11.12.07

Encuentro del 25-01-07

Básicamente leímos el texto de Juan y Maia sobre Scavino y lo discutimos un poco.
Resumo muy brevemente porque está el texto completo a mano. Hay dos formas morales de enfrentar el problema de la corrupción: la tiranía y la aristocracia. Ambas son delegativas y se basan en una concepción negativa de la naturaleza humana. Se orientan a velar por el cumplimiento de los roles sociales asignados, en lugar de preguntar por su génesis y posible transformación.
La democracia, en cambio, como horizonte ético-político, prescinde de toda consideración sobre la naturaleza humana. Se pregunta, en cambio, por la posibilidad de alterar los roles sociales vigentes. Su finalidad intrínseca, asociada a esto, es la minimización de la delegación, que todos participen lo más posible en las instancias de gobierno (gobierno como determinación de los roles sociales).

Ahora la discusión grupal. Esta concepción de lo político como correlativo de lo ético es antitética a la schmittiana, que parece asociar política a cesión del poder de decidir. Esto abre varios interrogantes: ¿es la democracia una política? ¿Es la decisión del soberano la única decisión posible?

Siguiendo la deconstrucción derridiana, la decisión en Schmitt es paradojal: si el soberano fuera propiamente capaz de decidir algo, sería subversivo, haría entrar en el orden de la amistad (homofilia, remisión a la mismidad) la ruptura, la alteridad.
Hay que pensar en qué sentido Schmitt intenta pensar una política desfondada, una política donde el orden dado es uno entre varios posibles y donde la decisión entre esos posibles es arbitraria. Para Schmitt habría conflictos privados, que se dan entre particulares, o sea que están contenidos por la universalidad de la norma instituida, y conflictos políticos, en los que emerge lo diferente de la norma. Puesto que no hay ninguna universalidad de grado superior que determine la elección entre distintos órdenes jurídicos, la arbitrariedad de la decisión realiza esa elección. Por eso decisión y estado de excepción se relacionan: sólo cuando emerge el enemigo, el otro del orden jurídico-político propio, surge un conflicto que no puede resolverse por la ley, porque está, precisamente, más allá de ella. Entonces la decisión tiene lugar como correlativa determinación del enemigo y del amigo, del ámbito de mismidad y del ámbito de alteridad. La decisión es un momento de apertura del orden de cosas homogéneo a su alteración, pero es inmediatamente el cierre de ese orden y la división tajante entre lo que incluye y lo que excluye. Por eso Schmitt no puede prescindir de la eugenia o comunidad de origen que fundamenta la decisión: debe haber un “nosotros” clara y tajantemente separado de un “ellos” para que exista política. Luego, la decisión no decide propiamente nada, sino que viene meramente a refrendar la siempre supuesta comunidad natural o de nacimiento. Y esta distinción tajante entre amigo y enemigo es correlativa a la distinción entre lo privado y l público: hay un tipo de conflictividad –privado- que se resuelve en el marco de la ley instituida, en el marco del “nosotros” común, y otro –público- que cuestiona esa ley, que la excluye. En el primer caso hay reglas para dirimir el conflicto, en el segundo sólo cabe la lucha a muerte.
El paradigma de la política, a partir de lo anterior, es la guerra entre estados; la guerra civil se hace difícil de pensar e este marco. Por más que las facciones enfrentadas representen unidades políticas diferentes (opciones diferentes sobre el manejo de lo público) existen en un orden común. En la revolución y la guerra intraestatal hay un elemento de auto-alteración social por el cual una misma unidad política se fragmenta (se “debilita” creo que dice Schmitt). Esto sugiere que hay un momento en el que no es claro el límite entre amigos y enemigos.

Me parece que dos posibilidades se abren para seguir pensando. Primero: conservar la noción schmittiana de lo político como exclusión del enemigo y, digamos, yuxtaponerle la ética como otro modo de vida radicalmente distinto, basado en la posibilidad de acoger al otro.
Segundo: intentar repensar la política como auto-alteración de la sociedad y por ende como aquello que de suyo se abre a la alteridad (al otro y a las otras formas posibles de organización de la vida). Aquí política y ética parece que coinciden, y se abandona el concepto de decisión o se lo intenta repensar más allá de la eugenia y la división privado-público.
Me parece que en los dos casos la ética queda fuera del orden de lo estatal.

Recuerdo las líneas de trabajo que pensamos:
Democracia
Ética y/o política
Decisión

Para la próxima leemos el Prólogo y el Cap. 1 de La era de la desolación de Dardo Scavino.

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