15.2.10

Política Superstar

Sebastián Chun
Haciendo Cine - nº 100 - Enero/Febrero 2010 - pp. 26-27

En el 2009 fuimos testigos de un cisma que hizo temblar el tablero nacional: la nueva ley de medios audiovisuales. Alrededor de este acontecimiento se fueron tejiendo varias intrigas, algunas heredadas de años anteriores, que pusieron en el centro de atención la intrincada relación entre los medios masivos de comunicación y la política.

Para hacer un repaso del año que dejamos atrás decidimos partir de un supuesto: la célebre e indisociable relación poder-saber. Según ésta, el lugar que un actor ocupa en el entramado social está determinado por la luz que él mismo proyecta y que baña el todo de esa estructura. En otras palabras, el espacio habitado dentro de la telaraña de nuestra sociedad se encuentra atravesado por relaciones de poder, que no son más que interpretaciones que segmentan y estratifican ese mismo tejido. Así, todo discurso sobre lo real determinará el grado de visibilidad de los distintos sectores que conforman nuestro mundo, pero, a su vez, es la distribución y ubicación de éstos la que construye y reproduce dicha perspectiva. La política puede entenderse entonces como el conflicto entre distintas voces que pugnan por un lugar dentro del espectro lumínico, es decir, por hacer visibles diferentes instancias del todo social. La cuestión es netamente audiovisual, alzar la voz para hacer y hacerse ver, pero iluminar para así hacer audibles otras voces. Y aquí resulta fundamental pensar en la relación entre los medios masivos de comunicación y la política, relación que en el 2009 se explicitó por doquier, inaugurando quizá una etapa novedosa. Si bien nunca faltaron en nuestra historia los cruces entre los diarios, noticieros y programas especializados con el gobierno de turno, podemos afirmar que este año se han intensificado. También en esta oportunidad se dieron cita integrantes del así denominado "mundo del espectáculo", aportando a las diversas polémicas un condimento adicional que no debemos pasar por alto. Enumeremos, sin pretensión de exhaustividad, los distintos acontecimientos que pusieron esto en evidencia:
1) La herencia del "conflicto del campo" del 2008, momento quizá fundacional de esta nueva (des)politización mediática. Pensemos, por ejemplo, en el lugar que ocuparon en los medios las distintas apariciones del trío Biolcati, Llambías, Buzzi, por un lado, y la presencia de Alfredo de Angeli en el regreso de Gran Cuñado, por el otro.
2) Las elecciones de junio, que involucraron a Tinelli y Jorge Rial como los principales agentes de campaña de Francisco "Alica Alicate" de Narváez. El conductor de Intrusos no sólo abonó como invitados al imitado y su imitador, sino que midió el raiting de Gran Cuñado como un boca de urna anticipado. Recordemos el papel privilegiado que el doble de Narváez en particular (que terminó siendo imitado por el original) y el PRO en general tuvieron en este último programa.
3) El conflicto por el "Fútbol para todos", que afectó los intereses de TyC e involucró a actores tan disímiles como Maradona y Vila. Como consecuencia demorada el canal América acompañó el desfile de Toti Pasman a lo largo de toda su programación con un televoto para saber qué pensaba la "gente" sobre las declaraciones polémicas del DT de la selección después del partido contra Perú, orientando la respuesta hacia un sí o no sobre su continuidad en el cargo. Luego de escuchar las declaraciones de Vila, resulta evidente la intencionalidad de dicha encuesta, afín a ciertas palabras de Marcelo Bombau, presidente de TyC, que más adelante repasaremos. Por su parte, Maradona hizo su aparición pública en 6,7,8 denunciando los intereses de Vila y Bilardo por apropiarse de la AFA.
4) La ley de medios, contra la cual reaccionaron los principales grupos mediáticos del país. Aquí surgen como renombrados protagonistas, entre otros, los grupos Clarín y Uno, por un lado, la productora PPT (6,7,8 con su constante mirada crítica sobre la totalidad de los medios y el cambio radical de TVR con relación a otros años más light del ciclo) y Víctor Hugo Morales (con su ya histórica crítica a los grandes monopolios mediáticos, denunciando el negociado entre las AFJP y Clarín o la AFA y TyC), por el otro. Vale mencionar que este punto fue el más sensible, ya que contiene a todos los demás.
5) El fantasma de la inseguridad (concepto tan abstracto como el de "crisis", que también supo causar muertes), que involucró al trío estelar Susana, Mirtha y Marcelo. La primera con su pedido de pena de muerte, la señora criticando en todos sus almuerzos la catástrofe que atraviesa nuestro país y Tinelli haciendo un llamado a la paz y la solidaridad antes de "bailar por un sueño". Aquí entraron en discusión varias personalidades como D´Elía, Florencia Peña, Viviana Canosa (cuyos panelistas se permitieron hacer algún análisis socio-histórico de la actualidad del país y su relación con los ´90) y Pablo Rago. Éstos tuvieron, entre otros espacios, a los productos de PPT como principal caja de resonancia.
6) El conflicto por Papel Prensa, que interpela a La Nación y Clarín pero incumbe a todos los periódicos del país y nos regala los titulares más sorprendentes día a día, siempre teniendo como protagonista indiscutible a Guillermo Moreno.
7) La ley de obtención de ADN, que muchos medios quisieron mostrar como parte de un ataque contra el grupo Clarín, ya que de manera no muy oblicua podría contrariar a Ernestina de Noble. Así lograron anular el debate ético que atraviesa a dicha norma.
8) La fusión Cablevisión-Multicanal, que vuelve a poner en la mira al grupo Clarín y abre el interrogante sobre las verdaderas intenciones del gobierno. La pregunta inevitable es: ¿por qué se borra con el codo lo que dos años atrás se firmó con la mano?
9) La inefable "inseguridad jurídica", una de las últimas armas para criticar al gobierno. A diferencia de los ´90, ahora correríamos el riesgo de llevar al país a la ruina, ya que dejaríamos de contar con el apoyo de inversiones provenientes de países como los EEUU. Entre otros, uno de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Fayt, salió a responderle a Arturo Valenzuela (enviado de Barack "la guerra es necesaria para la paz" Obama) y sus férreos seguidores, desde Marcelo Longobardi hasta Mirtha Legrand.

Politización

Una mirada sobre la actualidad de esta relación entre los medios de comunicación y la política puede ser más que optimista. Al hacer un recuento de los diversos cruces antes enumerados se podría pensar en una politización a gran escala.
Por un lado, tenemos la espectacularización de la política. Si desde los principales programas se llama a una reflexión sobre el presente de nuestro país, esto promovería un debate masivo que interesaría a la gran parte de la población escondida detrás de los picos de raiting suntuosos. Cada almuerzo con Mirtha, cada "cámara solidaria" de ShowMatch, cada presencia de los políticos en los así llamados programas de "chimentos", apuntarían a un espíritu crítico del consumidor, que no podría dejar de mirar hacia el lugar que los medios le están iluminando. Ya no sería necesario involucrarse con un programa de contenido específicamente político, sino que alcanzaría con buscar nuestro entretenimiento cotidiano para que, como por arte de magia, se sumen a nuestro goce varios interrogantes sobre nuestra actualidad política.
Por otro lado, nos encontraríamos con la intensificación del debate desde los medios especializados. El bombardeo informativo sobre la relación entre el gobierno y los grandes grupos mediáticos en todas sus versiones también podría considerarse como un gesto de madurez política. Cada ciudadano tendría la capacidad de reflexionar y formar su propia mirada sobre lo acontecido, por lo que escuchar varias voces enriquecería esa lectura. La libertad de prensa existente garantizaría este cruce de espectros luminosos, cuando las cámaras de la televisión pública y las televisiones privadas hacen foco sobre un mismo acontecimiento, pero ven y muestran cosas distintas. Puesta en cuestión fundamental de lo que hay para ver y de los lugares desde los que ver. Y desde ya que en este punto se pone en juego el factor fundamental del debate: la nueva ley de medios audiovisuales. Si lo existente ya es una de las máximas expresiones de la democracia, todo cambio nos acercaría a la tan temida "mordaza".

Despolitización

Volvamos a nuestra definición de política: cuestionamiento del orden establecido de luces y sombras, puesta en crisis del entramado social visibilizando otros rostros y haciendo audibles otras voces. Si las relaciones de poder son también relaciones de saber, en tanto un lugar privilegiado dentro del reparto vigente de roles es causa y efecto de un discurso "más" verdadero, entonces, ante nuestro ingenuo optimista, debemos preguntarnos por la legitimidad con la que cuentan las distintas miradas sobre nuestra realidad. Aunque sea posible hacer un zapping voraz y minucioso, es desproporcionado el lugar que cada una de ellas ocupa en la vida cotidiana de la "caja boba". La violencia de Milagro Sala, la desastrosa inseguridad (criminal y jurídica), la futura censura mediática, la posible expropiación de la propiedad privada (por Papel Prensa), la derrota oficialista en el Congreso, entre otros, son algunos de los temas que se construyen desde determinada perspectiva, que no se reconoce como tal y logra imponerse como la "verdad objetiva" sobre el derrotero de nuestra sociedad. Si Mirtha Legrand y Susana se juntan a almorzar y sostienen que sus dichos son "lo que piensan todos", si TN se encarga de construir una mirada dominante sobre las diversas polémicas entre el grupo al que pertenece y el gobierno, si Tinelli deja la solidaridad y la búsqueda de paz de lado una vez comprobado que Ricky Ricón y su violenta ostentación "venden" más, entonces no estamos ante una mirada deconstructora de nuestra realidad, sino ante una voz monocorde que sólo repite lo ya escuchado. Eco infinito que garantiza la pasividad absoluta del espectador, confiado en que esa escucha automática se vuelve crítica cuando logra reproducir lo recibido. El sueño del ciudadano hiperpolitizado gracias a las intervenciones de las estrellas mediáticas o la intensificación del debate entre los medios y el gobierno se cae, y se desnuda a un raquítico individuo aislado cuyo pensamiento es construido por los grandes grupos mediáticos, que en más de un caso conforman una única voz monolítica. ¿No es un claro síntoma de lo expuesto el hecho de que se hable de los premios y el récord de audiencia que alcanzó El secreto de sus ojos pero no del cuestionamiento que bien podría haber despertado sobre la difícil relación entre el derecho y la justicia? El silencio que acompaña a las voces dominantes es una censura estructural, que deja de lado cuestiones fundamentales como la UCEP, el nombramiento de Posse (cuya renuncia no se debió a la presión que los medios bien podrían haber ejercido) o la muerte de Rubén Carballo, y condena a muchos al murmullo impotente. Si la política implica una ruptura, una puesta en cuestión, aquí nos encontramos en las antípodas: eterno retorno de lo mismo. Quizá dos símbolos por excelencia de este estado de las cosas: la Gripe A, con su fiebre del barbijo y Ariel Umpiérrez transitando por todos los medios, y Ricardo Fort encarnando al Che Guevara (lo cual puede parecer inocente, pero si pensamos en todos los productores que hay por detrás de tamaña decisión, debemos reconocer que como mínimo fue una broma de muy mal gusto). Dejemos entonces el término "político" para designar todo abordaje de algún contenido relacionado con la administración de lo público que no llega a ser político, es decir, cuestionador de la estructuración social vigente. Nuestro amigo optimista confiaría en la politización de la ciudadanía a partir del contenido "político" de gran parte de la industria mediática, pero en realidad sería ciego para la política propiamente dicha, que aquí se hace manifiesta por su ausencia. Político sería lo que los medios dejan de lado, lo que se esfuerzan por no hacer, abandonándolo en las sombras y el silencio de sus márgenes. Nuevamente se pone en el centro de la cuestión la ley de medios audiovisuales y la posible construcción de un espacio público, pero ahora sí desde una perspectiva política.

Espacio público

Siempre se corre el riesgo de parecer oficialista cuando no se reconoce que el Estado es el titular por excelencia de esta lógica monopolizadora del ejercicio del saber-poder, y que por eso mismo no es afín a la definición de política que venimos proponiendo. No podemos dejar de cuestionar los números que nos brinda el INDEC, la dudosa autonomía de Canal 7 o las relaciones entre el gobierno nacional y Daniel Hadad (por C5N y el lugar cedido en la grilla) o Canal 9 (a quien le cedieron una de las finales del campeonato de fútbol y en el cual aterrizará el nuevo TVR el próximo año). Y aquí se hace fundamental pensar lo público como distinto a lo estatal. En este sentido, la nueva ley de medios audiovisuales promete democratizar lo público, es decir, no sólo terminar con los monopolios privados sino también con el del gobierno de turno. Para que haya otros rostros que mirar y otras voces que escuchar, debe haber una "igualdad" no abstracta sino efectiva en el plano de la construcción del saber, para así replantear las relaciones de poder vigentes. A pesar del ideal de Bombau, para quién "lo más democrático es que quien quiera ver pague", debemos recordar que la democracia se opone tanto al dominio absoluto del mercado como al del Estado, y propone una verdadera politización, ya que se manifiesta como una constante puesta en cuestión del orden de cosas vigente. Así los conceptos "público" y "democracia" se muestran como otra pareja indisociable. Invitar a todos a filmar desde su lugar y luego abrirles un espacio donde mostrar su perspectiva, ese es el sueño democrático, sueño de una política por venir, sueño de cine infinito a cuya construcción tal vez podamos aspirar.

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