11.12.07

Encuentro del 17-09-06

“El concepto de lo político”

Capítulo 6
El enemigo no deja de ser hombre, por lo que el concepto de humanidad plantea un límite ético para la guerra. Es decir, si el enemigo no puede ser aniquilado, sino sólo mantenido en sus límites, esto se debe a que el mismo no es declarado inhumano. Si así fuera, éste sería ahora enemigo de la humanidad, por lo que debería autoaniquilarse. Al mismo tiempo, poder determinar un enemigo de la humanidad implicaría una legalidad universal de la que el mismo quedaría afuera, permitiéndome eliminarlo.
Resulta interesante así señalar que la verdad, el principio garante de la norma puesta en peligro por la existencia del otro, del extranjero, es necesariamente relativa, ya que debo reconocer la parcialidad de la misma a la hora de mantenerme dentro de los límites y no señalar a mi enemigo como inhumano, sino tan sólo como alguien fuera de mi norma. Esta norma depende de la decisión del soberano, pero al mismo tiempo es la que movilizará la lucha contra mi enemigo. Resulta paradójico la conjunción verdad relativa - verdad motor de la guerra contra el enemigo.
¿Sería posible pensar en esta universalidad del concepto “humanidad” como una instancia por la que se podría filtrar una ética? ¿Si reconozco lo humano de mi enemigo, puedo por esta misma razón demorar la violencia y así dar lugar a la palabra (Lévinas)?

Capítulo 7
De Hegel retoma Schmitt la imposibilidad de una pura positividad (la idea de humanidad universal necesariamente nos lleva a pensar el conflicto).
De Marx deja de lado el universalismo, pero reivindica de alguna forma el clasismo.
La debilitación del Estado da lugar a la crisis interna. Dicha debilidad puede estar dada por la consideración ingenua del hombre como bueno, virtuoso, etc. La antropología propia de lo político es aquella que considera al hombre como peligroso, pero no como inhumano. Es necesario un justo límite a la hora de encontrarnos con el enemigo. Su potencialidad en cuanto pone en cuestión mi modo de vida es necesaria para preservar lo político, por ello no es deseable su aniquilación absoluta.
Leímos de Reyes Mate, “Memorias de Auschwitz”, ed. Trotta, la distinción entre Hobbes y Schmitt.
A su vez surgió el tema de la decisión sobre el estado de excepción, entendida como la determinación del enemigo, de aquél que está fuera de la norma, de la legalidad. Podemos pensar el rasgo común de a-normalidad propio del soberano y el enemigo, y al mismo tiempo su carácter reversible. Por eso el enemigo pone en peligro la propia conservación del soberano, porque está en condiciones de presentarse como tal, ya que al estar fuera de la norma puede determinarla.
Para Agamben, en “Homo Sacer I”, capítulo titulado “La paradoja de la soberanía”, la excepción se encuentra ya en el orden, en la norma misma. Esto está relacionado con la posibilidad del enemigo interno, de aquél que dentro de la norma está al mismo tiempo por fuera.
Schmitt parece hacer coincidir “social” con “político”, al señalar que la humanidad íntegra reunificada sobre la base de una unidad sólo económica y técnico-comercial no constituiría ya una “unidad social”.

Capítulo 8
La crítica al liberalismo puede verse desde dos ángulos. Primero, para que pueda darse el liberalismo debe existir una base previa, constituida a partir de la decisión como espacio normativizado. Por otro lado, el liberalismo no escapa a lo político, es decir, a la distinción amigo-enemigo. En otras palabras, el liberalismo, como lo apolítico, lo que pone en peligro lo político gracias a los principios de libertad e individualismo, no por eso deja de ser político.
Schmitt acepta únicamente al pueblo como grupo humano propiamente político. Lo distingue del individualismo ya que este último no permitiría pensar el sacrificio de la población a la hora de combatir con el enemigo.


“Teología política”


Capítulos I y III
Es posible pensar un paralelismo con Derrida (“Firma, acontecimiento, contexto”) desde el momento en que Schmitt considera a la excepción como lo propio de la norma, lo que de alguna forma la fundamentaría. Derrida en su trabajo retoma la idea de infelicity de Austin (no estoy seguro de que sea ésta la palabra), que para este autor era la excepción a la regla, para señalar que lo propio del lenguaje es su fracaso a la hora de comunicarnos, la diseminación del sentido.
Lo jurídico se distingue de la norma, ya que incluye a ésta y la decisión.


Para seguir pensando

Surgió la pregunta sobre el giro que se dio en nuestra lectura. El tema de la relación ética-política parece haber quedado desplazado por un enfoque en el eje de lo político específicamente, con el problema de la soberanía en primer lugar. Sin embargo, tal vez debamos esto a que Schmitt deja de lado lo ético a la hora de pensar la política.
A pesar de esto, como ya lo señalamos más arriba, tal vez se pueda filtrar lo ético a partir de la universalidad de lo humano, de esto que se comparte con el enemigo.
Por otro lado, si el enemigo puede estar dentro de la norma, se vuelve problemático pensar una forma de relación con el otro que vaya más allá de la dicotomía amigo-enemigo. Cualquier otro es un otro, alguien que potencialmente podría poner en peligro mi modo de vida, y por lo tanto a la hora de relacionarnos con cualquier otro lo hacemos por medio de la lucha, la guerra, como paradigma de todo estar-con.
Finalmente, como no podía faltar Lévinas, pienso que tal vez su propuesta puede ser leída como un más allá de lo político schmittiano. Si Schmitt nos dice que no hay forma de escapar a la distinción amigo-enemigo, ya que en última instancia, por más pacifistas que seamos, un otro puede considerarnos su enemigo, por lo que deberemos en algún punto defendernos y aceptar su lógica; la única alternativa que nos queda es la de pensar una relación de rehén con el otro, de hospitalidad absoluta e incondicional.

No hay comentarios: