro recorrido en torno a la cuestión más histórico-coyuntural si se quiere, como una renovación temática del grupo y sus reuniones: el 2001 y las lecturas que de él se han hecho y hacen son el tema. Año electoral, vieron.

Otras lecturas propuestas, y que pueden ampliarse son:

- Rodaballo, textos que interpretan el 2001.

- Situaciones, trabajo junto al MTD

- Abad-Cantarelli, Habitar el estado

- García Linera, conferencia en ocasión de su honoris causa.

- Borón, capítulos VI y VII de su libro imperio e imperialismo.

- Boaventura de Sousa Santos, ya sea Refundar el estado ya sea Reinventar la democracia, o los dos.

- Acha, Poder popular y construcción del socialismo desde abajo.

Ahora sí, me meto con lo de la publicación.

Les recuerdo que los materiales hasta ahora son el texto de Facundo, el esquema de trabajo de Sebastián, el esquema de trabajo de Valeria y Juan Pablo, las cartas de Maia y mi escrito. Paso ahora a dar cuenta de lo que sobre cada uno se dijo, de acuerdo a lo que mi memoria y el cuaderno en que tomé notas me permite.

Corríjanme si algo no lo entendí bien.

El texto de Facundo, como el nos indicó, parte de una crítica a la filosofía política del joven Marx, utilizando ideas de Abensour y Dotti. Muy rápidamente, lo que se le señalaría a Marx es que su crítica al estado, y la resolución que de su planteo se sigue tiene discutibles y peligrosos supuestos “sujetocentricos”. Y más, la pretensión de reconducir al sujeto humano (el ser genérico del hombre) la totalidad de la existencia social, superando así la alineación que el estado promueve y sostiene, habría de ser según esta perspectiva la forma realmente imperante de dominación: “la terrible utopía de la completa identidad”, para decirlo en términos marquetineros. En este sentido, el problema por pensar no sería tanto cómo hacer para que no existan instituciones, en tanto que mediaciones, sino cómo evitar su autonomización (cosificación, reificación). En otras palabras, se trata de repensar y de alterar el tipo de relación existente entre lo universal y lo particular, que en la civilización occidental está asentada en una primacía absoluta del principio de identidad, y no de anular la existencia de la relación en sí, puesto que desde una antropología negativa como la que defiende Facundo en el texto, no cabe sino afirmar las mediaciones. La dinamización de las mediaciones aparece, pues, como un camino a explorar.

No obstante, y tal como se señalaba retomando algunas ideas de mí texto, no deberíamos caer en un “moralismo del dinamismo” que vendría a resumir toda la cuestión en lo siguiente: abramos, abramos, abramos. Un trotskismo, podría decirse. La autonomización de un principio como este, que no pueda reconocer los necesarios y deseables momentos de cierre, podrían resultar sendo una nueva forma de cosificación. La imposibilidad de reconocer y convivir con la diferencia, sean los otros hombres, la historia o la naturaleza, sería entonces el problema de fondo.

Mi texto, entonces.

Yo trataba de ordenar algunas discusiones en él. Para eso partía de nuestra inquietud fundacional, las relaciones entre ética y política, e intentaba un relato que permitiese ordenar las lecturas que del problema hecho en estos años. Mi intención era la de enlazar esas interpretaciones con algunos posicionamientos de tipo más coyuntural. Por eso a la dicotomización un poco abstracta que gobernaba las primeras reuniones la asociaba con las repercusiones que el 2001, como fenómeno ¿político?, tenía en nosotros. Desde esta caracterización iría al segundo momento del texto, en el cual repondría las perspectivas existentes al interior del grupo frente a esto, para por un lado exponer las diferencias (pivoteando sobre todo entre los textos de dialéktica, de El Río sin Orillas y las cartas abiertas), y por otro, preguntarme por el modo en que nuestra forma de trabajo, o incluso los objetivos del mismo, permiten la coexistencia de posicionamientos diferentes. Cerraría tratando de pensar en torno a los alcances y los límites de nuestra forma de trabajo.

Una observación importante que se le hizo a mi texto, pero que es extensible a todos, es que tratemos de evitar la extrema auto referencialidad, es decir que tengamos en cuenta que lo interesante no somos nosotros (los productores) sino, en el mejor de los casos, lo que hicimos (la producción) y cómo (los modos de producción). Esto último nos lleva a tratar de imaginar cada vez con más precisión los contornos de nuestros hipotéticos lectores, a sabiendas de que cada ámbito de inserción tiene sus reglas. Esto lo retomo luego.

El texto de Maia, en el cual se intenta dar curso a un intercambio epistolar entre Derrida y Schmit también recibió varias observaciones. Naturalmente, tan filósofos como somos, la mera aparición de algo que no se dejaba acomodar rápidamente en nuestros moldes nos resultaba cuanto menos inquietante. De aquí que se sugirieron varias cosas. Sobre todo, que las cartas eviten ser la versión epistolar de un tratado filosófico. Por tanto, que la opacidad (en lugar de la total explicitación o exposición) tenga un lugar importante en el escrito. Tomar en cuenta que escriben Derrida y Schmit, y en ese sentido intentar que el estilo de cuenta de ello, más no sea parodiándolos al extremo[1]. También se sugirió que las cartas vayan atravesando el texto, para oxigenarlo. Lo retomo luego.

El texto de Seba, por su parte, trabaja la idea de eterno retorno de Nietzsche. Expone y se aleja de la interpretación cíclica del mismo, en donde lo que retoma es lo mismo que se había ido; lo hace para adentrarse en otra según la cual al no haber origen, al haber por tanto sólo retorno, este no puede sino dar cuenta de una diferencia que siempre atraviesa toda mismidad. Algunas ideas del Nietzsche póstumo le permitirían desarrollar las posibilidades de la voluntad de poder, en donde el que no haya hechos sino sólo interpretaciones, líneas de fuerza, perspectivas, valoraciones, y esas cosas no invalida el hecho de que sólo algunas interpretaciones, en tanto multiplican la fuerza del ser, pueden retornar. Las otras, las del esclavo (por decirle de algún modo), hacen imposible ese retorno.

El trabajo de Valeria y Juan Pablo tiene dos ejes, el primero centrado en la inmanencia histórica del sujeto y su relación con Estado, retomando planteos de la escuela de Frankfurt y Foucault; el segundo, centrado en la relación del sujeto con lo/s otro/s, desde Castoriadis. Pensar las posibilidades de la autonomía desde este autor, tal es el norte del trabajo.

Al esquema del mismo se le hicieron algunas observaciones. Se propuso que hay algunas cuestiones que deberían trabajarse con particular cuidado: primero, dejar en claro desde dónde se define al sujeto (filosofía, sociología, etc.); segundo, tener en cuenta las diferencias entre Frankfurt y Foucault, tercero, dejar en claro qué se está entendiendo por estado (es de por sí alienación, lo entendemos como mediación, etc.).

Otro momento de la reunión, también relacionado con la publicación, fue aquél en que tratamos de ir estableciendo ciertos ejes, coordenadas, problemas, ideas, etc. para su ejecución.

Apunto:

- En todos los textos se afirma la conflictividad, este parece ser un horizonte común de todo lo hasta aquí escrito.

- Somos una comunidad de interrogación, no así de resolución. Nuestra presentación debe dar cuenta de la especificidad empírica de nuestro trabajo grupal, sin recaer en el “autobombo” que a todos nos cae bastante mal. La presentación debería hacerse cargo de esta posible tensión.

- Escribimos para sondear la potencia, los alcances y los límites de nuestro modo de hacer (cosa que nunca se puede saber a priori). Una manera de afirmar el trabajo que venimos haciendo hace más de 4 años, sin creer que hallamos encontrado la panacea universal, pero convencidos de que vale la pena.

- Escribimos para mostrar nuestro trabajo. La cuestión del diseño (que podríamos tercerizar, siempre y cuando sea gratarola) y configuración interna del libro – relación entre los artículos - es importante. Pensar en qué modo ordenamos artículos tan disímiles como el de Facundo y el de Maia, por poner dos ejemplos, es parte del trabajo colectivo. Por ejemplo, se propuso que el de Facundo sirva como eje ordenador de los otros textos aún no escritos, en el sentido de que si alguna discusión ya esta dada ahí, no la repongamos en nuestros propios artículos sino que remitamos a ella. También se sugirió que las cartas vayan siendo ubicadas a lo largo del texto, y no todas juntas. La idea es que esa escritura más distendida oxigene el andar de los caminantes de nuestro libro. Otra idea que se sugirió es que como retoma cosas del recorrido grupal, mi texto puede ir al comienzo. O el de Valeria y Juan Pablo, al final (no recuerdo el argumento de esto último)

- Escribimos para entrar en relación con otros individuos o grupos que puedan estar interesados con nuestros ejes y nuestras reflexiones. Esto último nos impone pensar en las reglas de producción de nuestro libro, a fin de que tal comunicación sea posible. En ese sentido iban las recomendaciones al texto de Maia y al mío. La extrema autorreferencialidad puede tornar además de críptico muy poco interesante la publicación a quien no forma parte de polética.

- Pero esto último también nos obliga a pensar seriamente el tema de la distribución. La experiencia de Maia, Juan Pablo y Facundo en Amartillazos permite estar alerta en torno a que si no se milita mucho la distribución esta termina siendo deficiente, y, ergo, te quedás con la mitad de los libros publicados en tu casa. O sea, estemos al tanto de que la publicación habrá de demandarnos tiempo y esfuerzo no sólo hasta materializarla, sino también desde su materialización en adelante.

- La cuestión de los costos monetarios tampoco estuvo ausente. Entiendo que convinimos en que no pretendemos tener ganancias, pero tampoco pérdidas. Dependiendo de la tirada, el gasto puede oscilar entre 3.500 y 5.000 pesos. Un numerito, sí. Las rifas de Sebastián pueden ser una de las vías de financiamiento, pero quizás (casi seguro) haya que poner algo desde cada uno de nuestros bolsillos. La idea es recuperarlo con la venta de los ejemplares. La idea de las suscripciones también puede andar. Hay que ver.

Bueno, tengo hasta ahí.

Mail de Facu

La lectura del acta y mi propio rumiar mental en estos días, me llevan a reformular o matizar dos o tres intervenciones de mi parte que, a lo mejor, no fueron del todo felices o que respondían a ideas poco o mal elaboradas.


1) Sobre el texto de Maia. Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que tratar de formular a priori un canon de lo que sería filosofía ó (disyunción exclusiva) arte, resulta difícilmente productivo, en particular cuando en otros ámbitos algunos bregamos explícitamente por los "géneros borrosos" (por ejemplo, si se trata de articular filosofía y teoría social, incurriendo en una confusión para algunos abominable entre lo empírico y lo trascendental o entre lo óntico y lo ontológico). En todo caso, tal cosa responde a decisiones muy peculiares a favor de un determinado proyecto de lo que es filosofía (y no tenemos consensuada una noción común de lo que la filosofía es o debe ser, ni es deseable que la tengamos). Unas cartas ficcionales bien pueden ser un medio de filosofar, al menos de cierta apuesta filosófica determinada (¿o vamos a decirle altaneramente a Platón que los diálogos no son filosóficos, o a Adorno que los aforismos son poco rigurosos?). Pido disculpas, entonces, si incomodé con algunos reclamos mal fundados en la adhesión a unos ficticios cánones de escritura filosófica que no existen (o que al menos no son cánones, sino en todo caso principios heurísticos de mi manera de entender la filosofía). La condiciones de una producción filosófica legítima, en cambio, son su calidad y su relevancia teórica, condiciones que de todos modos tampoco puede medirse por criterios previos aplicados deductivamente.

2) En cuanto a la introducción, nuevamente, cuanto más lo pienso más me convenzo de que alguna referencia a la manera como trabajamos y los criterios de auto-organización que nos damos resulta inevitable. Las discusiones que tenemos y las lecturas que hacemos, que sin duda nos aglutinan en no menor medida, no se escinden en nuestra experiencia de la apuesta por un modo de hacer las cosas que suspende algunos de lo rasgos más morbosos del academicismo (las jerarquías inútiles, la producción compulsiva de papers, la competencia por los cargos y el favoritismo rosquero). Polética elige separarse del modo como la universidad suele hacer las cosas tanto en el recorte de sus objetos de investigación como en el diseño de sus políticas de trabajo, y resulta inevitable una referencia a ambas cosas, aunque sea somera y evite la autorreferencialidad estéril y los gastados clichés autogestionarios, y aún cuando deje por saldo más incógnitas que certezas.

Mail de Juan

Me gusta mucho lo que mandó Facu, sobre todo en la presentación. Creo que nuestro modo de trabajo tiene que aparece tal como lo fundamenta Facu allí, sobre todo en la manera en que nos posicionamos en relación con la academia. Y también acuerdo en que la referencia a la auto-organización tiene que aparecer solamente como un aspecto más del grupo, pero no como marca diferencial específica, puesto que no todos/as les otorgamos el mismo peso ni el mismo sentido. Insisto con que la presentación que habíamos pensado para AFRA 2010, tal como aparece en el acta de aquella reunión nos puede venir bárbaro: presentación de los problemas que trabajamos, partir de allí para darle importancia y sustento a esa faceta del grupo y luego, cómo esos problemas se vinculan con toda una forma de abordarnos que nos parecen que también hacen al contenido. Pero que es repetir lo que acaba de mandar Facu.

Por último, y ya que estamos con esto del 2001. Tal vez el problema se instale en las disyunciones exclusivas: autoorganizacón ó gremialismo. En cambio, si en lugar de escindir, lo pensamos como momentos necesarios de una actividad política integral, ya no hay que elegir entre uno y otro sino en abordar ambas cuestiones al mismo tiempo. Esto y también aquello. Cada vez me convenzo más de que la naturalización de las formas actuales de organización gremial nos llevan a confundir dos cosas distintas: el gremio como rama de la división de tareas que impone el capital y el sindicato como forma de organización de los trabajadores. Pero, por otra parte, las formas de experimentación y creación autogestinarias o en todo caso, autoorganizadas que dejan de lado toda intervención en la producción (trabajo) y los niveles de representación, terminan aplastadas por lo existente o, como mínimo, integradas a lo existente.


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