11.12.07

Encuentro del 30-11-06

“Políticas de la amistad”

Comenzamos la tarde recuperando lo discutido sobre el prólogo y los primeros capítulos de Políticas de la amistad. A medida que transcurrían los minutos la conversación fue tomando cuerpo. Un cuerpo amorfo, algo caótico y poco sistemático, hasta que Facu logró, tras reiteraciones varias, sostenerlo en dos patas:
1) La deconstrucción derrideana parece en un primer momento ocuparse de la distinción privado-público. Para Schmitt el primer ámbito sería el lugar de lo impuro (el odio hacia nuestro enemigo, por ejemplo), mientras que en el segundo nos encontraríamos con el concepto puro de lo político, es decir, con la hostilidad pura contra un “otro” perteneciente a otro Estado (ya sea existente o en potencia, como para el caso de la guerra civil). De este modo, Schmitt querría evitar lo que finalmente habilitaría, el surgimiento del enemigo absoluto, aquél a quien hay que eliminar y no sólo mantenerlo dentro de determinados límites. En otras palabras, Schmitt habría prevenido contra el nazismo, aunque su discurso estaba construyendo el suelo conceptual que posibilitaría su surgimiento (y de ahí se seguiría que Schmitt haya sido el ideólogo del nacionalsocialismo).
- Derrida señala también, tomando el discurso platónico que serviría de apoyo a la argumentación schmittiana, que una remisión al ámbito de lo natural (la sangre y la tierra) vienen a contaminar esa pretendida pureza. De este modo, la decisión parecería perder su lugar privilegiado como proveniente de la voluntad del soberano, y se descubriría como siempre ya tomada por un otro inmemorial, en un pasado pre-histórico en el sentido levinasiano. Ahora bien, lo que surgió aquí es el problema de la responsabilidad, que Derrida mismo rescata en su texto. ¿Es posible pensar una decisión inconsciente o heterónoma pero responsable? Comentamos brevemente algo sobre Humanismo del otro hombre, en particular la crítica al estructuralismo. También mencionamos la concepción de Bataille sobre la soberanía (La literatura y el mal, capítulos dedicados a Kafka). Si el acto soberano es aquél absoluto, libre de toda determinación (ya sea causal o teleológica), el mismo debe ser puro gasto, es decir, un acto sin finalidad ni causa, lo que en palabras de Blanchot se entiende por “desobra”, y de aquí su relación con la literatura (se puede ver esto cuando habla Derrida de “comunismo de la escritura”, y también cuando se pregunta por la posibilidad de determinados discursos sobre lo político, caracterizados por la fórmula paradojal “X sin X”).
- El tercer punto que destaca Derrida al hablar del Menéxeno de Platón (1- necesidad de la igualdad, 2- fraternidad griega) es el del nombre “democracia”. Señala así que la democracia no ha estado nunca presente, y siempre ha sido en última instancia una aristocracia, ya que una distinción de sangre, es decir natural, ha entrado siempre en juego. Por lo tanto, acuña la expresión “democracia por venir”, para hablar de este (im)posible paso (no) más allá. Y aquí relaciona la deconstrucción (incondicional) a la democracia (condicionado), y su interdependencia. El movimiento de la deconstrucción debe tener como idea kantiana a esta democracia por venir, pero al mismo tiempo en la urgencia de un aquí y ahora. Derrida discute la idea de que la filosofía o el pensamiento siempre sean una demora, un contratiempo en relación a la emergencia de la política y la inmediatez de la acción.
- Esta pureza soñada también se ve contaminada cuando Schmitt habla del concepto polémico de lo político. Parecería contemplar así la posibilidad de una impura pureza de dicho concepto, lo que quiere decir tal vez que éste sólo sea puro en el plano teórico, pero que una vez puesto en práctica (y este es el modo “propio” en que dicho concepto es concebible) cae presa de otras esferas en principio ajenas al ámbito de lo político. De aquí tomamos y discutimos la noción de lo “espectral” en Derrida.
2) Luego nos encontramos con la segunda pata, cuando Derrida señala que en la argumentación schmittiana lo político se piensa como una esfera regional y estructural al mismo tiempo, es decir, como determinada o condicionada y como determinante o condicionante a la vez. En otras palabras, lo político se funda en una decisión, en el momento en que se agrupan los amigos enfrentados a sus respectivos enemigos, pero por otro lado esta decisión siempre tiene como condición previa la posibilidad de la guerra, y por lo tanto una decisión que ya haya instaurado la posibilidad real de la presencia de un enemigo (esto lo relacionamos con el pasaje entre posibilidad-eventualidad-efectividad).
- En otros términos, la pregunta sería: ¿hay un más allá del modelo griego de lo político? Dicho modelo de lo fraternal parece estar jugando ya siempre a la hora de pensar la decisión, al menos en términos schmittianos. El problema parece ser éste, y el mismo Derrida lo anuncia al hablar de la indecidibilidad entre tres formas de pensar la amistad y su relación con la enemistad en tanto posibilidad siempre latente del dar muerte al otro (1- amistad junto a la posibilidad del dar muerte, 2- como contraria a este dar muerte, 3- amancia como afirmación de la vida). ¿Es posible pensar una política que se construya sobre un modelo de la amistad distinto al griego?, ¿es posible pensar una comunidad sin un arraigo en el suelo y la sangre?, ¿seguiría llamándose esto “política?
Para cerrar, una cita que nos quedó por leer:
“Quedaría entonces una sola elección, y ésta requeriría una decisión:
1- O bien admitir que lo político es, en efecto, ese falogocentrismo en acto. [...] No se puede combatir esta estructura más que trasladándose más allá de lo político, del nombre “política”, y forjando otros conceptos, conceptos movilizadores de una forma diferente. ¿Quién podría jurar que está en curso algo así?
2- O bien guardar el “viejo nombre”, analizar de otra forma la lógica y la tópica del concepto, e involucrar otras formas de lucha, otras operaciones de “partisano”, etc.
Si hubiese alguna tesis en el presente ensayo, ésta plantearía quizá que en esto no podría haber una elección: la decisión consistiría de nuevo en zanjar sin excluir, en inventar otros nombres y otros conceptos, en trasladarse más allá de esta política sin dejar de intervenir en ella para transformarla.”
(pp. 182-183).

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