13.12.07

Encuentro del 13-05-07

I. A la zaga del acontecimiento (y dos ejemplos chabacanos)

Comenzamos la reunión haciendo una puesta en común de lo que cada uno/a había trabajado hasta el momento, más los aportes de Seba y Mai para esta reunión específicamente. Seba nos comentó la lectura que había hecho de El desacuerdo (política y filosofía), de Rancière. Según Seba, el libro aporta muy de cerca en relación a los problemas que estamos abordando. Parece que una de los conceptos que aparece con fuerte impronta en el texto es el concepto de universal-singular y que el derrotero de su postura respecto de la política es muy parecido al que recorre Scavino. Al son de lo que pude anotar, porque no pude leer el libro de Rancière, el momento político, aquí y al igual que Scavino, consiste en la emergencia de la alteración del orden de cosas dado, es decir, como una alteración de los roles impuestos y del reparto de las funciones existentes.

Ante esto, Seba se hacía una pregunta: está bien, el momento político es la disrupción de la configuración total de los roles existentes, pero cuándo se da semejante momento, cuál podría ser un ejemplo claro de semejante emergencia de lo político. Además, por lo general, ante esa disrupción, lo que suele ocurrir es que tarde o temprano se vuelven a repartir esos roles, las funciones se vuelven a reconfigurar. Seba trajo a colación el caso del conflicto salarial en Neuquén, incluso podríamos poner también como ejemplo el actual conflicto sindical-docente en Santa Cruz. Estos casos de protesta social, ¿Alteran la disposición de roles existentes, son un verdadero cuestionamiento del orden dado? ¿En qué medida la postura de Scavino en torno a la política puede ser una postura radical?

En este punto comenzamos a pensar y a recordar la postura de Scavino en torno al momento político. Recordamos el caso típico que Scavino analiza en su libro. Todo conflicto salarial se puede analizar de dos modos, dentro de la perspectiva moral o como perspectiva política. Esto es, una cosa es que en los trabajadores soliciten un aumento de salarios pero sin cuestionar la relación misma que los sujeta. Esto es: la relación patrón-empleado. Dentro de esta perspectiva no se cuestiona la disposición de roles establecida, sino que se la da por sentada y sólo se solicita una mejora de la situación del rol trabajador. Se pide, en todo caso, que el rol patrón se ejecute con mayor corrección, que se hagan bien las cosas. En la perspectiva política en cambio (según Scavino, claro), el momento político surge cuando los trabajadores no cuestionen simplemente los bajos salarios percibidos, sino la existencia misma del salario, es decir, de la existencia misma del trabajo asalariado. Aquí lo que se cuestiona no es ya el funcionamiento deficitario de la relación patrón-trabajador, sino la relación misma, la existencia de patrones y trabajadores como roles sociales sobre la que se monta buena parte del tejido social. Se cuestiones entonces, una forma completa de relación social.

Siguiendo un poco esta perspectiva queda en suspenso si hay algunas tendencias dentro del conflicto salarial en Santa Cruz que muestren o que evidencien la existencia de un cuestionamiento así. En todo caso, sí lo que se puede decir ajustándonos al concepto de lo político que maneja Scavino, es que de no presentarse estas tendencias al cuestionamiento de la existencia misma de los roles establecidos, el reclamos sindical corre derroteros meramente morales y no políticos. Dicho de otra manera, un conflicto salarial que se desarrolla de esta manera no puede evidenciarse como una alternativa a las formas tradicionales de entender la política, es decir como una moral de la modificación y ajuste más o menos feliz de los roles ya existentes. Nota ociosa o tal vez no tanto: sería interesante seguir el derrotero del conflicto sindical en Santa Cruz, ya que esta semana los gremios más combativos (por decirlo de alguna manera) acaban de rechazar el aumento del básico de los más o menos 100 pesos a 500 pesos que ofreció el gobierno (creo que nacional). Digo, si bien esta postura parece seguir en la línea del reclamo moral, intenta llevar la lógica de la gestión actual un poco más allá de lo que está dispuesta a avanzar. Pero tal vez sea mejor volver al concepto, no sé.

Otro ejemplo que surgió de la charla fue el de la reciente reunión interclaustro. En principio, los/as estuvimos allí, Mai, Eze y yo, comentamos cuál fue el carácter de la reunión, justamente que no se trató de un asamblea. Desde la postura del departamento de Filosofía que fue quién convocó a la reunión[1], el modo y el contenido de esta instancia consistía en hacer un diagnóstico de la carrera con el fin, mediato, de cambiar lo que se considerara pertinente. Esto es, en cuanto a la forma: las intervenciones eran colegiadas, hablaba un docente, luego un graduado y finalmente un estudiante. Este orden se repetiría durante toda la reunión. Es decir, la reunión estuvo organizada de acuerdo a la división en claustros existentes y que era, en otras cosas, aquello que se quería poner en cuestión (al menos por algunos/as estudiantes y graduados). En cuanto al contenido, salvo algunas intervenciones que pusieron en cuestión el carácter mismo de la reunión (se denunciaba que reponiendo el carácter claustral de la reunión, nuevamente se desconocía el carácter igualitario de los que estábamos allí reunidos), por lo general, las propuestas consistieron en problematizar o destacar ciertos vicios o malos funcionamientos de la carrera pero dentro del marco de la forma actual en que la carrera está organizada. En este sentido, las propuestas fueron tales como: talleres de tesis (donde aprenderíamos a realizar una tesis de acreditación de licenciatura o doctorado), tutorías, modificación y ampliación de los requisitos para presentar seminarios, establecer contactos más fluidos entre docentes y graduados y entre los estudiantes y los graduados, y por qué no, tal vez también con entre los estudiantes y los docentes.

En este punto, decíamos que era posible analizar esta situación desde el concepto de lo político en Scavino. En la medida en que la forma de la reunión se circunscribía a la actual división en claustros y el contenido, a su vez, redundaba en remedar aquellas instancias que no hacían posible el correcto funcionamiento de los claustros (se llegó a decir en una intervención que como el mercado existía, aunque no nos gustara, teníamos que ponernos a ver qué tenemos nosotros para ofrecer), decíamos que la reunión interclaustro se mantuvo dentro de una perspectiva moral, que no cuestionaba los roles existentes y que no se preguntaba en lo más mínimo por la razón y los productos de una organización colegiada del saber. En este sentido, reconocíamos que la impronta de un suceso como el de hace dos semanas no rebasaba el horizonte meramente moral de la cuestión y que no podía ser visto como la emergencia de una política alternativa (incluso un graduado llegó a decir que los/as estudiantes que pretendían un reunión con esta impronta, con este cuestionamiento, éramos la pura negatividad jacobina).


II. La ley de la pura diferencia (o el grito salvador de Kusch)



En este punto, la cuestión con la que comenzamos la reunión quedaba abierta. Si ni el conflicto docente en Santa Cruz, ni la reunión interclaustros de hace dos semanas eran emergentes de una forma distinta de entender y practicar la política, la pregunta redundaba en cuándo y cómo es que una alternativa a la forma tradicional de ver y practicar la política se hacía patente. Para tratar de darle un poco más de contenido a esta cuestión de una política que no se piense desde los lugares habituales, en términos generales, como política exclusivamente de estado, trajimos a colación la distinción que aparece en la monografía de Seba entre el concepto de soberanía en Schmitt y en Bataille. Mientras que en Schmitt estaríamos hablando de una soberanía que solo abre el juego ante la diferencia para restaurar el orden (la excepción del soberano es sólo un momento para poder restaurar mejor la normalidad), Bataille entiende la soberanía como puro gasto, como pura apertura a lo diferente. Se trata de una soberanía que no cierra el proceso de antemano o que, en todo caso, no hace economía frente al otro, sino que es un ejercicio de la soberanía donde no hay ningún orden que restaurar, no hay orden al cual volver sino una apertura a lo que vendría o a lo que semejante gesto político dejaría emerger.

La cuestión recaía aquí entonces en que jamás es posible una soberanía de este tipo, o que, en todo caso, sería solamente el momento de una irrupción o disrupción dentro de lo establecido pero que jamás podría redundar en una organización política so pena de quedar preso de aquello quiere modificar. Aquí, no obstante dimos un giro en el planteo, comenzamos a decir que el problema consistía en que se confundía la soberanía con el gobierno. Y que, en todo caso, habría que plantear la soberanía como poder del pueblo. O, en todo caso, establecer una mediación, como una postura intermedia entre la soberanía como puro gasto y la soberanía como economía frente a la diferencia (esto sería operar un cálculo frente a cuánto hay que abrir el juego a la diferencia para poder manipular y conservar mejor el orden establecido). En esta línea media, el pueblo sería al mismo tiempo cuerpo político soberano y al mismo tiempo presentaría un carácter policial (de acuerdo a la acepción técnica del término como control de la polis; me parece que este concepto está en Hegel en la Filosofía del derecho, yo no lo tengo muy fresco así que si alguien lo puede reponer, por favor, meta mano).


En términos dicotómicos con su intento de mediación la cuestión sería más o menos así:
1- Soberanía como mismidad

Solamente hay reclamo.
La apertura sólo se da como
reclamo en forma de conflicto.
2- Soberanía como gasto

Al ir en contra de toda
utilidad, al ser pura
apertura sin cálculo
alguno, parece que aquí
termina la política.
Riesgo de la hostilidad
absoluta

3- Soberanía como pueblo

En esta línea mediadora estaría, por ejemplo, la postura de Kusch
en torno al “estar”. Aquí hubo referencias a ciertos cortes de ruta
que evidenciarían esta mediación, pero se me perdieron los ejemplos, Eze,
si lo podés reponer, adelante.



En esta misma línea de buscar mediaciones entre el puro gasto y el cálculo del sujeto en Schmitt, llegamos al texto de Tatián, La cautela salvaje que viene trabando Mai. Según Tatián, leyendo a Spinoza, la política justamente es la línea media que permite zanjar la dicotomía entre naturaleza y humanidad. Es decir, la naturaleza es puro gasto, puro devenir, fluir sin ninguna utilidad, fluir sin ningún tipo de finalidad. En cambio, el hombre es quien tiene la capacidad o la facultad de establecer fines, utilidades en sus actos o pasiones. La política sería la instancia que articularía esta dialéctica o esta relación polarizada. Esto lo relacionamos con la postura o la investigación de Derrida frente a lo específicamente político: ver si la política no está justamente a medio camino entre el gasto y la restricción, entre lo policial entendido como autoconservación y lo político como aquello que no tiene fin externo, es decir, la autodeterminación.

Dentro de este intento de búsqueda de mediaciones llegamos al concepto de Amistad en Spinoza. La amistad en este caso parece que sólo puede darse entre hombres libres, pero con el resto de la comunidad, Spinoza recomienda cautela, adaptación[2]. Es decir, sólo será posible una comunidad de hombres libres en la medida que exista una comunidad que haya generado la suficiente potencia como para lograr ese estado. De faltar esta comunidad en la praxis, en el desarrollo histórico, lo que queda es la cautela o el establecimiento de mediaciones para hacer posible semejante estado de libertad.

Dentro de esta lógica spinoziana, sólo es posible una comunidad de hombres libres en la medida en que se haya llegado al tercer grado de conocimiento, momento en el cual el Estado se hace completamente innecesario. Aquí, cabe destacar que el tercer estado de conocimiento no es una arista meramente gnoseológica, sino que depende de una práctica específica, de una práctica política. Sólo una comunidad que se desprenda de las pasiones tristes, de la teología y de los fantasmas que generan miedos infundados, hace posible el arribo a este tercer grado de conocimiento. Dicho de otro modo, sólo es posible un conocimiento verdadero dependiendo de la potencia práctica de una comunidad a la hora terminar con los agentes prácticos del miedo. Fuera de esta comunidad o, sin esta comunidad, lo que queda es la prudencia, la cautela y la adaptación.

Este tercer grado de conocimiento se caracteriza por una permanente lucha de liberación más allá del Estado. Es decir, una manifestación de la política que escapa a los cánones del Estado y que Tatián llama lo impolítico. Entendiendo esto como la intrínseca politicidad de la Ética. Como la intrínseca politicidad de toda actividad humana. Aquí, entonces este concepto de impolítico viene a jugar las veces de esta concepción de la política que venimos tratando hace rato (el concepto de lo político en Derrida, el puro gasto en Bataille, la autonomía en Virno, la constante alteración de los roles establecidos en Scavino, ¿La filosofía del “estar” en Kusch?, etc.) y que posee las cualidades de ejercerse más allá del Estado, y de las instituciones que lo caracterizan. Sin embargo, como esta comunidad es algo por constituirse, no se puede actuar como si estuviera dada, sino que hay toda una preparación filosófica-política que la haría emerger, pero siempre como resultado de un proceso de liberación de las pasiones tristes y del resto de los estados de conocimiento.


III. Entre las palabras y las cosas

Después de semejante derrotero, arribamos a la idea de que, tal vez, estábamos proponiendo una serie de dicotomías un tanto abruptas, como ser: naturaleza-cultura, gasto-cálculo, identidad-diferencia, policía-política, autonomía-heteronomía, sujeto-aniquilación del sujeto, política de Estado- política como pura apertura, eventos-acontecimientos. Consideramos la posibilidad de que ninguna de estas polaridades se da de modo absoluto y palpable, algo así como que en toda política de Estado hay siempre un resto de diferencia que es imposible subsumir. Paralelamente, nunca se da un acontecimiento en estado de gasto puro, un acontecimiento sin estructura, un gasto sin cierta economía, la autonomía sin un resto de heteronomía (en este caso algo de esto habíamos dicho cuando discutimos el texto de Abensur, más allá de que no nos haya convencido su postura), una amistad sin cierta cautela y, (esto hay que desarrollarlo) una desujeción sin una cierta constitución de otro tipo de subjetividad. Sí, sí, otra vez recaímos en el entre, en el entre de los acontecimientos y las cosas, o cosas así como las que dicen los franceses (aunque tal vez Kusch también, Eze, vos nos contarás).

Con esta obsesión encarnada, pudimos aislar dos problemas que pueden, pero solamente pueden, dar un cauce, una estructura posible y transitoria a nuestros recorridos de lectura. El primer problema parece ser una búsqueda de un tipo de política que vaya más allá del Estado, o que al menos no parta de él o que no se circunscriba meramente a él. Y un segundo problema que consistiría en establecer las mediaciones necesarias para no recaer en dualidades que imposibilitan el avance de este concepto y de sus posibles actualizaciones.

Con este esquema, podemos ir incorporando las lecturas que estamos haciendo de la siguiente manera: en torno al primer problema aparecen las lecturas de Bataille, Rancière, Derrida (con matices, este tipo parece estar de los dos lados), Scavino, etc. En torno al segundo problema, irían las lecturas de Kusch, Tatián-Spinoza, la escuela de Frankfurt (por lo que Facu nos comentó tanto en reuniones nuestras como en momentos informales de cenas con vino tinto, está trabajando la idea de Historia natural en la Dialéctica negativa de Adorno, creo, o en alguna conferencia que se llama justamente Historia natural), el texto de Derrida, Hay que comer o el cálculo del sujeto (texto donde el francesito de moda dice que ellos, la generación de franceses post-estructuralistas, jamás quisieron aniquilar al sujeto) y, creo, el texto de Sartre sobre El universal singular. Ah, me olvidaba del de Abensur, defectuoso en su desarrollo pero con esta impronta en su apuesta.

Por último, creo que lo que Facu está laburando tiene que ver con hacer una dialéctica entre naturaleza y cultura. Facu, si querés reponer vos esta parte, adelante, sabés que yo recién estoy entrando en los avatares de lo que implica una dialéctica negativa.

Bueno, obviamente esta estructuración de lo que venimos haciendo es casi arbitraria, así que si alguien propone un horizonte distinto, no tiene más que desechar todo esto. Por lo demás, obviamente también podemos leer todo lo que se nos antoje.

[1] En realidad esta reunión se vino trabajando desde fines del año pasado entre estudiantes provenientes de lugares bastante disímiles, como ser: agrupaciones, En acto, Poiesis, Tesis XI, PTS, la coordinadora de Filosofía, algunos/as de nosotros (colectivo de filo); y estudiantes independientes. La idea inicial era que la reunión fuera una asamblea interclaustro, es decir, una instancia igualitaria con capacidad de decisión para abrir un proceso de modificación del plan de estudios actual. Otro acuerdo inicial era que este espacio establecería la fecha y que se invitaría al departamento para que participe y convoque. Finalmente, y por las diferencias que nucleaban a este espacio, ocurrió algo bastante distinto. Poiesis y En acto, sostenían que no había que presionar a la junta, que había que esperar que fuera la junta quien estableciera la fecha y finalmente quien convocara. Hasta tal punto prevaleció esta tendencia que fue la junta no sólo quien estableció la fecha sino el carácter de la reunión, la forma de intervención y el temario (este último consensuado con nuestros representantes estudiantiles). Hay que decir que el resto de los que conformaron este espacio tampoco pudieron torcer esta tendencia.
[2] Habíamos leído en el libro de Tatián que Spinoza en una de sus cartas pedía a su interlocutor que no difundiera ciertas partes de su doctrina ya que podría costarle la cabeza.

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